El (des)gobierno de Peña Nieto le apuesta a que en unos días más se apaguen (porque son insensatas, ilegales, dañinas para terceros y reventadoras de la paz social) las protestas desatadas por su “inevitable” decisión de aumentar el precio de la gasolina. No parece realista esa expectativa, sobre todo después de la jornada de bloqueos carreteros, ataques a gasolineras, saqueo de tiendas de autoservicio, campañas de rumores y pánico social que se registró el pasado miércoles 4 de enero y que no tienen precedente en la historia reciente de la Ciudad de México y del país entero. Legítimas o no, esas protestas dibujan la conformación de un movimiento social de ira contra un mal gobierno.

Dos han sido básicamente las expresiones de la protesta: 1. Bloquear caminos y estaciones de servicio; y 2. Destruir gasolineras y robar tiendas.

Las primeras provienen, a no dudarlo, de personas directamente afectadas por el gasolinazo, visiblemente los transportistas de carga que, ya lo dijeron, no tienen manera de asimilar el alza en el diesel, a menos que aumenten sus tarifas. Si hacen esto último, ¿podría la masa de campesinos depauperados sacar al mercado sus mal pagados productos? Es justamente ahí, en esos grupos sociales, donde la situación acabaría por explotar.

Las segundas son vandalismo y rapiña, dos delitos indignantes. Muchos nos preguntamos si incurrir en ellos, lleva realmente a revertir la cuestionada decisión del gobierno y/o evitar la carestía que traerá consigo. Y como la respuesta lógica es no, cabe preguntar si son reacciones espontáneas o inducidas con aviesos objetivos desestabilizadores.

Acaso las haya espontáneas como expresión del rencor social de quienes actúan bajo la lógica de por qué no he de robar yo, si otros, desde el gobierno, roban y se enriquecen obscenamente. Pero parece que son los menos por la forma en que ocurrieron y se expandieron saqueos y destrucción. ¿Quiénes, entonces, podrían estar induciendo estas acciones?

Deben estar ahí, porque han dejado ver su modus operandi en otras coyunturas, los grupos anarquistas que ven en el gobierno al responsable de todos sus males y cuyo fin último es destruirlo. En esa lógica, aportan al beneficio político de quien es hoy el único líder de oposición frontal al actual gobierno, Andrés Manuel López Obrador. Eso no quiere decir que las atice el eterno opositor a los partidos de la alternancia (PAN y PRI) ni que sean huestes de Morena las que participen en esta apuesta por el caos. Primero, porque esas acciones se contradicen con el principio de resistencia pacífica del que ha dado sobradas muestras su líder. Y segundo, porque no se ha podido documentar hasta ahora, esa participación.

Pero también podrían estar detrás (sin que tampoco se haya documentado de manera fehaciente, lo que de conseguirse sería gravísimo), grupos atizados desde los sótanos del gobierno, para crear el ambiente de caos y pánico que justifique el uso indiscriminado de la fuerza pública para evitar, sí, la comisión de delitos contra personas y bienes, pero también para reprimir una legítima protesta popular.

Si la rapiña fuera atizada desde esos sótanos, podría entenderse entonces que el gobierno le apueste a que en pocos días se apague la protesta, pues en sus manos estaría sofocar este desorden, bien organizado, en el que se han utilizado, como inmejorable herramienta, las redes sociales.

INSTANTÁNEAS. 1. ¿INEVITABLE? Peña Nieto dejó claro el miércoles que no hay marcha atrás en el gasolinazo, que comprende el enojo de la gente, pero que era una decisión inevitable. Explicó, además, que el alza no era por razones internas, sino por el aumento en el mundo del precio de las gasolinas. Lo desmienten cifras de la U.S. Energy Information Admnistration, que demuestran lo siguiente: Aunque el precio del petróleo crudo ha repuntado, el de las gasolinas en EU muestra desde mayo de 2011 (3.96 dólares por galón) hasta diciembre de 2016 (2.40 dólares por galón), una consistente tendencia a la baja. De ahí que se infiera que el gasolinazo tiene dos propósitos: uno recaudatorio y otro de estímulo, para que inversionistas privados construyan la infraestructura requerida para aumentar las importaciones de gasolina. Esos inversionistas se habían demorado porque el gobierno no soltaba los ingresos fiscales procedentes de esa actividad. El gasolinazo resolvió ese problema, aunque creó otros más graves. Acaso el alza, en las actuales condiciones, sea inevitable, pero pudo haberse implementado de manera diferenciada y gradual.

2. ¿POR QUÉ LA PRISA? Uno, por la inminente llegada a la Casa Blanca de Donald Trump. Peña Nieto y su gobierno ven en la apertura petrolera hecha realidad algo que ofrecer a Trump para una eventual negociación. Dos, nuestra sucesión presidencial: alejar lo más posible de ella una medida tan impopular, y apuntalar una candidatura sólida con Luis Videgaray si, como se pretende, el hoy canciller llega a tener éxito con Trump.

3. AJUSTES. Quien renunció el miércoles a la dirección general de Bansefi fue María Fernanda Casanueva. Todo apunta a que se irá con Videgaray, por su cercanía, a la Oficialía Mayor de la Cancillería. Quedan acéfalas así dos direcciones de la banca de desarrollo. La otra es la del Bancomext, a la que renunció Alejandro Díaz de León para irse de subgobernador al Banxico. Pronto vendrán los nombramientos.

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