El pasado 23 de abril se celebró el Día Mundial del Libro, festividad que se remonta a principios del siglo XX y se debe a que el 23 de abril de 1616 se conmemora el fallecimiento de Cervantes, Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega, y también porque el 23 de abril nacieron otros importantes actores de la literatura, como Maurice Druon, Josep Pla o Manuel Mejía Vallejo. Como pretexto de dicha festividad, valdría la pena hacer un recuento de la historia de este objeto que revolucionó la historia cultural de nuestro planeta.

Se dice que el primer libro impreso fue la Biblia de 42 líneas del alemán Gutenberg en 1455 (aunque algunos autores aseguran que años antes había editado el Misal de Constanza), pero el ensayista francés Michel de Montaigne recordará a sus lectores que los chinos disfrutaban de los beneficios de la imprenta desde hacía “mil años” antes del trabajo de Gutenberg. En el esbozo de historia mundial del marqués de Condorcet publicado en 1795 se señalaban a la imprenta y a la escritura como uno de los hitos del “progreso de la mente humana”, lo cierto es que el libro es una de las mejores tecnologías que ha creado el ser humano.

Los libros también han sido “víctimas” de la tecnología, de modo que desde las rústicas páginas de Gutenberg, pasando por la primera enciclopedia mecánica ideada por la española Ángela Ruiz Robles, quien abrió el vínculo entre lectura e interactividad, los formatos son cada vez más variados y poseen atributos que van abriendo las posibilidades para que la forma de leer sea un fenómeno híbrido. La tecnología ha logrado que los dispositivos de lectura se multipliquen y permitan que el lector alterne su actividad dependiendo de sus necesidades; aunque también han dado pie al fenómeno de las descargas ilegales.

Hace un año, Amazon —el mayor vendedor de libros a nivel mundial— publicó que vende más libros digitales que en papel, tendencia que se mantiene y que ha dado apertura a que las editoriales desarrollen productos cada vez más interesantes y difíciles de encontrar en el mercado negro, tal es el caso de los libros interactivos que ya muchas casas editoras están desarrollando. LuaBooks, por ejemplo, ha sacado a la venta una serie de libros impresos que se animan con la ayuda de un celular. Su objetivo primordial es vincular a la literatura con la tecnología y con ello captar la atención de los lectores más jóvenes. Esta editorial acaba de desarrollar su primer cuento para ser leído con lentes de Realidad Virtual, buscando provocar en los niños una experiencia de “inmersión lectora” ().

La Biblioteca Nacional de España ha desarrollado también un proyecto de libros interactivos con el objetivo de dotar a muchas de las grandes obras de su acervo de un contexto intelectual y temporal para permitir que el usuario tenga una experiencia con contenidos multimedia que lo acerquen mucho más a obras como Leonardo interactivo, que es una interesante versión digital de los Códices Madrid de Leonardo da Vinci o El Quijote interactivo, que permite al lector interactuar con la primera edición de la obra cumbre de Cervantes, conservada en los fondos de la Biblioteca Nacional de España (para consultar ambas obras, pueden hacerlo desde la página ).

Impresos o digitales, lo importante es acercarnos a ellos y hacerlos compañeros de nuestro día a día, vehículos que cambien nuestra visión del mundo, pues como asegura Felipe Garrido: “Los libros están hechos con vida, por eso vale la pena dedicarles buena parte de la nuestra”.

@Lacevos

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