La corrupción y la impunidad son constantes en nuestro desquebrajado sistema de seguridad y justicia. Pocas denuncias, escasa investigación, autoridades omisas, casos sin sentencia, etcétera. En suma, la justicia se ha convertido en un lujo al que tenemos poco acceso los mexicanos.

¿Qué podemos hacer ante esto? ¿Quedarnos con los brazos cruzados? ¡Absolutamente, no! Como sociedad podemos hacer mucho para hacer justicia y que las cosas cambien.

Desde luego que esto no es un llamado a hacer justicia por propia mano, no estoy de acuerdo en que se linche a los delincuentes como ha venido ocurriendo en los últimos años en aquellas comunidades donde el hartazgo los ha llevado a cometer actos de barbarie. La reacción errada de los ciudadanos es producto de la impunidad y del mal funcionamiento de las instituciones.

Aquí me refiero a una posición de rechazo social absoluto a quienes cometen un delito y que por su condición económica o política pueden andar por las calles como si nada hubiera pasado. No podemos permitirnos ser una sociedad que culturice la corrupción y normalice la impunidad, no podemos ser ciudadanos que solapen criminales.

Digo esto, porque en repetidas ocasiones he sido testigo de cómo la gente puede ser capaz de estar como si nada compartiendo espacios con alguien que se sabe cometió un delito, pero fue beneficiado por la impunidad.

Entonces, ¿qué podemos hacer los ciudadanos cuando sabemos que alguien es delincuente y las instituciones encargadas de hacer justicia, no quieren o no pudieron hacer justicia? Lo que podemos hacer es unirnos, no aceptar que esto siga ocurriendo y generar una sanción social, rechazando al corrupto con cero tolerancia. Otros países nos han dado muestra de la importancia de este rechazo.

En días recientes con el caso de Daphne y después de la fuga de los agresores a otros países, se registraron casos de repudio ante la llegada de los fugitivos a España. Los madrileños se manifestaron con pancartas diciendo que no quieren delincuentes mexicanos en su país. Mientras que en Woodlands publicaron un artículo en el que reseñan el mal comportamiento de Capitaine (uno de Los Porkys).

Gran lección nos dio Islandia, cuando después de la filtración de los Panama Papers que involucraba en actos de corrupción a las autoridades de su país, se manifestó hasta lograr la destitución de su primer ministro. Mientras que en México aún, no pasa nada.

¿Qué pasaría si en México comenzáramos a hacer alguna acción de rechazo social? ¿Qué tal si en lugar de sólo criticar en las redes sociales nos atrevemos a repudiar a los corruptos y criminales cuando ingresen a lugares públicos?

Mostremos pacíficamente que estamos hartos de las injusticias. Por ejemplo cuando un corrupto o alguien que evidentemente debería estar en la cárcel llegue a un restaurante, comencemos a golpear los vasos hasta que el sujeto se retire, si no lo hace, pues que se rompan los vasos. Otra forma sería que algunos comenzaran a silbar o a repudiar verbalmente al advertir la presencia de un corrupto en lugares como estadios, centro de espectáculos, aeropuertos e incluso, frente a las legislaturas u oficinas de gobierno.

Lejos de la reverencia con que algunos los reciben en los lugares públicos, los que repudiamos sus actos podemos hacerles notar tanta resistencia en la calle que muchos de ellos se sientan presos en su casa, en su despacho y en su automóvil. ¿Quién se suma?

Presidenta de Causa en Común.
@MaElenaMorera

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