Donald Trump no ha dejado un solo día de hablar mal del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) desde que entró en campaña por la presidencia de los Estados Unidos. Y ahora que ocupa la Casa Blanca la situación no es distinta; ni lo será porque el TLCAN es una de las municiones políticas más importantes que aún tiene en sus manos el pelirrojo presidente, por lo menos para hacer alarde de su fuerza y para usarla como moneda de cambio frente a grupos de republicanos que le están dando la espalda.

Ayer en una reunión con grandes empresarios de aquel país —allí estuvieron los jefes de IBM, Walmart, PepsiCo, Boston Consulting, Blackstone Group, entre otros— volvió a la carga con el tema, así que no fue ninguna novedad. Pero lo relevante es que Donald Trump —quien no ha dejado el tono de campaña electoral en estas reuniones— sigue insistiendo en la retórica de que la prevista negociación del TLCAN, particularmente con México, resultará en mayores beneficios para la industria del vecino del norte.

Sus palabras de ayer en la reunión en Washington fueron: “El TLCAN es un desastre, ha sido
un desastre desde el día en que fue concebido y vamos a tener algunas sorpresas agradables para
ustedes sobre el TLCAN, eso puedo decirles”.

Ya en marzo se filtró a la prensa un documento preliminar que hizo circular entre los legisladores la oficina del representante comercial de la Casa Blanca sobre los asuntos del TLCAN que el gobierno de Trump pondría sobre la mesa para su negociación con México. Sin embargo el portavoz, Sean Spicer, lo desmintió rápidamente y el asunto ha quedado en un impasse ante la resistencia del Congreso a ratificar a Robert Lighthizer como representante comercial de la Casa Blanca, dado su pasado de litigante a favor de países que denunciaron las prácticas comerciales estadounidenses.

Uno de los asuntos a negociar con México en el TLCAN tiene que ver con el sector automotriz. No es ninguna novedad ya que es un sector muy visible en el que México se ha posicionado como un gran productor para el mercado estadounidense y al que Trump le puso el ojo desde la campaña.

Hasta ahora le ha resultado logrando algunas ‘ganancias’ como desalentar a Ford de invertir mil 600 millones de dólares en una planta en San Luis Potosí para trasladar el proyecto a Estados Unidos, o intimidando a las grandes automotrices estadounidenses y europeas con un impuesto fronterizo a los coches producidos en México para venderse en Estados Unidos.

Si bien la idea de un impuesto fronterizo a las importaciones en Estados Unidos no ha sido descartada, hay algunas otras que se están evaluando.

Una de ellas que viene dando vueltas en la oficina del representante comercial de la Casa Blanca es la de negociar la fijación de cupos a las importaciones de vehículos procedentes de México, tal y como ha ocurrido en los últimos años con los cupos de exportación de vehículos mexicanos a Brasil y Argentina a través de cláusulas en los Acuerdos de Complementación Económica (ACE).

Las importaciones de vehículos ligeros desde México se han incrementado sustancialmente en los últimos años. Desde los 306 mil 475 vehículos que vendió México a Estados Unidos en el primer trimestre de 2010, a los 568 mil 075 vendidos en el primer trimestre de este año. Un incremento de 85% en las exportaciones de vehículos mexicanos a Estados Unidos en los últimos siete años. Este crecimiento en la venta de vehículos mexicanos al mercado estadounidense responde al incremento en el número y tamaño de las plantas de producción en territorio mexicano de las grandes firmas automotrices globales. Así que los vehículos hechos en México ya representan 14.2% del total de los vehículos vendidos en Estados Unidos y es el país más dinámico en la venta de vehículos a Estados Unidos por encima de Japón, Canadá, Alemania o Corea.

Así que el gobierno Trump podría plantear negociar bilateralmente con México, dentro del TLCAN, la fijación de cupos de importación de vehículos hechos en México, para alentar la inversión automotriz en su propio territorio —como lo prometió en su campaña y como ha forzado a hacerlo con algunas compañías automotrices— y reducir su déficit comercial con nuestro país.

El asunto si bien no es catastrófico para México —eso dependería de la negociación de los cupos, su progresión y transitoriedad—
sí representaría un freno a la inversión en México en uno de los sectores más dinámicos de la economía y, sin duda, en la industria de exportación de mayor peso para el país.

Con todas las salvedades, está previsto que las negociaciones inicien hacia el segundo semestre del año; sin embargo este tipo de planteamientos ya comienzan a asomarse a ambos lados de la frontera. Lo que parece inminente es que uno de los centros de negociación más inquietantes para México, será precisamente la industria automotriz asentada en nuestro país.

Twitter:@SamuelGarciaCOM

E-mail:samuel@arenapublica.com

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