Tres movimientos en el margen del rompecabezas. Se equivocó quien haya pensado que los cambios en el gabinete afectarían las fichas centrales. Al parecer Enrique Peña Nieto llegará hasta el final con sus dos principales colaboradores. Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray gozan de excelente salud política. No importa cuanta agua caiga sobre sus milpas, a ellos no les toca mojarse.

Entre las mudanzas destaca la dirección general de Pemex. El arribo de José Antonio González Anaya a la paraestatal envía un mensaje fuerte a quien quiera oírlo. Si este funcionario fuera doctor, se dedicaría a tratar la obesidad. Tiene talento para reducir grasa en las instituciones públicas. En el IMSS combatió y ganó a los cárteles de las farmacéuticas y otros proveedores que vivían como parásitos del presupuesto. Va este cirujano ahora a jugar el mismo papel en una empresa que no solo padece obesidad burocrática sino también corrupción crónica y una eventual bancarrota.

El premio al doctor José Narro es evidente. Ha sido un excelente funcionario universitario y un operador magistral para resolverle al presidente más de una crisis grande. Merece sin duda la medalla de secretario de salud. Algunos sin embargo quisiéramos que ese nombramiento significara algo más: la llegada de un político experto para echar a andar la reforma pendiente en materia de salud. ¿Será ingenuo siquiera pensarlo?

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