A veces desaparecen sin dejar huella. Algunos siguen grabando en sellos pequeños, ignorados por la gran industria, a la que le dieron de comer, porque en este momento no encajan en la generación millennial.
Otros, como los tsunamis, pueden aparecer intempestivamente con olas de reconocimiento. Tampoco se adaptan a las exigencias de las redes sociales y no confían en eso de la descarga digital, menos si alguna vez encallaron en los llamados “álbumes-concepto” pero la polilla que tiran es oro molido para los que los vieron en su momento álgido.
Son muchos grupos o solistas que les tocó hacer y negociar con la mejor música que se hizo alguna vez antes de que se nos viniera el apocalipsis de la misma, encarada en raperos, reggaetoneros, baladistas inocuos, grupos plasticoides y demás, cuyo termómetro para ver la bajón creativo y el mal gusto musical en sentido estricto se llama Tele-Hit Random o MTV. Aquí algunos ejemplos:
Blondie: estos hijos del CBGB neoyorquino activos desde 1976, que tocaron el cielo de la perfección con el álbum Parallel lines afincados en el punk y la new wave y que alguna vez vinieron a México para presentarse en un antro frente al Salón Cuervo, nunca han parado. Su más reciente producción se llama Pollinator y básicamente es producto de la dupla Chris Stein y Deborah Harry, y del original baterista, Clem Burke. Junto con The Kinks y Gary Numan, compartieron la gloria de ser uno de los tres primeros VHS (con “Eat to the Beat”) en la historia del rock. Muchísimos hits perdurables tipo “Hart of glass”. Vienen a México el próximo 14 de agosto al Palacio de los Deportes, compartiendo escenario con Garbage.
Journey: Basta con ver el rockumental Don’t stop believin, de Ramona S. Diaz (disponible en Netflix) para ver prácticamente toda la historia de esta legendaria banda de rock y la saga para encontrar al vocalista para sustituir al vocalista principal Steve Perry con Arnel Pineda, un filipino que pasó de ser un don nadie que contaba en bares de poca monta, para convertirse en una cenicienta moderna en el rocanrol. Muy bueno e inspirador en estos tiempos de desconcierto.
Chicago: El año pasado que fueron inducidos al Salón de la Fama de Rock, tras 49 años de haberse formado, la legendaria banda contó su historia en un rockumental Now more than ever, de Peter Pardin (que se puede ver en Netflix) y que hay que distinguir provisto de una buena cantidad e Kleenex, ya que cuenta sus inicios en el jazz, el rock y el pop, sus tiempos de gloria, las estafas que sufrieron, las muertes que padecieron, el ascenso al máximo palacio del rock hasta convertirse en deidades imprescindibles vigentes hasta hoy. La narración corre a cargo de todos los miembros originales y sustitutos.
Wall of voodo: una de las bandas más imaginativas de los años 80, con un periodo de actividad —de 1980 a 1989— que dio como resultado seis álbumes imprescindibles en los terrenos de la dark-wave, cow-punk, post-punk, alternativo e industrial. Los clandestinos que saben nunca han dejado de hacer sus discos, lo que complace mucho a su genio creador, Stan Ridgway. No tienen prácticamente nada, más que su leyenda y algunos registros en YouTube. Pero valen mucho la pena.
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