En el tablero de ajedrez geopolítico en el que juegan los presidentes de Estados Unidos y México, y en el que nuestro país ha estado en jaque durante todo el proceso electoral que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca, se vio ayer una jugada inteligente, decidida y aún arriesgada.

La decisión que asumió Enrique Peña Nieto de no asistir a su encuentro con su homólogo de Estados Unidos, programado para el fin de mes, tiene muchas aristas, engarzadas todas en una sola: dio una respuesta decorosa, urgente y obligada. Quizá no sea un “hasta aquí”, pero sí un “¡take it easy!”.

Ésta, se sintetiza en que, ante la actitud agresiva y humillante de Trump, optó, por sí mismo y por el país, dejar de ser su punching bag. Ese nefasto y odioso personaje podrá seguir tirando golpes, pero tendrá respuestas. Ahora sabe que a quien ha golpeado insistente, está dispuesto a enfrentarlo. Ante la sinrazón, la razón; frente a la prepotencia, la modestia; ante la desmesura, la moderación. El recato ante la desvergüenza.

Aún con las asimetrías en todos los rubros que hay entre los países y los gobernantes de ambas naciones, Peña Nieto ha tenido el valor y el decoro de no acudir a la reunión a la que lo convocó Trump, por las razones que éste ha exhibido sin pudor alguno.

No ir a Washington es algo en lo que quizá por primera vez tiene al país unido, en total acuerdo. El peligro siempre ha tenido el potencial de unificar incluso a los enemigos.

De haber mantenido su agenda para Estados Unidos el 31 de enero, el Ejecutivo mexicano, sabiéndolo y sintiéndolo sumiso Trump, no habría hecho más que convalidar con su presencia las determinaciones del magnate.

Habría quedado totalmente a su merced. Hubiese implicado tanto como dejarle en sus manos y a su arbitrio la conducción de nuestro país. Eso le daría la certeza de que, habiéndolo doblegado, podría seguir en su abominable idea de manejar, de apoderarse del mundo.

Éste ha identificado muy bien la dimensión de la amenaza que representa Trump. Derivado de eso, es de esperar que otros países, otros gobernantes, reaccionen con mayor firmeza, se unan en una sola causa y defiendan su integridad y sus intereses conjuntamente con México, ante lo cual Trump no tendría defensa.

Empero, el beligerante empresario que hoy puede cambiar el curso del planeta no se quedará con los brazos cruzados frente a la respuesta que Peña Nieto dio a su arbitrariedad y advertencia de que “...si México no está dispuesto a pagar por el muro, sería mejor cancelar la reunión”.

Ésta debió haber estado calculada. Y seguramente fue considerada con otras cartas bajo la manga. La incertidumbre, entonces, es lo único que con seguridad seguirá enmarcando esta nueva etapa de las relaciones México-EU.

¿Hubo un acuerdo Trump-Peña Nieto para cancelar el encuentro, como dijo aquél después del anuncio de éste? Para que siga teniendo apoyo es indispensable que informe con claridad y en tiempo a sus gobernados sobre la evolución y los acuerdos que se den.

Porque ¿qué reacción cabe esperar de un iracundo Trump? ¿Es dable pensar que se ablandará, intemperante y temerario como es? ¿Es posible que atienda la postura del Ejecutivo mexicano, de dialogar bajo los principios de igualdad, respeto y dignidad? ¿Podrá Peña Nieto negociar a favor de México bajo sus premisas de no sumisión y no confrontación?

En todo caso, la definición presidencial de ayer es el rompimiento de la lógica abusiva, ventajosa y apabullante que Donald Trump estableció y ha mantenido contra nuestro país desde que expresó su pretensión de suceder a Barack Obama.

Y si ese es un punto favorable para Peña Nieto por el respaldo político, económico y social que ha generado, junto, es un capital que debe conservar y acrecentar con decisiones indubitables y adelantadas. Con decencia y diplomacia puede tomar la iniciativa y la ofensiva en cuantos frentes le sea posible.

En la medida en que nuestro gobierno aproveche cuantos factores estén a su alcance, convirtiéndolos en factótum de contención de Trump con talento, visión y oportunidad, quizá pueda mudar la adversidad en posibilidades.

Es lamentable que el señor Trump, por inculto e ignorante, se comporte como un adolescente de 70 años y como si el mundo fuera un juego como el de “Turista”, busque adueñarse de él no por la vía de las armas (todavía), sino mediante una guerra comercial y migratoria.

SOTTO VOCE… Los neoloneses deben estar complacidos de que su cleptómano ex gobernador Rodrigo Medina, gracias al sistema de justicia estatal (fuero común) haya pisado inicialmente la prisión de Topo Chico. Falta el cerebro de sus excesos, que es su padre, Humberto Medina. Al parecer, existen todos los elementos para que le haga compañía en las próximas horas. Es de esperar que independientemente de nuevos artilugios (fuero federal) mañana o pasado no vaya a estar libre.

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@mariobeteta

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