El basquetbol entró en mi vida y me enamoró cuando yo era pequeña, justo en la época de los 80 y 90; no están ustedes para saberlo y yo mucho menos para andarlo ventilando, pero a mis casi 40 años esta NBA no me emociona tanto y el título conseguido por los Warriors de Golden State no me sabe, como aquel sexto anillo de Chicago en 1998, tras el robo de balón de Michael Jordan a Malone en los últimos segundos de juego.

Los 80 y 90 fueron increíbles. En ellos había jugadores sin grandes reflectores, jugando como estrellas, construyendo grandes equipos. Entre ellos peleaban mano a mano campeonatos; sí, tuve la fortuna de crecer observando a una camada de basquetbolistas que en la duela te hacían dudar que fueran de este planeta y te complicaban la existencia para encontrar entre tantos un favorito.

¡Caray, qué difícil era decidir si Magic Johnson era mejor que Larry Bird! Créanme, ese era un gran debate. La mayoría se inclinaba por Chicago, otros más eran seguidores de Celtics y Lakers, pero eran tiempos en los que se valía ser seguidor de Seattle y sus desaparecidos Supersonics, o ser aficionado de la magia que desprendían en la duela Shaq y Penny en Orlando. Cómo
evitar disfrutar del gran juego de conjunto que realizaban Drexler y Olajuwon en Houston, cómo no enamorarse de una época en la que pudimos disfrutar con Karl Malone y John Stockton a una de las mejores duplas de la NBA llevando a Utah a un campeonato, de qué forma olvidar a Reggie Miller consiguiendo 8 puntos en tan sólo 9 segundos, aquellos Knicks de Pat Riley, los primeros Bad Boys; sí, fue una gran época, una en la que Michael Jordan no era solamente esta leyenda que hoy comparan con un tal Stephen Curry. Chuck Daly nunca hubiera dirigido en esta NBA, pero eso ya es mucho más allá.

Esa época culminó debido a modificaciones en las reglas que convirtieron al juego y a sus jugadores en algo lejano a aquellas décadas. La forma de defender se limitó, el uno a uno desapareció buscando mover más el balón, el juego fue para los rápidos, ágiles y para quienes presumían de una magnífica técnica que no los obligaba a ser sólo tiradores de media distancia, como la mayoría. El basquetbol terminó por generalizar las posiciones dentro de la duela.

Extraño esa NBA; sí, disfruto la actual; sí, está que nos entregó un campeón con un derroche tremendo de talento, dividido entre dos grandes jugadores, como lo son Stephen Curry y Kevin Durant. Esta NBA que rompe marcas sin piedad y sin medida, con unos Warriors logrando su segundo título en tres campañas, anotándose un 16-1 como el mejor récord en la historia de postemporada, esta NBA que nos dejó con ganas de un juego más para ver a LeBron y compañía o tan sólo disfrutar de cuatro periodos más antes de octubre. La verdad, no han sido años tan malos, sólo un duro golpe generacional, con ídolos aptos sólo para millenials.

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