El arma homicida fue un vehículo BMW de color blanco. Murieron cuatro personas, dos hombres y dos mujeres. Todos menores de 35 años: Claudia Reyes Millán, Karla Saldaña Sánchez, Luis García Heredia y Carlos Martínez Zorrilla.

El conductor aceleró hasta alcanzar 150 kilómetros por hora y luego enfiló contra un poste. José Salomón Villuendas Adame sobrevivió y hoy debe enfrentar a la justicia, ya que por su imprudencia cuatro familias velan a sus hijos muertos.

Hay dos maneras de contar esta historia. Una es lamentar la obra del azar y llamar accidente a este doloroso episodio. La otra es encontrar detrás de tan insoportable irresponsabilidad razones que se remontan a una trama más antigua.

Dadas las particularidades que rondan la biografía del conductor es grande la tentación de aproximarse a este drama a partir de la segunda ruta.

¿Por qué alguien se atrevería a conducir en estado inconveniente, a muy alta velocidad, por la avenida Reforma un viernes por la noche? ¿Qué desconexión con la realidad y sus consecuencias serían necesarias para arriesgar así la vida de cinco personas, incluida la propia? ¿Cuántas veces antes Villuendas Adame desafió las reglas —de la física o de la buena convivencia social— y salió bien librado?

De todas las preguntas que puede uno cavilar hay una que parece principal: ¿hace cuántas generaciones comenzó a gestarse la imprudencia asesina de José Salomón?

Este accidente volvió pública la biografía del padre del conductor, un ex policía judicial, empresario perseguido en varias ocasiones por la justicia y un promotor de futbol que cuenta con una larga lista de enemigos.

El nombre de José Luis Villuendas Álvarez saltó primero a las planas de los diarios de nota roja en el año de 1985. Entonces trabajaba como policía en la Procuraduría Judicial del Distrito Federal y tenía fama de torturador. Tuvo que dejar ese empleo porque, cuando por el terremoto cayó el edificio donde se alojaba esa dependencia, bajo los escombros se descubrió a un grupo de personas colombianas que habían sido atormentadas para arrancarles alguna confesión.

La autoridad a cargo de estos extranjeros era José Luis Villuendas Álvarez. El escándalo fue tanto que la procuradora de aquella época, Victoria Adato, se vio obligada a correr al verdugo.

Tres años después el policía Villuendas se reinventó. Abrió una oficina dedicada a la investigación privada y también al blindaje de vehículos. Desde entonces la empresa Servicios Programados de Seguridad SA de CV se promocionó como un despacho de detectives que podían espiarlo todo, desde amantes infieles hasta secretos industriales.

El ex verdugo se supo vender bien en una época en que el problema de la inseguridad comenzó a hacer ricos a tantos villanos. Abrió primero oficinas en Guadalajara y luego en Toluca, en la CDMX y también en Morelos. Ahí donde Villuendas tenía conexiones políticas su empresa multiplicó los ingresos.

Con una memoria institucional tan débil como la que padece el Estado mexicano, las acusaciones contra el torturador de colombianos se extraviaron sin consecuencia.

Fue por esas fechas que nació su hijo José Salomón. Mientras el padre se reía a carcajadas de las acusaciones que pesaban en su contra daba comienzo la educación emocional del conductor del BMW.

Cuando José Salomón cumplió 13 años, su padre obtuvo el contrato más importante de su carrera como empresario. El aeropuerto de la CDMX empleó a su empresa para que se hiciera cargo de la seguridad de sus instalaciones.

Poco tiempo después estalló un grave escándalo que, entre otros actores, involucró a Servicios Programados. Imágenes grabadas en el aeropuerto hicieron público el jugoso negocio del tráfico de inmigrantes que ocurría en ese lugar.

Cuatro años después —cuando José Salomón estaría por terminar la preparatoria— el gobierno federal emitió una orden, para todas sus oficinas, con objeto de prohibir la contratación de José Luis Villuendas y sus empresas debido a presuntas actividades fraudulentas.

ZOOM: Podría pensarse que los 150 kilómetros alcanzados por el BMW, el choque y la muerte de cuatro seres humanos no tuvieron absolutamente nada que ver con la historia del padre del conductor. Y sin embargo, ¿cómo deslindar una educación impartida en el aula del autoritarismo, la arbitrariedad y la inconciencia —propias del Mirreynato moral que nos gobierna— del trágico episodio sucedido la madrugada del viernes pasado?

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@ricardomraphael

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