A pesar de que la presión mediática interesada insiste en no dar crédito a ninguna otra versión que no sea la de un supuesto “crimen de Estado” —en el caso del quíntuple homicidio de la Narvarte—, lo cierto es que las evidencias de la investigación de la PGJDF apuntan cada vez con mayor fuerza a la teoría de que habría sido una venganza —disfrazada de robo— entre narcomenudistas.

Y es que según la cronología de hechos que en días recientes han difundido distintos medios —el pasado viernes la página especializada Letra Roja ofreció la narración más completa—, son abundantes las evidencias de que el fotorreportero Rubén Espinosa estuvo en el lugar equivocado, a la hora equivocada y que el objetivo del asalto, el robo y el crimen era la ciudadana colombiana, quien según las distintas periciales se dedicaba al narcomenudeo.

De la misma manera —y si es que se hubiese tratado de un crimen dirigido al fotoperiodista, como especulan voces interesadas en distorsionar la verdad histórica—, en las horas previas al asalto en Luz Saviñón 1909 —en la colonia Narvarte—, existen muchos momentos en los que se hubiese podido cometer el crimen sin comprometer a personas inocentes, sin provocar el escándalo mediático y, sobre todo, sin necesidad de llegar a cinco muertes.

Las dudas. Según la cronología de Letra Roja, la historia del multihomicidio “comienza la noche del jueves 30 de julio cuando el fotoperiodista Rubén Espinosa y su amigo Antonio Contreras Durán permanecieron bebiendo y departiendo hasta las 2 am, cuando los empleados del lugar exigieron el pago de la cuenta porque el servicio había terminado”.

Según la declaración de Antonio Contreras Durán la plática versó, entre otras cosas, sobre la situación de Rubén, quien le dijo a su amigo que estaba desempleado, “tengo meses sin trabajo, apenas una que otra colaboración”. Esa declaración contradice que fuera empleado regular en distintos medios. Acaso habría sido en algún momento colaborador.

Dice la cronología de Letra Roja, que Antonio y Rubén se trasladaron del Centro Histórico del Distrito Federal a Luz Saviñón en un taxi. Que llegaron y antes de subir compraron más bebidas, y que estuvieron bebiendo hasta las diez de la mañana. Además, en ese lapso consumieron mariguana y cocaína. Esa pequeña convivencia es la que referían las primeras versiones que hablaban de “una fiesta”.

En realidad fue una fiesta de sólo tres personas, que terminó cuando Esbeydi se fue a trabajar y cuando llegó la empleada doméstica. Poco después de las diez de la mañana —siempre según la narración de Letra Roja—, Rubén Espinosa y Antonio Contreras decidieron retirarse de Luz Saviñón. Ya en la calle, desde la ventana los despidió la activista.

“Caminaron por Luz Saviñón hasta un puesto de vigilancia policiaca, le preguntaron a un policía de turno que si estaba más cerca el Metro, el Metrobús o algún otro sistema de transporte. El policía les dio las instrucciones y siguieron caminando. Un par de cuadras adelante, el periodista le dijo al amigo que la estación más cercana estaba muy lejos. “¿Sabes qué? Yo mejor me regreso. No tengo sueño. Además no me caerían mal otros tragos”, le dijo. El video que tiene en su poder la autoridad muestra el regreso de Rubén Espinosa cerca de las 11 am a Luz Saviñón.

Es importante toda la primera parte de la cronología, porque deja ver que si —como muchos especulan, los matarifes de Duarte estaban cazando al periodista— lo pudieron amagar en las calles del Centro Histórico, en la puerta de Luz Saviñón a las 2 de la madrugada; cuando salió y regresó entre las 10:00 y las 11:00. ¿Por qué esperar para matarlo hasta pasadas las 14:00 horas?

Las verdades. Según la misma cronología, los presuntos criminales llegan a Luz Saviñón 1909 pocos minutos después de las 14:00 horas. En el video se ve a uno de ellos hablar desde su celular. Hoy se sabe que ese hombre lleva por nombre Abraham y se dedicaba a acomodar automóviles en un centro comercial.

También se sabe que un teléfono celular encontrado en la recámara principal del departamento 401 de Luz Saviñón, presuntamente propiedad de Mile Virginia Martín, registra una llamada a la misma hora que habló Abraham desde la calle y quien le habría pedido que abriera la puerta por el interfón.

Ese mismo teléfono contiene el registro de tres números identificados con las claves de dealer 1, dealer 2 y dealer 3. Uno de los números identificados como dealer corresponde al teléfono de Abraham.

En el departamento se encontraron distintas dosis de diversas drogas; mariguana, cocaína y drogas sintéticas. Una bolsa de dama, que según testigos pertenecía a la colombiana Mile, fue encontrada llena de dosis de distintas drogas. Más aún, en el auto Mustang rojo, que fue abandonado, la policía encontró otra caja con dosis de mariguana.

También se comprobó que es falso que Mile Virginia Martín estuviera lista para regresar a Colombia. En realidad, el Instituto de Migración estaba a punto de entregarle la calidad de residente. Sólo le faltaba una entrevista en la que presentaría un documento en el que constaba que tendría un trabajo de bailarina.

La barbarie. Según el pliego de consignación, los criminales iban por algo al departamento de Luz Saviñón. Y es que “la mecánica de hechos” y de acuerdo con los peritajes forenses, la empleada doméstica, Alejandra Negrete, habría sido la primera en ser sometida, amordazada, introducida al baño y asesinada.

La misma mecánica de los hechos presume que dos de los criminales entraron a la segunda habitación, donde estaba Rubén Espinosa y Nadia Vera, quienes fueron encontrados vestidos y tampoco mostraban violencia extrema pero sí aparecieron signos de sometimiento. “Los dos cuerpos tenían un tiro en la cabeza”.

Según los forenses, los criminales entraron por último a la recámara principal, de Mile y Yesenia. De las cuatro mujeres sólo la colombiana, Mile, mostraba signos de abuso sexual. “La mecánica de los hechos supone que a ella y a Yesenia —que compartían habitación— las sometieron y asesinaron al final. Primero a Yesenia, la ahorcaron con un cable de teléfono y luego le dispararon en la cabeza”.

Por alguna razón, la mayor crueldad se cometió contra la colombiana, “a la que torturaron en distintas partes del cuerpo con un instrumento punzocortante. En la sala de la casa apareció un pelapapas con sangre en la punta y en la empuñadura. Mile Virginia Martín fue abusada sexualmente en varias ocasiones tanto anal como vaginalmente. Fue estrangulada con una liga de pilates, sólo ella tenía un disparo en la cabeza producido con un cojín de por medio”.

¿Ataque a la libertad de expresión? Al tiempo.

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