Por fin termina 2016, el año que vivimos en peligro, horror, asco y asombro, por el curso de un mundo sin rumbo, pies ni cabeza, de pérdidas sin ganancias, de sobrados demonios y uno que otro ángel que nos dejó para siempre…

Las buenas noticias fueron las malas noticias que sí cuentan, como siempre.

De atrás para adelante, la tragedia de Tultepec es infame colofón.

2016 también termina como el año del cinismo, los “mirreyes” estatales, los dos Duarte, Borge y demás alimañas mandatarias; representantes conspicuos del dizque nuevo PRI plagado de ambición, corrupción y mañas, partido repartido entre rateros, sin pudor ni recato, encarnación del poder absoluto, absolutamente impresentable... y devastado.

Año de El Chapo fugado y recapturado, el Ejército encabritado, Nuño acorralado, Videgaray sacrificado, Peña perturbado… y Carstens acobardado.

Duele 2016 como otro año que hizo daño, por el despertar inaudito del lado oscuro de la fuerza.

Año de la tímida iniciativa “marihuana”; mientras en California o Nevada, y pronto en Canadá, se legaliza para afanes recreativos, acá nos miramos el ombligo; nos matamos mientras otros se la fuman, felices.

De la 3de3 descafeinada; de la “guerra santa” contra el matrimonio igualitario, del ultra conservadurismo “vivito”, coleando… y tirando mordidas.

A veces la historia  se convierte en ironía. Este 2016, quiso el destino  que la muerte de Fidel Castro ocurriera en tiempos del Brexit y la pesadilla de Europa desunida, y de la llegada de Trump quien rompió lógica y encuestas, y pone a temblar al mundo con las peores pesadillas, agravadas por la masacre en Siria, la migración forzada, las crisis humanitarias, y la cruzada de los extremismos fanáticos.

2016, año de sentidas pérdidas, también cala en la memoria.

David Bowie y Leonard Cohen dejaron en la orfandad emocional a legiones de fanáticos de la música y el arte; Bob Dylan, casi eterno poeta, se ausentó por decisión propia; pintó violines al Comité sueco del Premio Nobel que decidió honrarlo a pesar de los gritos y susurros indignados entre los exquisitos habitantes de la República de las Letras, diría Humberto Musacchio.

A nosotros nos dejó Juanga, el Divo de Juárez.

Mención aparte merece Rafael Tovar y de Teresa, quien se fue rápido, en silencio, con gloria, sin queja ni pena, a pesar de la enfermedad que terminó por consumirlo.

Todo es memoria a botepronto, que cala hondo.

El año que termina fue oscuro y el que viene no pinta mejor. El nuevo gobierno estadounidense, el aumento al precio de las gasolinas, la inflación, el laboratorio electoral rumbo a 2018 y el desastre en el combate a la delincuencia y la corrupción auguran tiempos aciagos.

¿2017 habrá de traernos cuatro estaciones de más “sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas”?

EL MONJE OPTIMISTA: Deseo mucho gozo en estas fiestas, aunque suelo ser pesimista. Por eso, unos días de claustro, urgen y apetecen, no sin antes desear a los lectores frecuentes, toda suerte de fe, esperanza, caridad y confianza… no como marcas registradas por algún credo, sino plenamente liberales.

@JoseCardenas1

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