Los jóvenes en México ya no sólo enfrentan una realidad económica y social cada vez más difícil, que les niega y les cierra oportunidades tanto para educarse como para obtener un empleo digno y bien remunerado; ahora la juventud de este país, además de ser “carne de cañón” que engrosa las filas del sicariato del narco —sobre todo los de escasos recursos— también es blanco directo de la violencia criminal y de sanguinarias ejecuciones: lo mismo asesinan brutalmente a jóvenes estudiantes, que a misioneros católicos, a jovencitas o a niños. El promedio de edad que se registra entre las víctimas de asesinatos dolosos en toda la República —78 mil 109 en lo que va del sexenio de Peña Nieto— cada vez es más bajo y casi un 30% del total de asesinatos se estima que eran hombres y mujeres de entre 18 y 25 años de edad. Es decir, que ser joven, de escasos recursos y de baja escolaridad en México, es casi un seguro de muerte.

Esa realidad se confirma todos los días y se agrava ante el incremento de la violencia documentada en las cifras oficiales. Desde casos paradigmáticos y altamente mediatizados y politizados, como los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa, asesinados en complicidad por instancias del estado y el crimen organizado, hasta los casos más recientes de 4 jóvenes católicos de Michoacán secuestrados, torturados y asesinados cuando realizaban labores de evangelización, o los 4 jóvenes estudiantes de la Universidad de Veracruz, de los que ya aparecieron tres cuerpos desmembrados en bolsas de plástico junto con otras víctimas, o los otros dos normalistas de Guerrero asesinados en un asalto violento o la joven estudiante Karen Rebeca Esquivel, de 19 años, asesinada y abandonada en una maleta en Naucalpan o… la lista podría ser interminable.

Basta abrir cualquier periódico del país, en cualquier día, para encontrar fotografías de jovencitos, a veces casi niños, que aparecen ejecutados en las calles de ciudades como Acapulco, Ecatepec, Tijuana, Cuernavaca, Apatzingán, Veracruz, Chihuahua, Culiacán, Reynosa, Monterrey, Guadalajara o la Ciudad de México. No hay zona del país que se libre en estos momentos del incremento en la ola de violencia y las cifras oficiales, tanto del SNSP como de Inegi o las Procuradurías estatales, documentan un aumento de homicidios dolosos en los estados —incluidos varios que no tenían esa problemática antes de 2013 como Colima, Baja California Sur, Guanajuato— y entre los 21 mil 199 asesinatos violentos que se registran en promedio cada año en lo que va de este sexenio, una gran parte (hasta 30%) tienen que ver con jóvenes, ya no solo como los asesinos, sino ahora también como las víctimas de esos crímenes.

La tendencia de jóvenes matando jóvenes en México no es nueva pero parece incrementarse en los últimos años. En una investigación de la revista Nexos, elaborada por Mauricio Merino, Jessica Zarkin y Eduardo Fierro, se concluía que de casi 98 mil homicidios dolosos registrados oficialmente en México entre 2005 y 2011, en el sexenio de Felipe Calderón, 87 mil 614 asesinados eran hombres, de los cuales 19 mil 801 había sido víctimas de entre 18 y 25 años de edad; otros 3 mil 801 eran adolescentes de entre 17 y 12 años de edad, y 981 asesinados eran niños menores de 12 años. En cuanto a las mujeres, de 10 mil 453 asesinadas con violencia en ese mismo periodo, 2 mil 152 eran jóvenes de entre 18 y 25 años, 925 eran jovencitas de entre 17 y 12 años y 779 eran niñas de menos de 12 años de edad. Es decir, que más de 22% de los hombres ejecutados con violencia en aquellos años eran jóvenes y niños varones, y casi 34% de las mujeres asesinadas eran mujeres jóvenes y niñas.

Aquel estudio de los investigadores de Nexos, basado en el análisis de cifras oficiales de homicidios dolosos, señalaba que la mayoría de los jóvenes asesinados tenían un bajo nivel de escolaridad, que no llegaba a la primaria o secundaria, y concluía con una dramática afirmación: “Detrás de la tasa de homicidios nacional en México, 25 homicidios por cada 100 mil habitantes en 2011, hay una varianza brutal. Brutal por las diferencias, pero sobre todo por sus implicaciones: hay zonas del país en las que ser hombre, joven y con poca escolaridad es eso, una marca, un augurio de las peores cosas. El extremo de todas: morir asesinado”.

Esa afirmación se sostendría con las actuales tasas de homicidios dolosos que incluso se han incrementado en el gobierno de Enrique Peña Nieto, en comparación con el sexenio pasado: ser joven en estos momentos en México ya es una condición difícil, tanto para tener acceso a educación superior como a empleos bien remunerados; pero ser joven, con bajos recursos y poca escolaridad, sigue siendo un camino hacia la muerte, ya sea como sicario o como víctima del crimen.

sgarciasoto@hotmail.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses