Cuando José Luis Santiago Vasconcelos dijo en mayo de 2005 que Joaquín El Chapo Guzmán era “mucho muy inteligente” y que tenía “una extraordinaria capacidad de reacción”, el subprocurador antidrogas del gobierno mexicano se quedó corto en su descripción. El narcotraficante de apenas 1.65 metros de estatura demostró no sólo ser más inteligente que todo el gobierno federal y su política de seguridad, sino que, además, se reveló como portentoso ingeniero que en tan sólo 9 meses construyó —solo y sin que “nadie se diera cuenta”— un perfecto túnel subterráneo de 1.5 kilómetros por donde burló la “máxima seguridad” del penal de Almoloya y, de paso, se burló del presidente Enrique Peña Nieto y de todo su gabinete de seguridad.

Una vez más se confirmó que a Peña Nieto las peores cosas le suceden mientras vuela. En noviembre de 2014, en pleno vuelo del avión presidencial hacia China, el presidente recibió en el espacio aéreo internacional la noticia de que aquí en el país se había revelado la existencia de una Casa Blanca en Lomas de Chapultepec, construida y vendida por Grupo Higa, contratista de su gobierno, a su esposa Angélica Rivera en 86 millones de pesos. La madrugada de ayer, otra vez en el aire, Peña escuchó la noticia que él calificaría después, en Francia, como “una afrenta al Estado mexicano”: Joaquín El Chapo Guzmán, el narcotraficante cuya captura fue presumida como el máximo logro de su política antidrogas, se había fugado.

Las crónicas que describían el gesto adusto, serio, del mandatario mexicano cuando el avión TP01 aterrizó en Canadá, en una escala del viaje a Francia, anticipaban el tamaño del golpe que esta fuga representa para la imagen y confiabilidad de un gobierno que apenas se recupera de una grave crisis de credibilidad por los escándalos de corrupción y por casos como el de Ayotzinapa y Tlatlaya. Si la captura de Guzmán Loera en febrero de 2014 fue exaltada y publicitada como “el máximo logro de la política de seguridad” del gobierno de Peña Nieto —con todo y reconocimientos internacionales— la fuga casi épica del capo sinaloense es “el peor fracaso” para esta administración. Su investigación y esclarecimiento ameritaría renuncias de cabezas importantes del gabinete de seguridad y no sólo el castigo a custodios y directivos del penal, como ocurrió con el primer escape de El Chapo de otro penal de “máxima seguridad”, el de Puente Grande en enero de 2001.

Sólo año y medio esta administración pudo retener en la cárcel al narco que la DEA ha considerado “el más peligroso” y que, además del finado Santiago Vasconcelos, periodistas internacionales como el británico-estadounidense Malcom Beith, han descrito como “un hombre muy inteligente y calculador, que pudo haber sido un CEO de una empresa internacional”. Con Vicente Fox, El Chapo sólo necesitó 13 meses para planear, organizar y ejecutar su fuga de Puente Grande, con la que corrompió a todo el sistema carcelario y de seguridad para salir caminando de la cárcel por su propio pie; con Peña Nieto le bastaron 18 meses en Almoloya, y tan sólo 9 meses para obtener planos, introducir maquinaria de excavación y poner a trabajar todo un equipo para construir un túnel perfecto por el que huyó sin ser molestado durante el baño. Eso equipara a los gobiernos de Fox y Peña Nieto en el mismo nivel de ingenuidad, ineficacia y corrupción.

Ayer, dentro y fuera del país, ya se hablaba de la “vergüenza” que esta fuga representa para el gobierno de Peña Nieto. Había voces que pedían que el Presidente suspendiera su visita a Francia y regresara al país, a lo que él mismo respondía desde París que no cancelará su gira, “que es histórica”. Aquí desde el Congreso, senadores pedían la renuncia del secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, que regresó ayer mismo de París para encabezar los operativos de búsqueda y recaptura ordenados por el Presidente. Pero la mejor descripción del ánimo que privaba ayer en el gobierno la hizo el comisionado nacional de Seguridad Pública, Monte Alejandro Rubido, el mismo que tuvo que dar la cara y anunciar ayer por la mañana el vergonzoso escape hollywoodesco del Chapo. “Nuestro trabajo es como el del cuetero”, dijo Rubido a todo su equipo reunido anoche en las instalaciones del Cisen. “Cuando lo hacemos bien nos chiflan y cuando lo hacemos mal también”. Y vaya que la rechifla retumbaba ayer en el país y en el mundo.

sgarciasoto@hotmail.com

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