“(Trump) Manda un mensaje a la gente que está dolida y es por eso que todos los que han sido golpeados y olvidados, los que solían formar parte de lo que antes se llamaba la clase media, aman a Trump.

“Él es el cóctel molotov que han estado esperando, la granada de mano que pueden lanzar legalmente al sistema que les robó su vida. El 8 de noviembre, los desposeídos entrarán en la cabina de votación, tomarán una papeleta, cerrarán la cortina y pondrán una gran X a favor del hombre que ha amenazado con derribar el sistema que los arruinó: Donald J Trump.

“La elección de Trump va a ser el ‘chinga tu madre’ más grande que haya registrado en la historia humana.... Y se sentirá bien”.

En octubre del año pasado, Michael Moore, cineasta demócrata, progresista y gran crítico del gobierno, la cultura y la política de Estados Unidos, filmó en el teatro Murphy, en Wilmington, Ohio, su última película: Michael Moore in Trumpland.

Wilmington es un pueblito republicano, extremadamente castigado por las crisis económicas en Estados Unidos y uno de los bastiones seguros de apoyo ciudadano a Donald Trump; podría decirse que ahí se respira el rencor contra el sistema, el humor de los que Moore llama “los desposeídos”.

En la película, que consiste únicamente en un discurso que el cineasta pronuncia con público en vivo en el Teatro Murphy, Michael Moore se coloca en los zapatos del votante de Trump, no los juzga, no los llama populistas ni tampoco los considera ciudadanos engañados por la retórica del entonces candidato republicano, tampoco ataca de forma abierta a Trump, por el contrario, incluso en un momento de sus argumentaciones, hace un ejercicio que enumera sus cualidades como ser humano y estrella de la televisión. Michael Moore hace algo que no hizo Hillary Clinton y que en México deberíamos de aprender: usa la empatía.

Moore predijo el triunfo de Trump porque conoce muy bien a sus votantes, porque sabe del dolor que les representa la injusticia del sistema que él mismo ha denunciado durante toda su carrera y en Trumpland, apelando a la otredad, intenta convencerlos del suicidio que representa dejarse llevar por las vísceras de la venganza en el único momento en que los ciudadanos pueden vengarse: en las elecciones.

Definitivamente Trump y Andrés Manuel López Obrador tienen muchas diferencias entre sí, por ejemplo, la lucha del puntero mexicano es mil veces más legítima que la del magnate, pero también tienen algunas similitudes, como la simpleza de las propuestas sin fondo pragmático, el discurso dogmático cuasi religioso y, sobre todo, la capacidad exitosa de explotar el enojo y el deseo de revancha, a todas luces válido, de los ciudadanos más castigados por el sistema; en eso, ambos son fenómenos relativamente cercanos.

Quizá, a muchos de los actuales aspirantes presidenciales y adversarios de Andrés Manuel les convendría una dosis de inspiración emanada de Michael Moore in Trumpland, sólo tienen que googlearla.

DE COLOFÓN.— En algunas partes del Eje Central opera la Unión, además del derecho de piso a los comerciantes de celulares tienen un ingreso adicional: estafan a los clientes con puestos falsos, quién se atreve a denunciar termina golpeado.

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