Alguna vez, cuando era jefe de prensa en PolyGram, nos hicieron un reportaje a Herbé Ponpeyo (el inventor de Rock Power, Rock en tu Idioma y otras importantes series de rock) y a mí en la revista Líderes.

Desde entonces recibo mes a mes la revista más profesional en eso de adular a políticos y empresarios. Su número anual de los 300 Líderes más influyentes del año siempre es risa loca, sobre todo los apartados dedicados a la música y los espectáculos.

En el número de octubre del año pasado viene reseñado en su sección de Tiempo de leer, el de La historia oficial de Café Tacvba (Bailando por nuestra cuenta), editado por Planeta. La reseña la firma Jacobo Bautista y comienza textualmente diciendo que el autor del libro, Enrique Blanc “es uno de los seres más afortunados quien ha encontrado en su pasión su forma y sustento de vida (si supiera Jacobo lo mal pagado que es el periodismo de roquero en México, se espantaría. Pasión puede ser, pero sustento, ni soñando) Continúa: “Periodista especializado en lo musical, conoce al derecho y al revés la industria mexicana y ha aprovechado ese expertise y el ser reconocido en el medio (aquí la afirmación es de risa trastornada porque Blanc es de Guadalajara y rara vez se para por la CDMX).

La verdad Enrique se acercó a los tacvbos y lo batearon. Pasó el tiempo y cuando estaban a punto de ser despedidos por Universal Music (para presumir que se volvían independientes), le dijeron que Ok, que le entraban al libro.

Esto es sólo una perla de lo que ocurre tras el pobre backstage del rock nacional, en cuestión de libros de rock, donde algunos van hasta sin índice y otros se vuelven invisibles por lo risorio de sus tirajes. Hay desde luego la otra cara de la moneda, como por ejemplo el jocoso y divertido Adiós a Dylan, de Alejandro Carrillo, Premio Mauricio Achar (el de Gandhi), Literatura Random House 2016, de novias, pasiones, obsesiones y besos perdidos de Omar, un joven intoxicado —en el buen sentido— por las canciones de Bob Dylan. 261 páginas sabrosas, frescas, amenas, reflexivas y sorprendentes en torno a las canciones del Travelling Wilbury y Nobel de Literatura.

Xavier Velasco, amigo desde Yoko de Miguel Ángel de Quevedo, con una pizca referencial al rock (el concierto que dio Police en el Hotel de México) publicó el año pasado en Planeta Los años sabandijas, compendio de vivencias, sarcasmos y salidas por la tangente del Ruby y el Roxy en la fauna urbana del DF en los 80. Por cierto, me viene a la memoria una sabrosísima anécdota que reunió en el lobby del hotel, previo al concierto (en donde los policiacos llegaron un poco tarde por andar comprando chácharas en la ciudadela) a un cuadro roquero improbable —pero cierto—previo al concierto: El Capitán Pijama (fundador de las Pijamas a Go-Go y El Escuadrón del Ritmo, “Manueles” (director del suplemento “La Onda”, de los 80), Juanjo Guajardo (sobrino del auténtico asesino de Zapata), Juan Villoro, este servidor y por último, la llegada inesperada y amedrentadora de Paco Gruexxo, que amenazaba con romperle la madre a Juan Villoro por algo que escribió y que no le gustó. ¡El Gruexxo tenía enfrente a Juan y no lo conocía! Villoro por su parte, discreto y riendo nerviosa pero controladamente, dijo con permiso… Una semana después, Manueles publicó la reseña de lo que pasó esa noche policiaca y se volvió la comidilla de la semana. ¿Qué tal nuestro rocanrol escrito, a poco no es para dar risa?

pepenavar60@gmail.com

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