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En casi tres meses, el cine mexicano registra 10 millones de boletos vendidos, lo cual lo encamina, si continúa la tendencia, a ser el año más exitoso de su historia.

La cifra, extraída de datos proporcionados por la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica y el Instituto Mexicano de Cinematografía, es casi la mitad de lo conseguido en todo 2017 (cuando se vendieron 22.4 millones de boletos) y la tercera parte de la generada en 2016, cuando hubo 30.5 millones.

Los 10 millones de asistentes significan también 16.5% de la taquilla total generada este año, contando estrenos extranjeros. Es el doble de lo conseguido en todo 2017.

El dato no considera el medio millón de espectadores que llevan cintas estrenadas a fines del año pasado y que aún continúan con corrida comercial en diversas plazas de la República, como la comedia Cuando los hijos regresan.

Hasta el pasado viernes se habían estrenado 17 títulos nacionales, la mayoría comedias, ocupando el primer lugar La boda de Valentina con 3 millones de espectadores, seguida por la animación La leyenda del charro negro, con 2.3 millones y Una mujer sin filtro, la cual registra 2.1 millones.

Cada una superó 100 millones de pesos en taquilla, algo sólo conseguido por 20 títulos nacionales entre el 2000 y 2017.

“Puede ser un año récord para el cine mexicano, porque también visualizamos películas con público amplio, no necesariamente comedias, como Museo, de Gael García”, señala Miguel Rivera, director de programación, de Cinépolis, la cadena exhibidora más grande del territorio.

Poner atención. Mónica Lozano, productora de No se aceptan devoluciones, la cinta nacional más vista con 15.2 millones de asistentes en 2013, celebra las cifras, pero advierte:

“Hay que entender que nuestro cine es estacional, se programa en el primer y último trimestre del año y nos quedamos, muchas veces, seis meses sin cartelera”.

El verano está prácticamente reservado para los blockbuster hollywoodenses y en esta ocasión un puñado de títulos locales intentarán dar la batalla, entre ellos Prometo no enamorarme, comedia con Alfonso Dosal y Fuera de lugar, con temática futbolera encabezada por Mariana Treviño (Club de Cuervos).

De acuerdo con un estudio del Imcine, los meses de febrero, marzo, agosto y septiembre han sido desde 2015 los que más afluencia a cine nacional registran.

Jorge Sánchez, director del Instituto, destaca que pese al éxito en 2018 de las comedias nacionales, deben abrirse la salas a la diversidad.

“Si nos dejamos arrastrar por la comedia romántica, donde hay de todo, buenas, malas y que tienen un peso ante el público del mundo, estaría mal; el reto es precisamente que haya diversidad y los productores mexicanos lo hacen”, considera el funcionario.

Apenas la semana pasada se estrenó el documental La libertad del diablo, alusiva al narco en México y Todo mal, la cual en sus primeros siete días registró 414 mil boletos vendidos.

En abril llegarán el thriller La cuarta compañía y Sueño en otro idioma, drama de Ernesto Contreras.

Entran trasnacionales. Sony, Fox y Warner han comenzado a producir títulos locales o serán responsables del lanzamiento de otros.

Sony, que produjo títulos de Mario Moreno, Cantinflas, ya reversionó Como si fuera la primera vez, con Ximena Romo y Vadhir Derbez, y está en la de La boda de mi mejor amigo, con Ana Serradilla.

Fox posproduce historia con Osvaldo Benavides, y Warner tiene en agenda de estrenos Primos, de Leonardo Zimbrón (Nosotros los Nobles) y Trapos sucios, con Arath de la Torre. “Pasamos por las vacas gordas, por las flacas (en el cine mexicano) y parece que ahora las vacas están de nuevo cargadas, por eso reactivamos”, indicó en octubre Philip Alexander, director de Sony Pictures México.

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