La emboscada del viernes contra un convoy militar sembró fuego, sangre y terror en Culiacán… y estremeció al país. Por lo menos 60 sicarios asesinaron a cinco militares; hirieron gravemente a una decena.

El atentado es grave desafío contra las Fuerzas Armadas.

El caso anterior de gran impacto fue el derribo de un helicóptero —el primero de mayo del año pasado— en el que viajaban 18 elementos; hubo tres muertos, tres desaparecieron y doce heridos.

Vale la pena reflexionar las palabras de advertencia, furia e indignación del general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional, a quien seguramente los políticamente correctos criticarán porque hubo fallas de inteligencia militar mientras aclaman a Roger Waters, el hijo de su Pink Floyd, que vino a exigir la renuncia del Presidente.

“…Enfermos, bestias y criminales”, llamó el general Cienfuegos a los responsables de la emboscada; “(…) el ataque no nos hará bajar la guardia ni nos va a amedrentar.”

“No descansaremos hasta que los asesinos sean juzgados. Sepan que vamos con todo, con la ley en la mano y la fuerza que sea necesaria (…) que la fuerza que apliquen tendrá la fuerza que corresponda por parte de la autoridad.”

“Este artero y cobarde ataque no es sólo una afrenta a las Fuerzas Armadas, es también una afrenta a la naturaleza humana, a la convivencia colectiva, a los principios sociales, a las leyes que nos hemos dado...”

El Ejército debe participar activamente en la búsqueda de los atacantes. Y si lo hace con la ley en la mano, obtendrá no sólo el reconocimiento sino el respeto de la sociedad agraviada y amenazada por el crimen organizado.

De acuerdo con datos oficiales, desde enero de 2013 las tropas federales han sufrido 943 agresiones. Sesenta y nueve soldados han sido asesinados; 325, heridos.

A estas horas nadie de la sociedad civil ha expresado una sola palabra de solidaridad para los militares abatidos, ni sus familias. Nadie los ha consagrado como víctimas ni se han publicado desplegados en clamor de justicia para ellos. Ni Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos o la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han tenido para los caídos una sílaba de piedad.

¿Será que los soldados carecen de derechos humanos?

EL MONJE COMPUNGIDO: “Se ha quitado la vida Luis González de Alba, uno de los hombres más libres de México. El último acto de su salvaje libertad”, escribió en Twitter @aguilarcamin. Luis publicó su último texto este domingo 2 de octubre: “Habrá una manifestación de chavos que no saben qué es lo que no se olvida porque ya lo olvidaron o nunca lo han sabido”; el dirigente histórico de aquel movimiento estudiantil sí lo sabía (lea usted su primera novela Los días y los años). Luis eligió precisamente esa fecha, 48 años después; se arrancó la vida… se fue al diablo. Vaya “Mi último tequila” en memoria del genial potosino, activista, periodista, escritor… y homosexual; abrumadoramente lúcido.

@JoseCardenas1

josecardenas@mac.com

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