Y él está empeñado en demostrarlo cada día. En apenas seis meses ha hecho de su gobierno un desastre, de su gabinete una vergüenza y de la Casa Blanca un caos.

Por si fuera poco, sus desplantes fantoches y su grosera ignorancia han provocado que los medios más importantes reconozcan que su presidencia es un motivo de vergüenza para Estados Unidos. Por lo que se ha convertido en una amenaza gigantesca: Donald Trump es el imbécil más poderoso del mundo; en otras palabras, es el más poderoso de todos los imbéciles.

Cuando a finales de enero escribí: Trump: imbecilidad de alto riesgo, hasta algunos queridos amigos me dijeron que me había sobregirado y que era una falta de respeto; que debíamos esperar cómo actuaría ya al frente del gobierno. Y he de reconocer que tenían razón: Trump es cada minuto más imbécil, esférico, desde cualquier punto que se le vea y con iniciativa, haciendo más imbecilidades cuanto más temprano se levanta.

He de recordar que aquel primer artículo estuvo basado en el libro: Trump: ensayo sobre la imbecilidad, que establece la condición de imbécil no como sinónimo de torpe, sino de arrogante, abusivo, intolerante, mentiroso e insensible. Aunque yo mismo llegué a pensar que a su filósofo y filoso autor Aaron James se le había pasado la mano. Pero ahora resulta que él y yo y todos quienes lo hayamos leído debemos aceptar que se quedó corto en cuanto al montón de evidencias sobre imbecilidad que el presidente de Estados Unidos ha venido acumulando escandalosamente:

—Tan sólo hasta ahora Trump ha hecho 15 cambios del más alto nivel en áreas tan fundamentales como justicia, comunicación y el FBI. En algunos casos mofándose o humillando a los removidos.

—El Russiagate lo ha desnudado como un tramposo sin escrúpulos, que usa a su familia sin pudor alguno. Y su defensa ante los medios, con argumentos tan absurdos como falaces, lo hunden cada vez más.

—Por cierto, según un estudio del Washington Post, Trump dice un promedio de 4.6 mentiras cada día. Y no se crea que desde sus tiempos de candidato cuando éstas son habituales en las campañas. No. Ya ganador mintió desde que dijo que su victoria fue la mayor desde la era Reagan, cuando la verdad es que Obama y Bush tuvieron más votos electorales que él. Lo grave es que ya como presidente ha mentido flagrantemente para desacreditar uno de los mayores éxitos de política social de su antecesor, el Obamacare, que ha permitido a millones de estadounidenses acceder a servicios de salud; mientras que en el plano internacional ha mentido en temas torales como la OTAN provocando la irritación o la burla de los jefes de Estado europeos.

Ahora Trump acaba de mentir de nuevo al asegurar que el presidente Peña Nieto le llamó para decirle que cada vez menos centroamericanos cruzan por nuestra frontera sur para intentar llegar a Estados Unidos. Lo cual, dice Trump, es un halago a sus políticas antiinmigrantes. Algo que la SRE se ha apresurado a desmentir, asegurando que la última vez que los mandatarios hablaron del tema fue personalmente en la cumbre del G20 en Hamburgo el 7 de julio. Pese a esta nueva patraña hay quienes piensan dentro y fuera del gobierno que nos conviene que Trump continúe en la Casa Blanca. Porque mientras siga entretenido con su gobierno desastroso, menos tiempo tendrá para jodernos a los mexicanos. O sea, las ventajas de la imbecilidad.

Periodista.
ddn_rocha@hotmail.com

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