Dice el refrán que en arca abierta hasta el más justo peca. ¿De qué tamaño sería el robo si no se tratara de un cofre con monedas de oro sino de la cueva de Ali Babá y los cuarenta ladrones?

El caso de las medicinas apócrifas distribuidas en los 29 hospitales de Veracruz que atienden a los beneficiarios del Seguro Popular advierte cuán podrido y corrupto está el sistema de compras en el sector salud (EL UNIVERSAL, 18 de enero de 2017).

Antier declaró el secretario José Narro que está preocupado por la desconfianza que este episodio pueda traerle a las instituciones sanitarias del país. Tiene toda la razón en alarmarse porque hay evidencia suficiente de que, al menos en Veracruz, los niños enfermos de cáncer no importan nada al Estado mexicano.

La compra de medicinas en manos de autoridades locales es un negocio extraordinario para una larga red de funcionarios corruptos, desvergonzados y probablemente también asesinos.

Sirva por lo pronto Veracruz para denunciar un patrón extendido. La historia comienza con un hombre llamado Andrés Guillermo Beceiro Delfín, quien en el año de 2003 obtuvo un modesto puesto como ejecutivo de ventas en la compañía Labbsa S.A. de C.V. Como carta de presentación dijo a sus patrones que su padre, Andrés Beceiro López, era muy amigo del entonces gobernador, Fidel Herrera Beltrán.

Tres años después el ejecutivo de ventas logró un contrato importante para proporcionar equipo de diagnóstico y vender reactivos en varios laboratorios del estado. Labbsa era entonces una compañía con más de diez años de experiencia y distribuía insumos médicos en varias entidades del país. Cabe sin embargo aclarar que no surtía medicamentos de ningún tipo. Vendía reactivos para análisis de sangre, pero no tenía fármacos en su catálogo.

En 2010 Javier Duarte se convirtió en gobernador de Veracruz y nombró a un amigo íntimo, Ricardo Sandoval Aguilar, director administrativo de la Secretaría de Salud en el estado. Hoy Sandoval es un prófugo famoso porque solía exigir que los proveedores le entregaran entre el 30 y 35 por ciento de comisión, en efectivo, antes de pagar las facturas pendientes de cobro. El tamaño del moche es exorbitante si se calcula que durante la administración de Duarte esa oficina administró recursos por al menos mil millones de pesos.

En abril de 2011 el cotidiano Notiver denunció que Beceiro había ganado contratos por medio de licitaciones chuecas a través de su empresa Especialidades Médicas del Sureste S.A. de C.V. Fue hasta ese momento que los directivos de Labbsa tomaron conciencia del hampón que tenían como ejecutivo en Veracruz. Y es que, a espaldas suyas, Beceiro había crecido negocios propios.

Después de la publicación de Notiver se terminó la relación laboral entre Beceiro y Labbsa. No obstante, a pesar del escándalo de abril, en el mes de julio de 2011 otra empresa de Beceiro, Grupo Empresarial Hebernen S.A. de C.V., obtuvo un voluminoso contrato para seguir abasteciendo a los laboratorios de los hospitales públicos veracruzanos. En simultáneo comenzaría también a vender medicamentos para curar cáncer infantil.

Con estos negocios, en muy poco tiempo el antiguo ejecutivo de ventas amasó una fortuna grande. Adquirió propiedades lujosas en Jalapa y alrededores. Ostentaba sin recato novias, carros y joyas. También se hizo de una mansión en Houston a la que viajaba en avión propio.

El verdadero negocio de Beceiro fue surtir a los hospitales veracruzanos con frutilupis caducos y piratas, en vez de medicamentos. La Secretaría de Salud federal habla de 17 toneladas de medicinas inservibles. De su lado, la farmacéutica Roche asegura que tales productos no fueron fabricados en sus laboratorios —como Beceiro quiso hacer creer— y tampoco contienen la sustancia activa que presumen.

¿Cómo explicar que el sistema veracruzano de salud haya adquirido estos productos sin importar su origen, la sustancia activa o la fecha de caducidad? La explicación podría darla Ricardo Sandoval, quien cobró cantidades ingentes como comisión y repartió ese dinero muy arriba, en el escalafón gubernamental veracruzano.

¿Por qué la Cofepris se hizo de la vista gorda con respecto a estas operaciones? Esta es una pregunta aún más interesante y que todavía no tiene respuesta.

Sería ingenuo pensar que Veracruz es un caso único de corrupción. Si el Seguro Popular es una cueva hinchada de dinero y sin controles, lo más probable es que este proceder sea norma y no excepción.

ZOOM: Tiene razón el doctor José Narro en preocuparse. Hay que desconfiar de las instituciones de salud en el país. Sobre todo de aquellas administradas por facinerosos disfrazados de funcionarios públicos.

www.ricardoraphael.com

@ricardomraphael

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