Un asesino del narco no mata únicamente por su condición sociópata, lo hace mucho más por el dinero, por los diez mil, o poquito más de pesos, que paga un cártel en el mercado negro del sicariato de un país con más de la mitad de su población en condición de pobreza.

¿Detenemos o matamos a los sicarios y se acaba la rabia? No, porque en un mercado donde abunda la necesidad, abundan también los hombres dispuestos a matar por un plato de comida y a morirse por cien dólares. Evidentemente, la solución no es asesinar a la mitad de la población.

Una filtración en la discusión de la Ley de Seguridad Interior apunta a una propuesta de la Marina que cobra gran sentido: “reconceptualizar” el concepto de seguridad interior de manera que no solo implique el hecho bélico per se, sino que incluya el combate financiero a las grandes fortunas del narco.

En Estados Unidos, por ejemplo, la justicia exige decomisar más de 14 mil millones de dólares al Chapo y ese sí que sería un verdadero golpe al Cártel de Sinaloa, pues con El Chapo, sus hijos, El Mayo o Dámaso López, el grupo criminal seguirá activo.

Fuentes cercanas a la Secretaría de Marina apuntan a la formación de cuadros en universidades públicas y privadas para especializar a las Fuerzas Armadas en derecho, contabilidad y administración con la finalidad de tener una participación activa en el tema, inclusive el control que desde noviembre del año pasado ejerce la Marina en las capitanías de puertos, con cierta injerencia en el comercio, podría apuntar al interés de los elementos castrenses en los controles donde las autoridades civiles han fracasado.

Empero, el control de la milicia en tareas que deberían corresponder a las autoridades civiles, más allá del uso de la fuerza física, representarían una militarización de facto en la política de seguridad del país, un riesgo, quizá, mucho más grave que el de una propuesta de colombianización planteada por Washington.

Habría que ver lo que pasa en Tamaulipas, donde las autoridades estatales buscan formar una unidad de inteligencia financiera para detectar movimientos inusuales que den la pista para los grandes golpes al narco… Ojalá que el esfuerzo no sea de dientes pa’fuera.

Y entre ríos de dinero y capitanías de sangre, nuestro país sigue ahogado.

DE COLOFÓN. Por si los presidentes municipales tenían problemas, ahí va otro: tendrán que lidiar con intereses millonarios en sus estaciones de radio local, ¿quién compró?

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