Su aspiración para el 2018 topó con pared y esa pared tiene nombre: Agustín Basave, presidente nacional del PRD.

El actual mandatario de Puebla juega para obtener la silla grande casi desde el primer día en que comenzó su responsabilidad como gobernador.

Nunca escondió las cartas: se miró a sí mismo como candidato de unidad bajo las siglas de varios partidos, sobre todo del PAN y el Sol Azteca.

El anterior presidente de Acción Nacional, Gustavo Madero, no cortó sus alas. Tampoco lo hizo Carlos Navarrete, ex líder nacional perredista.

Pero con el cambio de las dirigencias en ambos partidos la suerte comenzó a descomponerse para él.

A la salida de Madero, Ricardo Anaya marcó distancia con el mandatario poblano. El nuevo dirigente panista no asumió los compromisos que su predecesor había pactado. Fue entonces cuando Moreno Valle sobre reaccionó colocando a su esposa, Erika Alonso Hidalgo, como dirigente estatal. De esta manera logró acotar a la dirección nacional albiazul dentro del territorio poblano.

Tal jugada, un tanto heterodoxa, no cayó bien dentro del PAN, pero sus jerarcas prefirieron guardar silencio para no traer luz pública sobre un problema de casa.

El gobernador quiso proceder de manera similar con respecto al PRD. No puso al frente de esta fuerza política a un pariente, pero buscó manipular a algunos de sus principales cuadros locales.

Esta semana el Comité Nacional del Sol Azteca, en voz de su presidente Agustín Basave, denunció que el Ejecutivo poblano había intentado comprar a los representantes de los órganos locales para someter las decisiones del PRD a sus caprichos políticos. Y se negó en redondo a validar las pretensiones injerencistas del gobernador.

No debe suponerse esta negativa como un rompimiento de las demás alianzas ya pactadas entre el PAN y el PRD. Cada entidad federativa está siendo negociada por méritos propios y al parecer en Puebla hay razones de peso para que ninguno de los dos partidos quiera concurrir en matrimonio a los próximos comicios.

En el caso del PRD la cuestión es simple: no se mira con buenos ojos una candidatura impuesta por un gobernador que no proviene de sus filas.

De paso y más importante, Agustín Basave hizo un gran favor a su nuevo amigo y aliado, Ricardo Anaya.

Sin alianza PAN-PRD es probable que sea el PRI quien obtenga el triunfo este año en Puebla. La fotografía de las últimas encuestas corrobora tal hipótesis. El PRI tiene mayor preferencia que el PAN o el PRD, si los dos últimos partidos acuden por separado.

De su lado, la dirigencia de Acción Nacional sabe que no cuenta con la fuerza necesaria para arrebatarle al actual gobernador la decisión sobre quién será el candidato panista para la gubernatura poblana.

Prefiere entonces maniobrar para que Moreno Valle pierda en su apuesta. Y lo hace siguiendo un cálculo simple: si este gobernador es derrotado en 2016 frente al PRI, nadie querrá verlo en la boleta de 2018. Sería por tanto el fin de sus aspiraciones presidenciales. Esto es precisamente lo que Anaya y otros panistas prefieren: nunca dejaron de ver al poblano como un político priísta disfrazado sólo por conveniencia de color azul. Mejor perder Puebla y no el partido.

ZOOM: La ambiciosa complicidad entre Ricardo Anaya y Agustín Basave ha comenzado a mostrar el colmillo. Ambos políticos tienen convicción de que en este caso ganaron perdiendo. Y quizá lleven razón.

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@ricardomraphael

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