Nada como echarle un vistazo al desternillante punto de vista del gurú under, entre Nick Cave y Rick Ocasek, Ian Svenoniuns, para aplicar a México el modelo universal de lo que es una banda de rock según su esperpéntico, divertido y curiosísimo libro de casi recetas de cocina roquera: Estrategias Sobrenaturales para Montar una Banda de Rock, con el deseo primario de esos aspirantes a roqueros mexicanos que buscan el éxito inmediato en la conformación de una banda o grupo de rock.

¿Las bandas de rock mexicano nacen o se hacen? ¿Qué es lo que en realidad quieren? ¿Conseguir fama instantánea? ¿Ser descubiertos por los “caza talentos mexicanos”, que desde hace años ya no existen en las disqueras (ahora son A&Rs, cuya mayoría quieren que les lleven los demos hasta el escritorio)? ¿Volverse de culto underground y tocar en sus lugares-templos-sagrados? ¿Ganar mucho dinero? ¿Ser populares con las chavas? ¿Ser programados en la radio sin algún tipo de payola? ¿Ser notorios a la hora de la cama con sus fans? ¿Ser considerados como buenos músicos y destacados letristas? ¿Ya no caer, a estas alturas, en que los comparen con Café Tacuba o que les digan que son los nuevos Moderatto? ¿Viajar por el mundo latinoamericano del rock? ¿Qué los descubran como a Rodrigo y Gabriela? ¿Qué dure la fama por lo menos un poco más lo que dura el dulce de un chicle?

Si optan por el rumbo efímero de la fama, que obedece los caprichos y las modas de un público joven nuevo que cree que sus canciones se deben oír en el celular, previo culto equivocado al mp3, fervor a las descargas digitales y negación a la Alta Fidelidad y el Stereo, están fritos.

Y más si se van con la finta de los estrenos mundiales de cualquiera de sus canciones en YouTube o Facebook.

Con algo de suerte durarán más que otras, pero al final terminarán deshaciéndose en tierra de música de banda, paraísos gruperos artificiales y reggaeton como negocio radial, porque cada vez son más pocos los lugares donde les permiten tocar y el reconocimiento a sus discos será irremediablemente de nicho, aunque algunos tengan el potencial para ser escuchados y hasta exitosos... pero en otra parte del mundo, que no es el mexicano.

Hasta a los buenos y genuinos les cuesta trabajo. Ahí está la perseverancia y la lucha diaria por la chuleta de tipos como Jaime López, Rafael Catana, las vicisitudes de los Botellos.

Los esfuerzos de bandas como Luz de Riada (donde los músicos ejercen hasta como sus propios secres), el aferre de los progresivos, de los experimentalistas de fusión con otras corrientes. Sus discos independientes se vuelven apreciados por sus tirajes limitados, entre amigos y familiares.

Y qué decir de las tocadas que les ofrece, a los privilegiados, el gobierno de la Ciudad de México, con pagos burocráticos diferidos. Ni hasta los que tienen algún tipo de patrocinios se salvan del atorón de no figuran en los medios, de no tener oportunidades en la tele (más que en la educativa). Si no figuran en las amañadas listas de popularidad radiales, ¿Cómo forjar una audiencia?

Basta ver la dura realidad en algunos documentales como Detrás del Rock: La Escena Independiente de México, de Juan Carlos Bocanegra para, no solo explicar a las bandas mexicanas, sino que den sus testimonios particulares de malestar y desesperación, en este México, donde aquí les tocó roquear, ¿O no Cristina Pacheco?

pepenavar60gmail.com

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