Otra vez el diablo visitó Reynosa. Desde las 4:30 de la madrugada del domingo se informó en redes sociales de tiroteos, granadazos, persecuciones y personas que eran despojadas de sus autos: “Movimiento de gente armada en territorial campestre”, “persecución hace unos minutos en Hacienda las Fuentes”, “por el blvd alvaro obregon camionetas disparan, van en persecución”, “en Bugambilias, varios autos abandonados con las llantas ponchadas y algunos con las puertas abiertas”.

Durante varias horas, fuerzas federales se enfrentaron con sicarios del Cártel del Golfo; diez presuntos delincuentes murieron; camiones, automóviles, unidades de transporte público, muchos de ellos en llamas, sirvieron para bloquear las vías de comunicación con Monterrey, San Fernando y Matamoros.

Por las redes circuló la versión de que había sido detenido uno de los jefes criminales de la región, apodado El Güero Cleofas.

El estallido del domingo contrasta con los largos meses de silencio que el gobierno federal ha mantenido en torno a Tamaulipas.

Tamaulipas, sin embargo, no ha dejado de arder. Apenas en abril de 2015, la caída del líder del Cártel del Golfo, José Rodríguez Sánchez, El Gafe, desató persecuciones, balaceras y bloqueos con vehículos incendiados, idéntico a lo que se vio el domingo.

El poder quedó en manos de Juan Manuel Loza Salinas, apodado El Toro. Loza Salinas había sido guardaespaldas de El Gafe. La política de descabezamiento de las organizaciones criminales lo convirtió de pronto en mandamás de la región. A su cargo quedaron células dedicadas al tráfico de drogas, al cobro de “piso”, al secuestro, extorsión y narcomenudeo.

Lo que hace una década se conoció como Cártel del Golfo, CDG, no existe más. En su lugar funcionan cuatro o cinco grupos dirigidos por jefes regionales que frecuentemente entran en pugna.

Según un reporte de la Comisión Nacional de Seguridad, el grupo de El Toro es el más violento. A diferencia de otras fracciones que se financian mediante el robo de hidrocarburos (como el grupo que opera en Ciudad Victoria) o con el secuestro (como el grupo de Tampico), la organización de El Toro extrae sus mayores ganancias del tráfico de drogas. De acuerdo con el reporte, incluso el poderoso Cártel Jalisco Nueva Generación se ve obligado a pagarle “derecho de piso”.

Se ha documentado extensamente la manera en que la detención o el abatimiento de líderes criminales en Tamaulipas ha provocado el ascenso de personajes que antes cuidaban las casas de los capos e incluso les servían de choferes. Estos personajes, destinados a reinar unos meses, suelen ser cada vez más enloquecidos y sanguinarios. El Toro ejerce una alta violencia.

En los últimos años, los empresarios de Reynosa han iniciado una emigración masiva al otro lado de la frontera. Desde allí manejan sus negocios. Cuando les es imprescindible regresar a la ciudad, para firmar cheques, por ejemplo, se trasladan en vehículos destartalados y citan a sus colaboradores en cafeterías pegadas al puente.

“Te tienes que cuidar incluso de lo que dices en algún restaurante o en la calle”, relata uno de ellos al columnista.

En McAllen se ha formado incluso “el club de los huidos de Reynosa”, integrado por personajes de las clases alta y media.

De acuerdo con la Comisión Nacional de Seguridad, en el organigrama del cártel de Reynosa aparecen, debajo de El Toro, un sujeto apodado El Güero Cleofas o El Comandante Cleofas, cuya fama es que ni siquiera sus compañeros de cártel se atreven a darle la espalda, y uno de los sobrinos de Loza Salinas, apodado El Betito.

Reynosa es una de las ciudades de Tamaulipas (la otra es Matamoros) en las que la gente sigue viviendo en el terror. Entre 2012 y 2015 el secuestro se triplicó. Para colmo, un remanente de Los Zetas intenta recuperar esa frontera.

Las autoridades afirman que en lo que queda del Cártel del Golfo se dan dos tipos de violencia: la “externa”, contra los enemigos naturales de un grupo que controla una de las fronteras más importantes del país, y la “interna”, desatada por liderazgos efímeros que alientan la búsqueda de posiciones y territorios.

Nada ha cambiado en Tamaulipas y por el contrario las cosas empeoran. El estado es el laboratorio del horror de un monstruo: la guerra contra las drogas.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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