Si Donald Trump cree que al jurar como presidente 45 de Estados Unidos el próximo 20 de enero hará un mundo a su capricho y a su medida, está en un grave error y alguien debería decírselo.

Con todo el inmenso poder que detentará, tendrá límites y contrapesos. Ya están emergiendo. Y muy pronto podrían cobrar una dimensión tan grande que quizá desista de sus grandes ofrecimientos de campaña, sobre todo respecto de los que involucran a México.

Uno que aparece en el escenario de inmediata impugnación es el de los dos o tres millones de indocumentados que pretende expulsar. Si lo intenta, tendrá muchos obstáculos que apuntan a abortar, sabotear o hacer fracasar sus propósitos.

En ese tema, el presidente electo no se enfrentará a un poder menor ni cualquiera. Tendrá otros muchos poderes importantes, capaces de enfrentarlo e incluso derrotarlo. El choque de macropoder presidencial contra micropoderes de toda índole, juntos, será de reserva y nadie podría asegurarle a Trump la victoria.

Uno de esos poderes, bastante significativo en sí mismo, es el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, quien dijo esta semana en su propia cara y con todas sus letras al magnate durante un encuentro que sostuvieron: “Esta ciudad y otras más harán todo para proteger a nuestros residentes y para asegurarnos de que sus familias no sean destrozadas”. La inmensa mayoría de éstas, como es sabido, son de origen mexicano. En la Urbe de Hierro, la comunidad mexicana es la tercera más numerosa después de la de Dominicana y la de China. Totaliza unos 190 mil residentes. Se ha incrementado un 52% en los últimos 10 años.

Congruente con lo que dice, De Blasio anunció que, de ser necesario, la ciudad que gobierna eliminará este fin de año la base de datos con nombres de miles de indocumentados que tienen tarjeta de identificación. Sin ella, sería imposible deportarlos.

Pero la rebelión no para ahí. Los alcaldes de Boston, Providence, Chicago, New Jersey, Seattle, Filadelfia, Los Ángeles, San Francisco, Chicago y Washington, consideradas santuarios donde se protege a los residentes que no poseen documentos legales, están en esa misma posición.

La suma de esos poderes político, económico, social y administrativo no es poco. Y es claro que puede tener una tendencia creciente día con día por la percepción que se empieza a generalizar sobre el peligro y los riesgos que implican los planes de Trump. Son una locura inadmisible y es indispensable pararlo.

Sería impensable que los senadores y representantes estadounidenses concibieran y dejaran pasar por alto la insensatez de que, en nombre de la democracia, el próximo presidente de Estados Unidos quedará facultado en automático para hundir al país y al planeta con su arrogancia e ignorancia; sus excesos y estupideces.

En ninguna parte, en ningún lugar, en ningún caso, la soberanía popular, que es la sociedad, ha llevado al poder a alguien para que, investido, haga su arbitrio. Si en alguna forma de gobierno se pueden detener esas tentaciones, es en la democracia, puesto que la potestad siempre es del pueblo y si bien la cede en el entendido de que quien la recibe delegada se obliga a ver por su beneficio e interés, cuando no lo hace puede recuperarla.

En la misma línea de ubicar a Trump se hallan otros importantes sectores de la sociedad. La oposición en su contra va in crescendo día con día. Una parte de la poderosa iniciativa privada, tanto de Estados Unidos como de México, ya trabaja conjuntamente en defensa de la vigencia del Tratado de Libre Comercio.

Nadie podría desestimar el peso e influencia de su capacidad económica. La estrategia que defiende es la más consustancial a su naturaleza: la reproducción del capital. Y contra esta filosofía, de la cual Trump debería ser un convencido defensor, previsiblemente no permitirá nada.

Únicamente con los anteriores datos se puede afirmar que, en principio, los estadounidenses están percibiendo correctamente la Realidad Trump. Y lo mejor es que no están inmóviles ni callados. Están actuando. Y con ellos, muchos otros actores dispuestos a poner en su lugar a un hombrecillo que en comparación con el mundo, es nada.

Cuando algunos gobiernos se dejen de temores, “preparativos” frente a las nuevas circunstancias que refieren, pero que no saben cuáles son, el señor Donald Trump sabrá que luchar solo contra el mundo es una causa perdida, incluso si decide recurrir a su “mejor aliado”, que hipócritamente negó durante su campaña: el otro zar fascista, Vladimir Putin.

SOTTO VOCE… En sólo unos años, México pasó del patrimonialismo y la cleptocracia, al vandalismo político y el atraco público más rapaz y descarado. Como vergonzosas muestras de ese fenómeno se puede enlistar a los ex gobernadores Guillermo Padrés, Javier Duarte, Roberto Borge, Rodrigo Medina. Pero lo más grave es que muchos otros avorazados, haciéndose los despistados aún siguen (des)gobernando como encarnación y sinónimo de corrupción. Ahí están como ejemplo Gabino Cué, Silvano Aureoles y varios de sus alegres compadres. ¿Encausándolos y haciéndolos pagar sus excesos se tocará fondo?… Que muchos consideran como atinada la estrategia de enviar como embajador de México en Washington, al doctor Luis Videgaray. Por obvias razones.

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@mariobeteta

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