Durante las horas posteriores a la tragedia de Nochixtlán circuló en las redes sociales la imagen de un sujeto a punto de lanzar por los aires un tlacuache que tenía agarrado de la cola.

Alguien con ánimo torcido decidió desinformar advirtiendo que ese individuo era un maestro disidente dispuesto a agredir a la policía con el animal.

Horas después la revista Vice produjo un mensaje, también a través de las redes, aclarando que esa foto había sido publicada en sus páginas seis meses atrás, y fue tomada durante una fiesta regional en el estado de Yucatán.

Este timo no es único a propósito de lo ocurrido el domingo 19 de junio en Nochixtlán. Son varias las mentiras —o las verdades a medias— que han sido colocadas deliberadamente para enterrar la realidad.

El conocimiento confuso no sólo se debe a la naturaleza de los acontecimientos, sino a una estrategia deliberada para proteger a los responsables de la masacre.

Entre la chatarra informativa que fue arrojada sobre el origen de las muertes y los heridos destacan las declaraciones de Enrique Galindo Ceballos, el jefe de la Policía Federal.

Galindo dijo primero que la policía no llegó armada. Pocas horas después la prensa internacional exhibió al funcionario con fotografías de sus subordinados portando armas de alto calibre a temprana hora de la mañana.

Galindo mintió de nuevo argumentando que 800 efectivos cayeron en una trampa orquestada por 2 mil pobladores. Frente a este dicho las matemáticas traicionan al jefe policiaco. Es difícil suponer que en Nochixtlán coincidieran aquel día —en el mismo tiempo y punto geográfico— un número tal de pobladores.

Se dijo también que el enfrentamiento de la fuerza pública fue contra maestros disidentes de la CNTE, pero el día posterior el gobernante oaxaqueño, Gabino Cué, desmintió esa información al comentar que entre las personas que perdieron la vida no había maestros.

Igual se acusó a los participantes de la protesta por atacar con armas AK-47 a los representantes del orden. Pero nadie ha aportado pruebas de ello.

La autoridad hizo correr luego la versión de que la policía fue atacada por francotiradores apostados en edificios altos de Nochixtlán.

Dada la trayectoria previa de mentiras cabe dudar igualmente de esta explicación.

No es novedad que las fuerzas mexicanas del orden busquen acomodar a su favor la mecánica de los hechos violentos en los que participan, pero esta vez las cosas se les han complicado.

Hasta hoy el único acuerdo entre el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong —jefe directo del comandante Galindo— y los líderes de la CNTE es esclarecer lo sucedido en Nochixtlán.

Cabe precisar que no es todavía tema de la negociación la reforma educativa o el conflicto magisterial. Tanto los familiares de las víctimas como los representantes de los maestros arrancaron al gobierno un solo compromiso: esclarecer la verdad de la masacre.

Si esta condición no se cumple nada más va a prosperar.

Miguel Ángel Osorio debe responder a una pregunta compleja: ¿ocurrieron las cosas tal como dice Galindo? ¿O la realidad fue muy diferente?

Para que sea confiable la explicación que se entregue no podrá ser un discurso divorciado de pruebas periciales y científicas. Si la Policía Federal insiste con sus mentiras, el movimiento social nacido en Oaxaca y Chiapas no hará más que crecer.

El problema radica en que el conocimiento de la verdad podría llevar a la renuncia de Galindo y en tal caso el secretario de Gobernación tendría que apechugar con el tramo de responsabilidad que le toca. ¿Será capaz Osorio de actuar en contra de sí mismo?

ZOOM: la justicia es una paloma que vuela a suficiente altura para que los de abajo jamás la vean y no tan alto como para que los de arriba deban preocuparse. ¡Mejor sería que la justicia fuera un tlacuache!

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