El odio de la curia católica mexicana contra los homosexuales es cada día más repulsivo. Desafían los altos jerarcas de esta Iglesia la misericordia y compasión predicadas desde el Vaticano, a la vez que envilecen con su participación la vida política del país.

No encuentro ningún otro tema que haya cohesionado a los prelados como este odio. Menor relevancia para ellos tienen la pobreza, la violencia, el privilegio o la injusticia cuando estos otros asuntos no han sido capaces de convocar mil homilías, ni al coro de declaraciones de obispos y arzobispos.

Contrasta cuando el descarte de los derechos de las personas homosexuales sí es capaz de despertar el volcán de furia de las sotanas rojas.

Declaró la semana pasada Norberto Rivera que la iniciativa del presidente Enrique Peña Nieto a favor del matrimonio igualitario es “profundamente inmoral” y también “antidemocrática”.

Para justificar su prejuicio este señor cita la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia del papa Francisco; un texto que Rivera leyó sólo superficialmente.

En su homofobia este jerarca perdió de vista el documento que en octubre de 2014 dio a conocer la Asamblea de Obispos desde el Vaticano y que a la letra dice: “los homosexuales tienen dones y atributos que ofrecer y la Iglesia debería desafiarse a sí misma y encontrar un espacio fraternal para ellos”.

También desconoce que en el numeral 52 del Amoris Laetitia dice: “Debemos reconocer la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar estabilidad”.

Es cierto que ahí mismo el Papa advierte que la Iglesia no puede equiparar las uniones entre personas del mismo sexo al matrimonio entre un hombre y una mujer pero en ningún momento propone que esta creencia católica deba ser observada por la autoridad civil.

Y no lo hace porque se necesita algo de humildad frente a lo que el mismo Papa llama “el inagotable misterio del matrimonio y la familia”.

Norberto Rivera es un homófobo sin remedio pero no es el único del club. También el obispo de Veracruz, Luis Felipe Gallardo Martín, se sumó a la horda inquisidora cuando declaró que, durante la jornada electoral, la derrota del PRI en Veracruz se debió —no a la corrupción depredadora de Javier Duarte— sino a la iniciativa presidencial del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Al parecer la ignorancia de estos líderes religiosos sobre los asuntos metafísicos es tanta como la que padecen con respecto a la realidad tangible.

A manera de refutación cabe revisar dos argumentos: Primero, en Chihuahua Javier Corral, el candidato del PAN que ganó la gubernatura, dio arranque a su campaña el 10 de abril acompañado del movimiento lésbico-gay. Al día siguiente del evento que realizó en Ciudad Juárez todos los medios pusieron en primera plana al entonces aspirante panista junto a la bandera del arcoíris.

¿Será que la cultura chihuahuense es más progresista que la de Veracruz o de plano el obispo Gallardo Martín no entiende nada? La defensa de los derechos de las personas homosexuales no afectó a Corral y en todo caso el tema lo habría ayudado a triunfar.

Otro caso fue el de Aguascalientes. En esa entidad la candidata priísta Lorena Martínez repudió la iniciativa presidencial a favor del matrimonio igualitario y perdió.

De cabo a rabo erran quienes creen que son mayoría los que discriminan, desechan y descartan a las personas por su preferencia sexual. Fueron ellos los derrotados en las urnas.

Dice Francisco Labastida que él habría renunciado a la Secretaría de Gobernación si en su tiempo le hubieran pedido respaldar esta ley. Sorprende que un hombre atacado por las pulsiones homófobas de Vicente Fox ahora se ponga del mismo lado de su viejo adversario.

ZOOM: El odio contra la homosexualidad llevó a que ayer en Orlando murieran 50 personas en un ataque terrorista. Contra esos que profesan la intolerancia no es fácil devolver misericordia, aun si —como los terroristas de ISIS— presumen ser profetas de Dios.

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@ricardomraphael

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