Alguna vez escuché decir a un reconocido experto en finanzas personales que si se quiere conocer a una persona basta con leer los estados de cuenta de sus tarjetas de crédito. Creo que exageró aquel hombre. Pero tiene razón en algo: Los gastos revelan la calidad de la toma de decisiones de las personas, sus prioridades de corto plazo y hasta los objetivos de mediano y largo alcance que se han propuesto los individuos, si acaso los tienen.

Pues bien. A través de la lista de gastos anuales de los gobiernos también podemos darnos una idea de los acuerdos básicos entre sociedad y gobierno en un país, de sus prioridades inmediatas, del rumbo que están siguiendo y hasta del futuro mediato que les espera.

Esa lista de gastos públicos, a la que le llamamos presupuesto, es un buen indicador de hacia dónde camina un país como México; al fin y al cabo, es el destino de los recursos que millones de personas le entregamos al gobierno, vía impuestos, para nuestro beneficio colectivo en asuntos que a todos nos importan como la seguridad pública, la defensa del territorio que habitamos, la infraestructura en servicios públicos o los programas sociales que buscan compensar la falta de oportunidades de muchos.

En la lista de gastos al mes de abril que entregó el Gobierno Federal al Congreso, volvemos a corroborar que la calidad en la toma de decisiones sobre el destino del dinero de los contribuyentes no ha sido la mejor. Peor aún. Gastos –como el destinado a pagar los costos de la decisión de endeudar crecientemente al país en los últimos años— sólo revelan que quienes administran nuestros recursos no están pensando más allá de los años de su encargo como funcionarios públicos. El que venga a ocupar su silla tendrá que enfrentar ese grave problema presupuestal.

Los datos sobre los costos del endeudamiento del Gobierno Federal lo dicen todo. En los primeros cuatro meses de 2013 (enero-abril) el pago destinado a los intereses, comisiones y gastos de la deuda interna, más los costos financieros de la deuda externa, sumaron 27 mil 779.4 millones de pesos. Ese mismo pago para los primeros cuatro meses de 2016 (enero-abril) alcanzó 42 mil 611.4 millones de pesos. Un crecimiento de 53.4 por ciento en tres años.

Ciertamente que en este fuerte crecimiento del costo de la deuda externa, en tan poco tiempo, influyó la depreciación del peso que se exacerbó en el último año; pero no lo explica. La única explicación es que el gobierno federal decidió en su momento incrementar la velocidad del endeudamiento —interno y externo— en un entorno global altamente incierto que, como estamos viendo, está implicando elevados costos que los contribuyentes tenemos que pagar. Un endeudamiento, por cierto, que tampoco contribuyó al bienestar colectivo.

Pero lo peor es que no se trata solo de una mala decisión que ahora tiene como consecuencia el desembolso de cuantiosos recursos públicos.

El asunto es que esta mala decisión tiene, por lo menos, tres implicaciones más:

Uno, que estos miles de millones de pesos en exceso que se están pagando por un endeudamiento irresponsable tiene que hacerse a costa de sacrificar otros gastos públicos importantes para la economía y la población, como los gastos de inversión o los gastos en programas sociales. Este sacrificio necesariamente tendrá un impacto negativo en el crecimiento y en el nivel de bienestar para la gente en el mediano plazo.

La segunda implicación es que estos crecientes costos financieros que se están desembolsando se harán todavía más grandes en los próximos meses y años porque se están incrementando las tasas de interés de estas deudas. Nadie piensa que esto no va a ocurrir; así que habrá que prepararse para que, en 2017 y 2018, una rebanada más grande del presupuesto se vaya a pagar intereses, comisiones y gastos de este endeudamiento.

Y la tercera implicación es consecuencia de la anterior. Me explico: Un endeudamiento creciente que genera costos financieros crecientes en el tiempo preocupa a los analistas e inversionistas extranjeros en deuda mexicana, dado que las fuentes de ingresos no parece que vayan a crecer en la misma medida. Esta “preocupación” no se queda solo en eso; se convierte en un incremento del llamado ‘riesgo México’ que –traducido- quiere decir un costo financiero más alto (otro más) para la deuda del gobierno mexicano. En este desbalance entre ingresos esperados y gastos financieros comprometidos, radican los temores sobre México.

En fin, son las consecuencias de malas decisiones en las que, obviamente, no estaba el interés colectivo, ni el futuro bienestar de millones de mexicanos; solo la búsqueda de la ganancia política inmediata.

Twitter:@SamuelGarciaCOM

E-mail:samuel@arenapublica.com

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