Eso hace Andrés Manuel López Obrador al meter a las Fuerzas Armadas (FA) en el centro del debate electoral, “lo cual es peligroso porque vulnera el principio posrevolucionario que llevó a desmilitarizar la política y despolitizar al poder militar”, apunta la analista María Amparo Casar.

Las FA están metidas donde no deberían. No me refiero a las acciones de combate a la delincuencia organizada, ni a las tareas de seguridad pública, en tanto no haya quien lo haga; mientras en buena parte del país existan policías incapaces y gobernantes mendaces…

Grave resulta que las FA sean descalificadas con dolo, empujadas al pantano político… y expuestas al escrutinio público.

Andrés Manuel López Obrador encendió la mecha, primero, al condenar el operativo de la Marina en Tepic, Nayarit —9 de febrero—, en el cual fue abatido uno de los líderes del Cártel de los Beltrán Leyva. El dueño de Morena acusó una masacre que costó la vida a una docena de jóvenes.

Después vino el desliz de Washington, cuando Antonio Tizapa, padre de uno de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, reclamó a López Obrador su cercanía con el ex alcalde perredista de Iguala, José Luis Abarca, implicado en el caso. “No me reclames a mí, mejor pregúntale a Peña y al Ejercito”, respondió AMLO a quien llamó “provocador”.

Lo último ocurrió el martes; el señor Liópez (dirían Gil y Gamés) acusó a Peña y su gobierno de estar nerviosos por el rechazo social, y pretender confrontarlo con las FA.

La respuesta del gobierno ha sido férrea al descalificar a quienes ofenden y cuestionan a las FA y, sobre todos, Andrés Manuel.

Golpear al Ejército es inadmisible; defenderlo es indispensable.

López Obrador no puede olvidar que las FA constituyen la última institución que goza de la confianza de los mexicanos; que con lealtad institucional han estado más allá de cualquier lucha de poder.

Sin embargo, en tiempos de cólera electoral, el oportunismo no comulga con la razón. Unos y otros aprovechan la coyuntura para golpear al contrario usando de parapeto a quienes todos los días se juegan la vida y el prestigio en un trabajo se seguridad interior que no les corresponde, para el cual aún no cuentan con el marco jurídico que brinde certeza a sus acciones.

No se trata de evitar la crítica a las FA, cuando algunas acciones la merecen. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ha documentado abusos y excesos de algunos elementos militares. Pero una cosa es denunciar irregularidades, con evidencia en mano, y otra muy distinta, emplear adjetivos descalificativos, inventar situaciones y decir mentiras para ganar un puñado de votos.

Tampoco es cierto que aquel que señale a las FA es traidor a la patria o carece de dignidad para aspirar al máximo cargo público.

Lo reprobable no es el cuestionamiento a la institución castrense, sino el uso y el abuso del discurso oportunista.

Quienes, provocan la controversia, juegan con fuego… y les saldrá el tiro por la culata.

EL MONJE ASOLEADO: Doce apóstoles conforman la nueva bancada virtual de López Obrador en el Senado. Tránsfugas no sólo berrinchudos, quienes abjuran del PRD partido, partido que los hizo padres legisladores de la Patria con cargo al erario público. Doce apóstoles conversos quienes desde ahora forman un bloque parlamentario, el tercero en términos de pesas y medidas, para predicar el evangelio de Mesías de Macuspana. Todos unidos contra Mancera es el lema de ese nuevo TUCOM. Detrás de la líder Barrales se esconde la mano el jefe de Gobierno, quien da y quita y con Padierna se desquita sentándola en una bancada desvencijada por el éxodo de la tribu que sigue a “Barbosa”. Por encima de razones jurídicas, Padierna sucumbe a presiones políticas; padece más dolores; gana la batuta… y pierde la orquesta.

@JoseCardenas1

josecardenas@mac.com

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