Desde que hizo suyo el despacho de la Secretaría de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong colocó en un lugar visible de su escritorio un pequeño cuadro con la siguiente frase, grabada en alto relieve. “In war, you can only be killed once. But in politics many times”.

Como saben, es el clásico de Winston Churchill: “En la guerra te pueden matar una vez; en política muchas veces”.

Y como también saben, el titular de Gobernación es un profesional de la política; un profesional que en el primer minuto después de la fuga de Joaquín Guzmán Loera El Chapo, entendió que políticamente lo habían matado. Pero también entendió que en política ni las derrotas ni las victorias son para siempre.

Y la muerte política de Osorio —como también está claro—, no sólo era por su eventual caída de la titularidad de Gobernación. No, su muerte política era que con la fuga de Guzmán Loera se escapaban todas las posibilidades de aspirar a la candidatura presidencial del PRI para 2018. Esa sería la verdadera muerte política.

Acaso por esa razón, cuando Osorio informó al presidente Peña Nieto sobre la fuga de El Chapo —le comunicó la fuga por mensajito—, fue cuidadoso en extremo con el uso de las palabras. Primero lamentó informar al presidente de ocurrido, luego aceptó toda la responsabilidad de la fuga y, al final, planteó el único compromiso posible; la palabra empeñada en la recaptura de El Chapo.

Hoy nadie sabe dónde está El Chapo. Nadie sabe si las instituciones del Estado serán capaces de recapturarlo. Nadie puede asegurar que ya sea Miguel Osorio o cualquier otro integrante del gabinete presidencial, pueda ser capaz de la recaptura.

Pero si se saben dos variables fundamentales para la sucesión presidencial de 2018.

1. Que cualquiera que sea el escondite de Joaquín Guzmán Loera —de la calidad que se quiera y con lujos y/o carencias que se le antojen—, lo cierto es que el narcotraficante está condenado a vivir en otra cárcel; la cárcel del eterno perseguido. Y es que la afrenta que significó para todo el Estado mexicano sus fugas, lo convirtió en algo mucho más prioritario que el hombre más buscado.

Hoy la captura de El Chapo no solo es razón de Estado, sino que —sobre todo—, es razón política de supervivencia para el gobierno de Enrique Peña Nieto y de reinvención para un secretario de Gobernación que se niega a la muerte por razones políticas.

2. La segunda certeza que provocó la fuga de El Chapo frente a la sucesión presidencial, es el peso específico y la importancia política que tenía Miguel Osorio y el peso que pudiera tener en los meses por venir.

Y es que ante la muerte política de Osorio por la fuga del jefe del Cártel del Pacífico, sacaron la cabeza y metieron la mano todos aquellos que ven al titular de Gobernación como una amenaza para 2018. En pocas palabras, que Osorio sabe hoy no sólo “de qué lado masca la iguana”, sino que tiene claro quiénes son sus aliados, quiénes sus enemigos y cuáles los grupos a los que debe combatir.

Sabe, por ejemplo, del fuego amigo que atizó la hoguera en su contra al segundo minuto de la fuga de El Chapo; sabe que la poderosa “tríada” ya no existe y que —de ahora en adelante—, cada uno de los integrantes del gabinete y aspirantes presidenciales se rascarán con sus propias uñas.

Pero Osorio también sabe que en su equipo de colaboradores existen traiciones, deslealtades e ineficacias que de seguir como hasta ahora harán imposible no sólo la captura de El Chapo, sino el milagro de que Osorio se levante y camine rumbo a 2018. Al tiempo.

Twitter: @ricardoalemanmx

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