La renuncia el sábado pasado del procurador general de justicia de la Ciudad de México, Rodolfo Ríos Garza, fue tan sorpresiva como la del consejero jurídico de la Presidencia, Humberto Castillejos, el viernes 9 de junio.

Además de ese carácter inesperado, ¿qué otras similitudes tienen las dimisiones de esos servidores públicos que estaban bajo las órdenes directas de quienes hoy ocupan las dos posiciones políticas más importantes del país? Al menos dos más: 1. Que ocurrieron sin que se supiera de alguna ruptura evidente con sus jefes y 2. Que fueron presentadas por los dimitentes con la aparente intención de ocupar un asiento en la Suprema Corte, no sólo como culminación personal de sendas carreras en la procuración y la administración de la justicia, sino también para tomar posiciones favorables a los grupos de poder de los que forman parte.

No hay rastro, pues, de problemas o desavenencias entre Peña Nieto y Castillejos, como tampoco lo hay entre Mancera y Ríos Garza.

Entre los primeros, incluso, hubo un acuerdo para favorecer las aspiraciones del procurador Raúl Cervantes (primo de Castillejos) de convertirse en el primer fiscal general de la República. La idea: quitarle una sombra más a la intención de Peña Nieto de que sea Cervantes quien ocupe la nueva posición para que le garantice impunidad. De manera que pesa más la necesidad de blindarse, que el riesgo político de que el hoy procurador sea bateado por la oposición en el Senado. Pero el grupo en el poder no quita el dedo del renglón. Creen que todo es posible con maniobras bien aceitadas por el dinero como las empleadas para ganar las elecciones en el Estado de México y Coahuila, y no obstante que el estado de gracia a que lo llevó la pretendida victoria, haya sido torpedeado cuando los cacharon espiando a periodistas y reaccionaron con argumentos torpes, insostenibles y amenazantes, el más reciente: abrir una sensible investigación a una instancia internacional (el FBI) y pedir a los presuntos espiados que entreguen sus móviles para corroborarlo (¡sí cómo no!).

En el caso de los segundos, la oficina de Luis Serna, poderoso secretario particular del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, rechazó que haya alguna diferencia entre ellos y el ahora ex procurador Ríos Garza, lo que resulta verosímil si se toma en cuenta que el inocultable deterioro de la seguridad, Mancera lo carga a la cuenta del secretario de Seguridad Pública, Hiram Almeida, cuyo futuro no parece muy cierto.

Pero todo esto no debe quitarnos del radar que, si como dicen los expertos, el aumento de la inseguridad es directamente proporcional a las fallas en la implementación del nuevo sistema de justicia penal acusatoria (que en estos días ha cumplido un año de estar en vigor en todo el país), tanto Castillejos como Ríos Garza tienen responsabilidad: aquél como el arquitecto y éste como operador en la principal ciudad del país.

Ahora bien, desde el punto de vista de las aspiraciones y sus significados, el problema es que la Corte sólo tiene once asientos disponibles, de los que solamente dos quedarán vacantes durante los meses de la próxima coyuntura electoral.

El ministro del máximo tribunal del país más próximo a retirarse es el ministro José Ramón Cossío. Terminará el 30 de noviembre de 2018. Todavía tocará a Peña Nieto proponerle al Senado su relevo. Pero para esas fechas ya habrá presidente electo. Es de suponerse que Mancera siente que será él y que, acaso por cortesía, pero seguramente por necesidad política, tendrán que negociarlo con él. En la Corte está claro que se trata de un sitial del PAN (así le llaman de acuerdo con sus usos y costumbres). ¿Podrían imponer a Ríos Garza? Se ve difícil tomando en cuenta que en las actuales circunstancias, Acción Nacional parece respaldar las aspiraciones al puesto del hoy consejero de la Judicatura, Felipe Borrego, hermano del priísta ex gobernador de Zacatecas, Genaro Borrego y muy amigo de Diego Fernández de Cevallos, con quien se le ha visto recientemente en un comedero político.

Después, el 18 de febrero de 2019 llegará a su fin el mandato de la ministra Margarita Luna Ramos. Se trata, como dicen en la Corte, de un sitial del PRI, al que se piensa que llegaría en automático Humberto Castillejos. Pero ¿si el PRI no retiene la Presidencia, lo propondría el nuevo mandatario venido de la oposición? Esto sugiere que para el relevo de Cossío, es decir, el de noviembre de 2018, también se trataría de imponer a Castillejos aunque sea sitial del PAN.


Instantánea: 1. FRENTE AMPLIO. Crucen sus apuestas señores: ¿Cuándo creen ustedes que se romperá el pretendido Frente Amplio opositor que promueven desde ya el PRD y el PAN? Yo me imagino que cuando deba designarse al candidato común. ¿Se imaginan el pleito de vanidades? Margarita Zavala, Ricardo Anaya, Moreno Valle, Mancera, Aureoles, Graco, El Bronco. ¡Uf!

2. MUY EN SERIO ha tomado el senador Juan Carlos Romero Hicks la aspiración de convertirse en el candidato del PAN a la Presidencia. El fin de semana pasado tuvo una encerrona con sus representantes en veinte estados de la República. El también ex gobernador de Guanajuato se ha rodeado de un grupo de panistas de primer nivel, entre otros: los ex secretarios del gabinetazo de Fox: Ramón Muñoz, Eduardo Sojo, Pedro Cerisola, Javier Usabiaga y Juan Hernández; y de otros panistas de prosapia como Carlos Medina Plascencia, José Espina, Juan Carlos Murillo y Eugenio Elorduy. Ayer, por lo pronto, plantó a Luis Ernesto Derbez y Ernesto Ruffo, quienes convocaron a la prensa para confirmar sus aspiraciones a la candidatura presidencial blanquiazul.

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@RaulRodriguezC

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