Fiel hasta el final a su estilo cínico y frívolo, Javier Duarte de Ochoa acudió a la televisión para anunciar su retiro de la gubernatura, cuando debió hacerlo ante el Congreso de su Estado y de frente a sus gobernados a los que les deja, con su renuncia tardía, una entidad saqueada, quebrada, insegura, lastimada y con una descomposición social y política que no tiene precedentes en Veracruz.

Duarte se va, tarde pero se va; pero los veracruzanos se quedan con el profundo daño les que causó  la peor administración que se recuerde en su historia y pasarán años, tal vez décadas para que uno de los estados más ricos del país, pueda recuperarse del brutal saqueó de la “pandilla duartista” que lo deja en la ruina económica.

Qué tan tardía y desfasada en el tiempo será la salida de Javier Duarte, que la noticia que los veracruzanos y buena parte del país esperaban desde hace meses, cuando estallaron los escándalos más graves de corrupción en su gobierno, ya no causó el mismo impacto que hubiera tenido hace un año cuando hasta se habría celebrado su caída. Hoy, sin restarle importancia al hecho y al anuncio de la licencia obligada de un gobernador del PRI, de un estado tan importante, la sensación que queda después de escuchar que por fin se va Duarte se resume en una pregunta que muchos se hacen: ¿y ya para qué?

Porque cuando sólo le quedaba mes y medio en el cargo, la salida obligada del gobernador de Veracruz ya no cambia ni cambiará el enorme daño que le causó al estado y a sus habitantes. Les deja no sólo una administración pública quebrada y llena de deudas impagables con proveedores, beneficiarios de programas públicos y hasta universidades públicas, sino también unas arcas vacías y saqueadas con la enorme sospecha de corrupción que aún tendrá que esperar meses para que las investigaciones de la PGR, a partir de presuntos desvíos señalados por la Auditoría Superior de la Federación, determinen si hubo delitos que perseguir del gobernador y sus colaboradores.

Pero también les deja un estado convulsionado, herido por la violencia, dominado por el narcotráfico y con los índices más altos de secuestros, asesinatos dolosos, extorsión y hasta la cifra más alta de periodistas asesinados que le ha valido ser catalogado como el lugar más peligroso para ejercer el periodismo en un país que ya de por sí es peligroso para este oficio. Podría decirse pues, en resumen, que finalmente se va Duarte, que aguantó y resistió durante más de un año protegido y arropado por el presidente Enrique Peña Nieto y su grupo, que frenaron durante meses las investigaciones y denuncias de juicio político en su contra. Pero aún con su salida tardía y obligada, el daño para Veracruz y los veracruzanos está hecho.

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