Los discursos de Francisco, en sus primeros dos días de estancia en México, cumplieron las expectativas y pronósticos. Quienes esperaban mensajes fuertes y directos, han confirmado que este Papa no tiene pelos en la lengua. La forma tan clara de hablar de corrupción frente al presidente Enrique Peña Nieto y su gabinete o criticar a quienes “buscan el camino del privilegio y del beneficio de unos pocos en detrimento de todos” frente a las élites políticas y empresariales de este país en Palacio Nacional, demostró desde el primer día que este jerarca no venía a hablarle al “México siempre fiel”, sino al México dolido y ansioso de respuestas a sus problemas e injusticias.

Porque igual que cuestionó el sufrimiento causado por quienes “devalúan” al bien común (“que en este siglo XXI no goza de buen mercado”) y acusó frente al poder político y económico que al buscar solo sus privilegios fomentan la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte”, después el Papa también fue autocrítico con su propia Iglesia y cuestionó a obispos y cardenales mexicanos en la Catedral Metropolitana, al llamarlos a “dejarse de habladurías e intrigas y a no subirse a los carros y caballos de los faraones actuales”, en clara denuncia sobre la connivencia de jerarcas mexicanos con el poder.

Ayer mismo, en Ecatepec, en una concentración multitudinaria para la que el gobierno del Estado de México realizó un gasto millonario e inundó con propaganda político-religiosa, el Papa fue a denunciar a “los traficantes de la muerte” en una entidad y un municipio caracterizado por la impunidad y la incapacidad gubernamental ante la violencia y el asesinato de mujeres.

Podría decirse incluso que este Papa sí vino a hacer política, pero su política, en todo caso, no es de la que se allana ante el poder, pues mientras desde el gobierno del presidente Peña Nieto presionaban hasta el último momento para que los discursos críticos se reservaran hasta su estancia en Ciudad Juárez, en la parte final de su visita, Francisco sacó desde su primer discurso el tono denunciante y contestatario, aun en plena recepción oficial en la sede del Poder Ejecutivo que lo recibía como Jefe de Estado.

¿Qué pasaría si en una recepción oficial, por ejemplo con el Rey de España como jefe del Estado español el Papa habla de corrupción, de narcotráfico o cuestiona a quienes trabajan “solo para su privilegio”? ¿Habría reacción del gobierno español? Porque en México no la hubo. Prefirieron voltear hacia otro lado y hacer como quien ignora que le hablan.

A pesar de la dureza del mensaje papal y las alusiones directas, aquí nadie se pone el saco y entre los destinatarios de las críticas de Francisco prevalece el cinismo. El sábado, en Palacio Nacional, el presidente Peña Nieto escuchó el más duro mensaje que un Jefe de Estado visitante le haya podido dirigir en una recepción oficial. Pero a pesar de ello la respuesta presidencial al discurso del Papa fue un discurso lleno de lugares comunes sobre “el individualismo y el consumismo” y sobre “el encuentro de un pueblo con su fe”, para rematar con una referencia al “Estado Laico”, pero luego decirle: “Su Santidad, México lo quiere”.

Y los mensajes de Francisco apenas comienzan. Hoy estará en Chiapas, en Tuxtla y en San Cristóbal, donde seguro volverá a hablar de la exclusión y marginación de los indígenas en un país y un estado donde hace 22 años se levantó la guerrilla del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y donde mañana se cumplen 20 años de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, signados por el gobierno y aprobados por el Congreso, sobre los derechos de los pueblos indios que aún no se cumplen y son letra muerta. Luego irá a Morelia, donde siguen apareciendo cárteles y autodefensas, a pesar de los costosos operativos federales y donde el gobernador Silvano Aureoles derrochó el presupuesto estatal para la recepción, y rematará en Juárez, donde denunciará el trato inhumano a los migrantes en ambos lados de la frontera.

Pero al final todo indica que, aunque causen furor en las redes sociales y la prensa extranjera, mientras aquí sólo algunos medios se apartan del furor religioso para consignar las fuertes críticas del Papa, al final esos mensajes sólo servirán de catarsis para un pueblo desesperado y urgido de palabras que interpreten y expongan su enorme frustración y dolor ante la impunidad, la incapacidad gubernamental y la injusticia. ¿O alguien cree que la fe sí mueve a gobiernos y a gobernantes corruptos?

sgarciasoto@hotmail.com

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