Pasada la elección de 2012, el jefe nacional del PAN, Gustavo Madero, gritó que el PRI “ganó a billetazos” la contienda presidencial. Luego dijo que a pesar de las reformas electorales de los últimos 20 años, los gobernadores seguían manipulando los procesos electorales.

Por eso —y para acabar con la perversión—, propuso una nueva reforma electoral que —según dijo—, impediría que los institutos estatales electorales fueran capturados por los gobernadores, además de facultar al viejo IFE para seleccionar a los consejeros electorales locales y para intervenir en las elecciones de los estados.

Sin embargo, a la vuelta de los meses, la reforma electoral de Madero resultó un escandaloso fracaso y se confirmó —como lo dijimos en su momento—, que Madero inventó una reforma inútil, sólo para ganar reflectores y bonos que le permitieran seguir al frente del PAN.

¿Por qué fracasó la reforma electoral de Madero?

Resulta que en elecciones estatales como la de Colima —que se llevó a cabo en junio pasado—, el PRI cometió las mismas tropelías y marranadas que lo caracterizaron en tiempos de la antidemocracia, el autoritarismo y el partido único.

A los ojos de todos; a los ojos del nuevo INE, de la democracia y la pluralidad partidistas; de la “moderna” reforma electoral y a los ojos de las redes sociales y de los severos críticos del PRI, el gobierno priísta de Colima llevó a cabo la más grosera elección de estado que se recuerde en décadas. Bueno, en el colmo de la regresión político-electoral, el PRI llevó a votar a miles de muertos.

Lo simpático es que nadie dijo nada —el 18 de junio denunciamos el cochinero y dijimos que habían votado los muertos—; ninguna autoridad alzó la voz; a ninguna red social le importó el atropello del gobierno de Colima; y nadie fue capaz de denunciar que la libertad de expresión está secuestrada por el gobierno priísta de Mario Anguiano Moreno, quien a billetazos tiene controlados a los medios locales.

Todos callaron a pesar de que el mayor atropello se produjo en vivo y en directo por uno de los noticieros estelares de la ciudad de México. Resulta que la presidenta del Instituto Electoral local anunció en ese informativo la victoria del candidato del PAN, Jorge Luis Preciado, por una diferencia de 500 votos sobre el candidato del PRI.

Sin embargo, luego del anuncio oficial —y tras una reunión con los enviados del gobernador—, la funcionaria electoral seleccionada por el INE dizque para que el gobierno estatal no la controlara, cambió el resultado y le dio el triunfo al PRI.

El gobernador de Colima cambió el resultado de manera grosera y arbitraria. Y para justificar la trampa, llenó boletas y listas de escrutinio en las que votaron muertos e indocumentados. En suma, se produjo la más insultante elección de Estado de los tiempos modernos. ¿Y la nueva ley electoral? ¡No sirve de nada!

Pero hay más. El gobernador Anguiano también compró al tribunal electoral. Por eso, la impugnación de esa elección debió llegar hasta la Sala Superior del Tribunal Federal Electoral que —si resiste las presiones del PRI y del gobierno federal—, pudiera anular todo el proceso.

Tampoco termina el escándalo. Apenas en días pasados, el gobernador de Colima ordenó al Congreso local aprobar un crédito por casi 2 mil millones de pesos. La policía debió rodear la sede del Congreso para impedir que los opositores votaran contra el endeudamiento de última hora. En seis años la deuda de Colima pasó de 300 millones a 7 mil millones.

Lo más podrido del PRI. Al tiempo.

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