En la dimensión desconocida, Javier Duarte está muerto… pero de risa. El gobernador veracruzano con licencia debe estar muy divertido con todo lo que se dice sobre su mala fama y peores fechorías.

Mientras Duarte se esconde, académicos, legisladores, periodistas y opinócratas, chapotean en la controversia del fuero constitucional.

El presidente de la Sección Instructora de la Cámara de Diputados afirma que la inmunidad (¿acaso impunidad?) protege al cargo, no a la persona, y al haber en Veracruz un gobernador interino, su antecesor pierde cualquier privilegio. Otros afirman que tanto el fuero como el cargo son irrenunciables y por tanto es necesario un juicio de procedencia para consignar penalmente al acusado.

Duarte ríe también porque la PGR ha actuado con torpeza.

La procuradora Arely Gómez, tal vez apremiada por la opinión pública y publicada, reveló la existencia de una orden de aprehensión contra Duarte, que de acuerdo al ‘debido proceso’ debió mantenerse en riguroso sigilo en tanto la justicia opine lo contrario; la indiscreción puede costar caro toda vez que muestra al acusado otra enorme puerta para evadirse legalmente, también.

Pero la torpeza de la PGR no acaba ahí.

Por ignorancia o negligencia, el Ministerio Público de la Federación no se atrevió a arraigarlo, antes de su misteriosa desaparición, en tanto el juez emitía la orden de captura.

¿Eso propició que Javier Duarte se esfumara?

Los errores de la PGR dejan un tufo de complicidad involuntaria; la pifia parece ser el modus operandi de los encargados de perseguir el delito.

Guillermo Padrés, ex gobernador panista de Sonora, aprovechó titubeos semejantes para ponerse a buen resguardo de cualquier acción de la justicia. Hoy, el PRI empata el marcador; la repentina urgencia por degollar a Duarte es tan tardía e inútil como la solicitud para congelar las cuentas bancarias del susodicho.

El secretario de Gobernación niega cualquier pacto con Javier Duarte para facilitar su huida, confía en que las autoridades le echarán ‘el guante’; “estamos siguiendo varias pistas para poder localizarlo (…) puede estar en el país todavía (…) no tengo conocimiento de su salida legal”, nos dijo Osorio Chong.

Sin duda, la presión sobre el gobierno es mayúscula. A la administración de Peña Nieto le urge dar con el paradero del ex mandamás veracruzano, a quien dejó vivir en la impunidad, como intocable, pese a la evidencia de tantos abusos de poder.

EL MONJE TROMPUDO: ¡Ya cayó, ya cayó, el ‘trompudo’ ya cayó!, gritan las encuestas. El candidato republicano perdió el debate, pero ganó la nota; le sorrajó la del estribo a Hillary al llamarla nasty woman (mujer repugnante); la incontinencia verbal de Trump sin duda le ayudó a sellar la antipatía que siente por él la otra mitad del cielo ‘gringo’. Aquí, comparan a Trump con El Peje por aquello del ‘compló’ electoral que se fragua en su contra, quien se dice indispuesto a reconocer los resultados de la contienda si no le favorecen… ¿Será que también hay piojos güeros? ‘No manchen’ dice AMLO.

@JoseCardenas1

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