Aunque todavía hay quienes cuestionan si el domingo pasado realmente las 7 gubernaturas las ganó el PAN o más bien las perdió el PRI, lo cierto es que el panismo fue el partido que indiscutiblemente se alzó con más victorias en las 14 elecciones estatales y, a base de triunfos, el que mejor se posicionó en la percepción —que no necesariamente en votación— rumbo a la elección presidencial de 2018. Pero aún en ese escenario ganador, las pugnas internas volvieron a aflorar en Acción Nacional al momento en que todos quisieron adjudicarse el mérito.

Fue evidente, por ejemplo, que grupos como el del presidente Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala, o el del gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, intentaron evitar a toda costa que el dirigente nacional, Ricardo Anaya, capitalizara como logro suyo los triunfos históricos del PAN, ante el temor de que el joven político —al que sus promotores vendían desde la tarde del domingo como “el regreso del joven maravilla”— se beneficiara solo de los resultados y se reposicionara en la carrera por la candidatura presidencial panista.

Así, vimos al matrimonio Calderón salir rápidamente a declarar sobre los resultados inéditos para el PAN. “México ya habló y no quiere al PRI”, decía el domingo por la noche Margarita Zavala, quien se montaba en las tendencias ganadoras que daban a su partido triunfos históricos en algunos estados. Le preguntaron si ella le regateaba el reconocimiento a Ricardo Anaya por el trabajo desplegado desde la dirigencia y respondió que no, aunque en sus declaraciones era evidente que no quería dejarle todo el escenario al presidente nacional de su partido.

El mismo ex presidente, que igual que su esposa anduvo activo en las campañas, reivindicó los triunfos del panismo en su cuenta de Twitter la misma noche del domingo: “Tamaulipas, Puebla, Veracruz, Chihuahua, Quintana Roo, Aguascalientes, como que ganamos ¿no? Y faltan Durango y Tlaxcala”, decía en un primer mensaje, al que más tarde añadiría “la verdad el mérito es de los ciudadanos que querían un cambio”.

El festejo de los Calderón ocurría de manera simultánea a que el dirigente nacional del PAN, Ricardo Anaya, salía a los medios a decir que su partido había ganado en gubernaturas que nunca antes había gobernado. “Fuimos el partido que más creció en relación a la elección de 2015 y ganamos en estados donde siempre había gobernado el PRI, por lo que derrotamos al autoritarismo del PRI-Gobierno”, dijo Anaya el lunes en diversas entrevistas, donde también destacó que nunca en su historia el panismo había gobernado 11 estados del país como lo hará ahora y que de seguir esa tendencia “recuperará la Presidencia de la República en 2018”.

El discurso triunfal de Ricardo Anaya y la interpretación de medios y analistas que de inmediato dijeron que el joven dirigente se reposicionaba frente a Margarita Zavala y Rafael Moreno Valle en la sucesión presidencial panista, no gustó en sectores afines a los dos primeros aspirantes, desde donde se dirigieron críticas y señalamientos para cuestionar el “triunfalismo excesivo” del dirigente y hablar incluso de “rudeza innecesaria” contra el PRI en su discurso.

Es notorio pues que, aunque todos están contentos en el PAN, incluida su militancia que estaba alicaída desde que perdieron el poder en 2012 y fracturada por los pleitos internos de sus cúpula; también se nota que todos quieren colgarse las medallas de los triunfos y, en la disputa abierta que ya protagonizan grupos y aspirantes por la nominación presidencial, todos quieren capitalizar el reposicionamiento de Acción Nacional en los estados. Por lo pronto, Anaya, instalado en su personaje del “joven maravilla”, no se arredra ante los dardos envenenados de sus correligionarios y hoy al mediodía reunirá a todos los candidatos ganadores en la sede del CEN del PAN para levantarles el brazo en señal de victoria. Está visto que los panistas no dejarán de lado sus luchas intestinas “hasta en la victoria y siempre”.

NOTAS INDISCRETAS… Ayer, en el evento sobre la oralidad del nuevo sistema judicial, muy cerca del presidente Enrique Peña Nieto, y sonriente, se veía al senador Roberto Gil, otro de los panistas que ganaron el domingo pasado con el triunfo contundente de su candidato Francisco Javier Cabeza de Vaca en Tamaulipas. Ha sido tan estrecha la relación del presidente del Senado con el gobierno peñista, con quien mantiene diálogo y colaboración constante, que eso alimenta sospechas que de que a Gil y su candidato les dieron una “ayudadita” desde Bucareli para ganar holgadamente Tamaulipas. ¿Será?.. Los dados mandan Doble Escalera. Bueno el tiro.

sgarciasoto@hotmail.com

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