Que no le digan, que no le cuenten; atrás de la raya que le estamos pensando… pregona el merolico.

Aunque parezcan lo mismo, las protestas legítimas contra el “gasolinazo” y la ola de saqueos en varios estados del país son dos cosas muy distintas. No se necesitan teorías eruditas del caos para explicar cómo se extendió el vandalismo con motivo de los aumentos de precio a combustibles.

Difícil creer que de repente, indignados manifestantes cegados por la ira decidan saquear comercios. No estamos hablando de daños colaterales por enfrentamientos con la policía, o de grupos anarquistas infiltrados en alguna protesta contra políticas públicas. No.

Estamos hablando de cientos de almacenes y comercios, grandes, medianos y chicos, que han sido saqueados casi con total impunidad por la turba delictiva, selectiva, concentrada en arrasar con pantallas de televisión, artículos electrodomésticos… y muchos juguetes, por aquello del día de Reyes; va un policía muerto, uno herido grave y más de 600 detenidos en flagrancia en diez estados del país.

A diferencia de las afectaciones económicas, el daño mayor no se ve, se siente… y la zozobra está presente.

La ola violenta ha ido acompañada por una avalancha de rumores intencionados para provocar terror, y si se puede, pánico. Redes sociales hicieron virales mensajes de inminentes ataques, y aunque la mayoría fueron falsos, la gente ha sido capaz de creer cualquier cosa.

Los saqueos han funcionado mediante la táctica del miedo, abono barato para atacar a una población vulnerable por la desconfianza.

Las conductas primitivas y depredadoras, los actos de saqueo, seguramente han tenido también un origen inducido por grupos y corrientes políticas que aprovechan la coyuntura violenta como maquinación perversa; no lo descarte. En algunos casos, la gente violenta arriba a cometer rapiña a bordo de microbuses y vehículos sospechosos, y en cuanto llega la policía, si llega, las ratas salen disparadas como cucarachas; en no pocos casos consta que el botín cambia de manos sucias a manos armadas y uniformadas.

Centenares de policías vigilan tiendas, empleados hablan del peligro que se respira en lugares que de buenas a primeras se han convertido en focos de alto riesgo; los empresarios reclaman la intervención de las Fuerzas Federales para garantizar la seguridad de sus negocios.

Quién se ha escudado en el descontento social para delinquir y desestabilizar desafía a las a la fuerza del Estado, que tiene un reto doble: contener y esclarecer cuanto antes el origen real de la violencia y atender las causas de la protesta legítima.

Para esto último, organizaciones civiles como “Causa en Común”, “Somos Más”, e incluso la Comisión Nacional de los Derechos Humanos demandan medidas congruentes y solidarias tras el impacto del “gasolinazo”: presionan al gobierno para responder con mayor austeridad, combate real a la corrupción, fin a los privilegios económicos de la clase política y mano dura contra aquellos que exprimen a Pemex y lucran con el combustible robado. La estabilidad económica del país no puede garantizarse a costa de la estabilidad social, advierte la CNDH.

Dicho de otro modo, sobra zozobra…

EL MONJE ESPECULADOR: La reencarnación de Luis Videgaray en canciller de la República también revela un as de corazones rojos en la manga presidencial. Dicen los suspicaces que el poderoso Videgaray podría ser el favorito de Peña para la candidatura del PRI… y que Osorio Chong ya no está tan solo, luego que le explotó el “boiler” a José Antonio Meade. Total, para rumor, rumor y medio… ya que está de moda.

@JoseCardenas1

josecardenas@mac.com

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