Un dato que ayer se dio a conocer en Estados Unidos, puede tener un efecto inmediato mayor que el error garrafal de Enrique Peña Nieto de invitar a Donald Trump a México, o que el propio 4to Informe de Gobierno que entregó el Presidente al Congreso y que, francamente, a muy pocos ciudadanos importa.

Y me refiero a la caída reportada en agosto de las ventas de automóviles en Estados Unidos. Éstas cayeron 4.2% en el mes pasado, después de que en julio habían alcanzado su máximo desde la crisis de 2008-09. Según la agencia Reuters, las ventas de julio a una tasa anualizada desestacionalizada fueron de 17.88 millones de vehículos, frente a los 16.98 millones de agosto pasado.

¿Por qué nos importa tanto este dato? Por el simple hecho de que el gasto mensual de los consumidores en automóviles nuevos en Estados Unidos tiene un impacto muy relevante en las cuentas externas de México.

Le doy algunos datos para ejemplificar la importancia de lo que estoy diciendo: En julio pasado las exportaciones manufactureras mexicanas representaron el 90% del total de nuestras exportaciones. Y de éstas, el 26.2% son exportaciones de la industria automotriz que fueron a Estados Unidos.

En julio pasado México exportó 7 mil 68 millones de dólares en productos automotrices a Estados Unidos, esto es 4.4 veces más que todas las exportaciones petroleras y 7 veces más que las exportaciones agropecuarias totales en ese mes a Estados Unidos y al resto del mundo. Es decir, las ventas a Estados Unidos de vehículos y sus componentes es crucial para México y para su balanza de pagos.

Lo relevante del dato de ventas de automóviles en Estados Unidos durante agosto, es la confirmación de que los consumidores estadounidense están comprando menos vehículos en general y, en particular, los producidos en México. Por lo menos así lo muestran las cifras de estos últimos meses.

Las exportaciones automotrices mexicanas a Estados Unidos durante julio cayeron en más de mil millones de dólares respecto de junio anterior, y casi 900 millones de dólares en relación a julio del año pasado.

Los entrevistados por la agencia Reuters, que son altos ejecutivos de las grandes empresas automotrices, señalaron que “el esperado descenso por una menor demanda ya comenzó”, lo que hace pensar que en julio pasado se alcanzó el pico de ventas desde la crisis de 2008-09 y ahora esperan menores ventas hacia el segundo semestre del año.

Claramente la expectativa en Estados Unidos es que se vendan menos automóviles en este año que en 2015.

Por la alta dependencia exportadora de México hacia el mercado automotriz estadounidense, ello significará un deterioro adicional en la balanza de cuenta corriente del país para lo que resta del año, que es una de las preocupaciones que ha reiterado recientemente el gobernador Agustín Carstens y la Junta de Gobierno del Banco de México.

Por el lado del mercado interno, es cierto que las ventas de automóviles aún siguieron creciendo fuerte durante agosto, aunque es altamente probable que este ritmo disminuya en los próximos meses por la desaceleración económica en el país que impactará las cifras de los ingresos en los hogares y las mayores tasas de interés.

Evidentemente que los riesgos para el crecimiento económico han crecido y se esperan comportamientos mediocres en Estados Unidos y México, a la vez que el entorno mundial se debilita y se corre el riesgo de una nueva recesión, como lo advirtió ayer el Fondo Monetario Internacional (FMI).

De hecho el FMI ha llamado a la Reserva Federal estadounidense a que considere aplazar la decisión de subir la tasa de referencia de corto plazo, en el afán de no lastrar aún más el lento crecimiento global.

Este escenario podría presionar aún más las ya debilitadas finanzas públicas y las cuentas externas de México en el corto plazo, a lo que el gobierno tendría que responder con medidas más drásticas en su Paquete Económico 2017, so riesgo de que se deteriore aún más la confianza de las calificadoras y de los capitales externos en México.

Claro que las torpezas del gobierno mexicano en su política exterior –como el asunto Trump que tanto han dado de qué hablar en las redes sociales- como los graves hechos de violencia no resueltos, y la simulación en materia de transparencia, solo agravan un escenario económico ya de por sí muy delicado.

La crisis de las expectativas. “Estamos no solo ante una crisis de la realidad, sino ante una crisis de las expectativas. Una de las peores cosas que le pueden pasar a un país es que pierda la esperanza, la ilusión”, me dijo el escritor Juan Villoro en una entrevista reciente.

Twitter:@SamuelGarcia

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