La semana pasada, la Secretaría de Salud decretó Emergencia Epidemiológica, debido a “la magnitud y trascendencia de los casos de diabetes mellitus” en México.

Esto no es un tema menor; las emergencias epidemiológicas se establecen normalmente, cuando existen enfermedades transmisibles (como influenza, sarampión, dengue, etc.) y no para una enfermedad crónica no transmisible como lo es por definición, la diabetes mellitus. Lo único que esto puede significar es que por primera vez en la historia, se reconoce que la diabetes se encuentra fuera de control.

Hay que aclarar que estamos hablando mayoritariamente de diabetes mellitus tipo 2 que es la forma “adquirida” no al nacimiento, sino en la juventud o edad adulta.

México ocupa ya el lugar número 22 en el mundo en diabetes, con una prevalencia (2015) de 15.8% entre las personas de 20 a 79 años. El promedio de prevalencia mundial fue de 8.5% en 2014, lo que significa que en México, la diabetes es casi dos veces más frecuente que en el promedio de los países del mundo.

Esta cifra, junto con las estadísticas más recientes de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT 2012), nos muestran un escenario bastante malo en el que la diabetes no solo no está disminuyendo, sino que se ha incrementado a niveles de más del 50% y representa un peligro cada vez mayor para la salud de los mexicanos, así como un incremento considerable en los costos y la carga al sistema de salud en el país.

Apenas el pasado 17 de Noviembre, se publicó en el New England Journal of Medicine un estudio realizado de forma conjunta por investigadores mexicanos y británicos donde durante 12 años se le dio seguimiento a más de 150,000 pacientes en la Cd. de México, analizando muertes especificas por diabetes mellitus.

El estudio mostró que para los 60 a 74 años de edad, casi un 25% de los participantes en él tenían ya un diagnóstico de diabetes, contra un 7% de la Gran Bretaña y 15% en los Estados Unidos. La mortalidad de los pacientes de 35 a 74 años fue cuatro veces mayor entre los que padecían diabetes.


¿Cómo es que llegamos a esto?

Todo comenzó con una mala concepción del problema y, hay que decirlo, con una mentira.

Hace apenas 40 años, México tenía los problemas de salud de -literalmente- un país de 3er mundo. Las prioridades en medicina preventiva estaban encaminadas a reducir la mortalidad materno-infantil, la erradicación de enfermedades prevenibles por vacunación como la polio y el sarampión y el reducir la desnutrición.

Este último punto es muy importante. Desde siempre, la mayor parte de la población de México había padecido desnutrición “calórico-protéica”. La alimentación que la mayor parte de los mexicanos recibía era insuficiente en cantidad y en calidad. No olvidemos que un componente esencial de las políticas de combate a la desnutrición, fue el proveer de desayunos escolares dirigidos a las clases más desprotegidas.

En ese contexto, en esa época se comenzó a mencionar un “factoide” muy peculiar: La epidemiología en México, era distinta de la de los “países desarrollados”.

Las enfermedades cardiovasculares, la diabetes tipo 2 (que comenzaba a entenderse), la hipertensión arterial, etc, eran enfermedades propias de los Estados Unidos y Europa; así, los esfuerzos de México estaban encaminados únicamente a prevenir y tratar las enfermedades de la pobreza.

Este es el dogma con el que los médicos mexicanos fuimos educados y entrenados hasta hace una década. A quienes estudiamos medicina en los años 80s nos enseñaron que en México, las enfermedades cardiovasculares o la diabetes eran raras y propias de países industrializados. No nos enseñaron a detectarlas agresivamente o a sospechar de ellas.

Hasta hace pocos años no se realizaba medicina preventiva de forma adecuada para la diabetes tipo 2. El resultado: Los diabéticos de hoy son precisamente, los niños y adolescentes de hace 30 o 40 años.


El impacto de una mejora económica.

Mucho se ha hablado del cambio en el estilo de vida y en la alimentación de los mexicanos como causa detonante de la epidemia de diabetes. En general esto es cierto, de no ser por dos matices muy importantes a este argumento:

1.- Los cambios en el estilo de vida, como menor movilidad y actividad física, han afectado a la mayoría de la población mundial de la misma forma. El problema es que México se ha quedado rezagado en programas de activación física y la educación deportiva es prácticamente nula en las escuelas.

2.- Los hábitos de alimentación han cambiado; sin embargo, es aquí donde han surgido los mitos y malos entendidos más grandes.

En México nos hemos ocupado en buscar un culpable para el aumento en la prevalencia de diabetes y estos han sido las bebidas endulzadas y los alimentos procesados. Se ha hablado de la influencia de las refresqueras transnacionales (no de las mexicanas), de las cadenas de comida rápida y de como han trastocado nuestros mexicanísimos hábitos. Vaya, existen comentarios que hablan de la influencia del TLC en el origen de la diabetes.

Lo anterior es un sinsentido. Si bien es clara la influencia de una alimentación hipercalórica en el desarrollo de obesidad, síndrome metabólico y diabetes, se nos ha querido hacer pensar con un sesgo patriótico y casi político, que en México, por naturaleza se comía bien y se comía sano y que es la “comida del capitalismo” la que nos ha llevado a esto. Si así fuera, no se explica por qué en México la prevalencia de diabetes es 46% superior a los Estados Unidos, el presunto culpable y más del doble que en Canadá.

El buscar responsables entre los patrones de vida y alimentación extranjeros nos ha distraído y ha evitado que se indaguen todas las causas y que se dé atención adecuada al problema. Cuando la política y el nacionalismo invaden la ciencia, estas son las consecuencias.


El verdadero origen del problema en México, es mexicano.

En los últimos 40 años, el poder adquisitivo y la calidad de vida de la población mexicana aumentaron, no al nivel de naciones como Corea o España, pero sí de forma muy superior a otros países latinoamericanos. Debido a una mayor capacidad de compra y a la aplicación de políticas sanitarias, la desnutrición en México disminuyó dramáticamente y no es más un problema de salud (ENSANUT 2012).

Aunque el acceso a los alimentos aumentó, no así la calidad de estos. En México, se consume una gran cantidad de harinas refinadas combinadas con grasas: tacos, tortas, tamales y fritangas. Las aguas frescas, tan mexicanas, contienen cantidades de azúcar similares a muchos refrescos de marcas transnacionales y tanto el pescado como los vegetales, se consumen muy poco.

Un estudio realizado en 2010 por el Dr. Agustín Lara Esqueda de la Secretaría de Salud, demostró que la mayor parte de los niños en edad escolar eran sobrealimentados: Un desayuno en casa o en el camino a la escuela, un lunch en el recreo que en la mayoría de las veces consistía en fritangas y antojitos preparados de manera “casera” por los profesores y una comida en casa acompañada sí, por refrescos o agua fresca azucarada.

Los hábitos de la familia mexicana sobrealimentan a los niños, los cuales no hacen ejercicio en las escuelas ni practican algún deporte de forma regular. El adulto mexicano promedio come una o dos veces al día en la calle y las más de las veces son fritangas, antojitos y comida rápida.

En ese mismo año, el Dr. Carlos Aguilar Salinas del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, dio a conocer que las características genéticas de la población mestiza mexicana nos predisponen a desajustes en el metabolismo de los lípidos y al síndrome metabólico, cuando se consume la dieta típica de la población mexicana de las clases media y media baja. En México tenemos así, el peor de los escenarios, con la peor combinación posible de alimentación y genética.


Un diagnóstico pobre y una mala atención.

México se enfrenta ya a un problema muy grave de salud pública. Sin embargo, los resultados de ENSANUT 2012 poco han servido para incrementar la calidad de la atención a los pacientes con diabetes.

Un estudio publicado por los Doctores Jiménez Corona y Aguilar Salinas en 2013, demostró que aún teniendo un diagnóstico, la calidad de la atención y el acceso a las medidas de control para los diabéticos, deja mucho que desear. “Los recursos dedicados a la atención de la enfermedad no están siendo usados de forma apropiada, lo cual se refleja en que un porcentaje considerable (20%) de los afiliados buscan atención complementaria en la medicina privada o en un consultorio asociado con una farmacia”.

Como un ejemplo documentado del mal manejo de la diabetes, el ENSANUT 2012 nos dice que para ese año, de los 6.4 millones de adultos mexicanos que se sabían diabéticos, solo 25% estaba en control metabólico.

En ese mismo estudio de Jiménez y Aguilar, se menciona como existen carencias básicas en la consulta de los pacientes como el no revisar los pies o los ojos de manera rutinaria.

Los esfuerzos para la atención de los pacientes con diabetes son aislados y mal coordinados, por ello, una gran parte de la población con este padecimiento abandona sus tratamientos.

El acceso a las terapias más modernas es muy difícil para quienes acuden al sector salud y las insulinas de última generación son reservadas, con muchas limitantes, para la alta especialidad médica. Los médicos generales y de primer contacto se encuentran apenas, aprendiendo el uso adecuado de la insulina según los protocolos actuales.

Solo un puñado de pacientes del sector salud en México utiliza monitores de glucosa y sabe como llevar un control rutinario de esta.

A nivel de información y educación a la población, el trabajo ha sido muy pobre y solo ha causado confusión. Los argumentos son simplistas y los mensajes sesgados; algunos de ellos con agendas político-ideológicas que solo han buscado culpables satanizando alimentos y nada se ha hecho para explicar a la población con detenimiento el origen, efectos y consecuencias de la diabetes. Hemos querido imponer y tasar, antes que educar.

Hace dos años se impuso el famoso IEPS a los alimentos de alto contenido calórico (impuesto al refresco). Aunque los estudios demuestran que el consumo de bebidas azucaradas disminuyó entre un 6 y un 12%, su efecto real en la obesidad y la diabetes es desconocido. Como el IEPS se impuso sin una métrica basal ni una meta clínica, sera muy difícil conocer su impacto en los niveles de glucosa de la población.

México requiere un cambio cultural en sus hábitos alimentarios y de actividad física. Mientras las escuelas no tengan programas de una hora de ejercicio diario y se sigan ofreciendo tamales y tacos dentro y a la salida de las escuelas, estos hábitos no cambiarán.

¿Qué podemos hacer?

Ante todo, reconocer la magnitud del problema. El primer paso ya se dio al decretar emergencia epidemiológica, ahora hay que poner manos a la obra y dedicar recursos… muchos recursos. Para combatir una epidemia como ésta se requiere de talento, educación, alta tecnología y mucho dinero. Estamos queriendo controlar una epidemia del siglo XXI con recursos del Siglo XX.

Curiosamente los recursos debían ya existir, el impuesto al refresco ha recaudado más de $54,000 millones de pesos. ¿Donde está ese dinero? En su lugar, hemos experimentado dos recortes importantes al presupuesto del sector salud en los últimos dos años.

La educación comienza en casa y continúa en la escuela. Durante los brotes de influenza en 2009, todos aprendimos el “estornudo social” en el codo y el lavado de manos se incrementó. De la misma forma debemos cambiar los hábitos de nutrición y actividad física.

Se deben de dar incentivos, tal vez en dinero, a quienes prueben estar haciendo esfuerzos por llevar una vida sana. Las empresas deben de contar con beneficios fiscales y en sus cuotas del IMSS si realizan programas de prevención y detección de diabetes con sus empleados.

El Cuadro Básico del Sector Salud debe contar con los medicamentos más modernos, no solo los más baratos y los programas de insulinización deben de conocerse y aplicarse desde el primer nivel de atención.

La diabetes se puede convertir en la primera gran tragedia epidemiológica en México. Se ha dicho que esta es quizá la primera generación que vivirá menos años que sus padres y esto es muy grave.

México necesita actuar y debe hacerlo ya. La diabetes nos lleva, por mucho, la delantera.

Médico Cirujano y consultor en comunicación en salud.

Bibliografía:

Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012. Consulta online en: Ensanut.insp.mx el 17/11/2016

Alegre-Díaz J, Herrington W, López-Cervantes M, Gnatiuc L, Ramirez R, Hill M, Baigent C, McCarthy M, Lewington S, Collins R, Whitlock G, Tapia-Conyer R, Peto R, Kuri-Morales P, Emberson JR. Diabetes and Cause-Specific Mortality in Mexico City. N Engl J Med 2016; 375:1961-1971

Jiménez-Corona A, Aguilar-Salinas CA, Rojas-Martínez R, Hernández-Ávila M. Diabetes mellitus tipo 2 y frecuencia de acciones para su prevención y control. Salud Publica Mex 2013;55 supl 2:S137-S143.

Hernández-Ávila M, Gutiérrez JP, Reynoso-Noverón N. Diabetes mellitus en México. El estado de la epidemia. Salud Publica Mex 2013;55 supl 2:S129-S136.

International Diabetes Federation Atlas 2015. Consulta online en: DiabetesAtlas.org el 19/11/2016

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