Uri Avnery contaba el 20 de febrero pasado un cuento: “Justo después de la fundación de Israel, Dios apareció a David Ben-Gurión y le dijo: ‘Hiciste mucho bien a mi pueblo. Expresa un deseo y te lo cumpliré’. ‘Deseo que Israel sea un Estado judío, democrático y que cubra todo el país entre el Mediterráneo y el río Jordán’. ‘¡Es demasiado para mí! exclamó Dios, pero te daré dos de tus tres votos. Puedes escoger entre un Israel judío y democrático sobre una parte del país, un Estado democrático sobre todo el país que no será judío o un Estado judío sobre todo el país que no será democrático’”.

Hace muchos años, Amos Oz, el gran escritor israelí, dejó el partido laborista cuando Ben-Gurión seguía en el poder, “por la admiración y el culto a los instrumentos del poder”. Consideraba que “el nacionalismo es la maldición de la humanidad”. Hoy lamenta que se descalifique toda crítica a Israel bajo el rubro de antisemitismo y afirma: “Llevo con orgullo el título de traidor. Critico a Israel y no soy antisemita. He escrito la novela Judas, porque me han llamado muchas veces traidor”. Ha criticado muchas veces, entre otras cosas, la “guerra santa” de los colonos radicales que consideran que los territorios palestinos ocupados, los de la ribera occidental del Jordán (Cisjordania) pertenecen a Israel; por eso los llaman “Judea y Samaria”, apelación ahora empleada por el mismo gobierno.

Todavía se sigue esperando el veredicto del tribunal de Lod que abrió en enero pasado el proceso de Aviram Ben Uriel, 21 años, y de un menor cuyo nombre no se ha publicado, dos miembros de la colonia Maale Efraim, por el asesinato de una familia palestina el año pasado. Quizá los lectores recordarán que el 31 de julio de 2015, en la localidad palestina de Duma (Cisjordania), unos colonos judíos incendiaron la casa donde dormía la familia Dawabsheh. Murió carbonizado el pequeño Ali, 18 meses, su padre Said, 32 años, murió en el hospital una semana más tarde y su madre, Riham, 27 años, sucumbió después de resistir un mes. El único sobreviviente es el pequeño Ahmad que acaba de cumplir cinco años; sufrió quemaduras en el 80% del cuerpo y se encuentra todavía en un hospital cerca de Tel Aviv, después de pasar por varias operaciones, y antes de sufrir otras intervenciones. Palestina corre con los gastos de Ahmad en el hospital.

Unos días antes del inicio del proceso de los acusados, radicales de la misma obediencia ultra celebraron, durante una boda, el asesinato de esa familia y clavaron cuchillo, bailando y cantando, en la foto del pequeño Ali. Todavía se puede ver la filmación en Univision.com con fecha del 24 de diciembre de 2015. Uno de los participantes, cuyo rostro está cubierto, enseña con alegría una suerte de coctel molotov, el instrumento del crimen.

Bueno, resulta que, según la ONU, los colonos cometieron 221 atentados contra palestinos de Cisjordania en 2015. Una de sus organizaciones radicales se llama Los muchachos de las colinas y pregona la creación de un “Reino judío” (en lugar del presente Estado de Israel) con expulsión de todos los árabes. Se les adjudica, entre otras hazañas, el incendio de la Basílica de la Dormición en Jerusalén y el incendio de varias mezquitas. El día 3 de enero, en el juicio por la muerte de la familia Dawabsheh, los acusados provocaban al abuelo Husein Dawabsheh y sus parientes y “nos hacían señales con las manos diciéndonos que iban a ir por nosotros”.

Entre los arrestados, el joven Meir Ettinger, nieto del rabino terrorista Meir Kahane, asesinado en 1990 por islamistas terroristas, afirma con orgullo, frente a las cámaras, que al atacar árabes, musulmanes y cristianos, quieren provocar un levantamiento. El asesino judío religioso de Itshak Rabín ya salió de la cárcel y los rabinos que habían llamado a matar al primer ministro (en 1995), nunca fueron inquietados.

Investigador del CIDE.
jean.meyer@cide.edu

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