Que es un político mediático, por supuesto. Además, él no lo oculta. Por el contrario lo presume. Lo fue como candidato de redes sociales, devoto de Facebook. Lo es ahora como gobernador. Así que lo que algunos han empleado para denostarlo, simplemente lo describe: sí, Jaime Rodríguez El Bronco, ya sin comillas, es por el momento el Rock Star de la política nacional.

Basten los días recientes: el sábado por la noche una multitud se congregó a las afueras del Congreso de Nuevo León en Monterrey. Adentro y casi a la medianoche, rindió protesta como nuevo gobernador constitucional. Una ceremonia en la que el presidente Peña Nieto —en un buen gesto— le envió la representación de primer nivel del mismísimo secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; y en la que era notorio el gesto adusto, hierático, pétreo del gobernador saliente Rodrigo Medina, acusado —junto con su padre— de una corrupción escandalosa. Con él y ante la presencia de atónitos diputados, 367 medios de comunicación e invitados especiales, El Bronco fue implacable: “se les acabó la fiesta a los bandidos”; “hemos encontrado la casa sucia, las columnas derruidas, cayéndose y para acabarla de amolar, hipotecada con 100 mil millones de pesos en deuda; pero no es el tiempo el que castigó nuestra casa, sino la corrupción sin llenadera de los que se creyeron reyes y no gobernantes”. A metro y medio de distancia, el ya ex Medina practicaba el viejo arte priísta de tragar sapos sin hacer gestos. Luego Jaime Rodríguez se comprometió a “limpiar la casa sucia, recuperar el orgullo de Nuevo León y a construir el puente más largo del mundo, entre los ricos muy ricos y los 140 mil nuevoleonenses que sobreviven apenas en la pobreza extrema”. Poco después ya en su oficina del Palacio de Gobierno, le pegó un letrero al trono que ocupara su antecesor: “Peligro, el que se siente aquí se enferma de poder y soberbia”; luego mandó la silla a un museo.

Al día siguiente y ya como gobernador en funciones, El Bronco encabezó una cabalgata de cientos de jinetes a lo largo del lecho seco del río Santa Catarina hasta llegar a la Arena Monterrey. Ahí, frente a una decena de gobernadores entre los que destacó Miguel Ángel Mancera y ante miles de sus seguidores, decretó la segunda Independencia de México. Pero escuchó también los gritos de “¡Medina a la cárcel!”.

Y aquí empiezan las broncas del Bronco. ¿Se atreverá el gobernador Rodríguez a investigar y en su caso encarcelar a Medina y su padre? Una demanda que allá en Nuevo León se escucha en todas partes y a la que él se comprometió: “si alguien cometió un crimen, que dé la cara al pueblo y que responda a la ley, sea quien sea”.

Pero hay otras broncas: ¿Cuál será su relación con el gobierno federal priísta de Enrique Peña Nieto, considerando el affaire Medina? ¿Cómo piensa lidiar con un Congreso donde la mayoría de los diputados pertenecen al PRI y al PAN, partidos a los que El Bronco aplastó en las urnas como candidato independiente? ¿Qué reglas del juego operará con el poderosísimo sector empresarial y financiero regiomontano?

Aunque la bronca más importante de todas es: ¿cómo piensa hacerle para darle gobernabilidad a un estado en quiebra y al mismo tiempo ser un candidato viable en 2018?

Porque en eso sí, no hay la menor duda: Jaime Rodríguez El Bronco está en el arrancadero por la Presidencia de la República.

Periodista.

ddn_rocha@hotmail.com

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