La concesión de la Medalla Belisario Domínguez a Gonzalo Rivas Cámara, el ingeniero en cómputo, cuya acción de sofocar un incendio en una gasolinera evitó una tragedia mayúscula, significa recuperar el espíritu de la distinción cívica otorgada por el Senado de la República y honrar la memoria del ejemplar médico de Comitán, Chiapas, cuya vida fue truncada por un acto en defensa de la dignidad nacional y en contra de la tiranía.

Esta vez, el mérito cívico de Gonzalo Rivas Cámara se impuso a la codicia y la mezquindad. A la codicia, porque la entrega del galardón ha sido un asunto de cuotas, patrimonio político de los tres grandes partidos, que suelen privilegiar la conveniencia por encima del valor de quienes la han recibido. A la mezquindad, porque los senadores encargados del fallo pasaron sobre la presión de Ayotzinapa, superaron la tentación de sucumbir ante quienes desde su propio interés consideran que premiar al “El Héroe de Chilpancingo” criminaliza a los normalistas.

¿No fueron los “ayotzinapos” quienes criminalizaron sus acciones de protesta legítima cuando le prendieron fuego a la gasolinera?

La viuda del héroe, Rosalba Casimiro, no ha dudado en responsabilizar a los estudiantes de provocar el incendio que terminó con la vida de su esposo; los profesionales del quejido, Vidulfo Rosales, Felipe de la Cruz, y otros “ayotzinapapás”, insisten en culpar a la policía. En el debate de la verdad que nunca conoceremos hay una sola coincidencia: nadie regatea la valentía del galardonado post mortem.

Gonzalo Rivas, no triunfó en la vida, si la victoria se explica en el éxito superficial y la riqueza visible. Fue un vencedor de la intolerancia, perdió la vida, pero evitó que muchos otros, quizá más de 43, perdieran la suya. En el trueque se hizo mártir. En el canje se hizo héroe.

Más allá del papel de los normalistas y de la autoridad que bajo el gobierno de Ángel Aguirre Rivero actuó de manera “irregular” aquel 12 de diciembre de 2011 en la Autopista del Sol, lo importante, lo trascendente es que Gonzalo Rivas hizo lo correcto. Difícilmente, en el momento de aquella trifulca el ingeniero en sistemas se detuvo a pensar en repartir culpas, simplemente evitó una desgracia mayúscula; tres semanas después perdió la vida a causa de las quemaduras.

Durante cuatro años en los cuales su familia no recibió el apoyo prometido por la autoridad guerrerense, lo ocurrido en la gasolinera habría quedado en el olvido, de no ser por el empecinamiento del intelectual, escritor y periodista, Luis González de Alba, quien con su muerte terminó por dar impuso inusitado a la última y persistente causa de su vida.

La entrega de la medalla Belisario Domínguez a Gonzalo Rivas Cámara, un héroe que por destino nunca conocerá la dimensión de sus acciones, es una magnífica noticia; al menos un justo reconocimiento en días escasos de nobleza.

EL MONJE ESQUIZOFRÉNICO: El país es “ambidextro”. Una mano honra la memoria de un civil que ofrendó su vida para salvar otras, y la otra sufre pariendo “vengadores anónimos” que quitan vidas para salvar otras. ¿Infierno y cielo son lo mismo?

@JoseCardenas1

josecardenas@mac.com

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