El 21 de febrero pasado dos jóvenes fueron detenidos en una gasolinera de Tixtla por la policía comunitaria. Varios testigos presenciaron el arresto. Al día siguiente, ambos aparecieron desmembrados —y envueltos en bolsas—, en una comunidad de Chilapa.

Ese mismo día, el destacamento de la policía estatal de Chilapa recibió el reporte de que “un masculino sin vida” se encontraba a las puertas del panteón de la comunidad de Lodo Grande.

El desconocido, de aproximadamente 40 años, había sido degollado. El cadáver presentaba las manos atadas y una hoja de papel con esta leyenda: “sigan participando ardillitas desde aquí los veo att: los jefes”.

No había pasado una semana cuando desapareció un alumno de secundaria. Al día siguiente fueron “levantados” dos vecinos, padre e hijo. De acuerdo con los testigos, “se los llevaron los comunitarios”.

Pasaron unas horas y un menor de edad (17 años) fue privado de la libertad al salir de una tortillería de Chilapa. Un testigo declaró que “dos hombres portando armas los subieron a la fuerza a un taxi y se lo llevaron con rumbo desconocido”.

Ese fin de semana se registraron cinco hechos violentos más.

Llegó el 7 de marzo y alguien llamó al 911 para informar que sobre una carretera de terracería había trece bolsas de color negro con restos humanos.

Fuerzas federales se trasladaron a aquella parte del municipio. En el punto conocido como La Lomita encontraron un espectáculo indecible, dantesco: ni siquiera era posible determinar con exactitud cuántos cuerpos se hallaban dentro de las bolsas.

El personal forense reportó más tarde que los restos “estaban incompletos”. Había seis torsos, cuatro cabezas, cuatro brazos y cinco piernas.

Aquello rebasaba el límite del horror.

Un día antes, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, había estado en Acapulco, donde declaró que “el trabajo unido ha permitido que en materia de seguridad las estadísticas vayan a la baja”.

En Guerrero han ocurrido, sin embargo, más de veinte ejecuciones en los últimos tres días. La violencia estalla como nunca a lo largo del estado. La entidad es el escenario de un brutal enfrentamiento entre las organizaciones criminales que se disputan las zonas de siembra y trasiego de amapola.

Según el gobierno federal, Guerrero se encuentra sacudido por cinco guerras.

La del Cártel del Pacífico contra el Cártel de los Beltrán Leyva.

La de los Beltrán Leyva contra La Familia Michoacana.

La de Los Caballeros Templarios contra La Familia Michoacana.

La de los Beltrán Leyva contra el Cártel Jalisco Nueva Generación, CJNG.

Y la del Cártel Jalisco contra Los Caballeros Templarios. (En Acapulco se habla, sin embargo, de una alianza entre los Beltrán y el CJNG).

El horror de Guerrero sería producto de estas combinaciones: de la guerra sin cuartel entre las células y los brazos armados de cada grupo: Los Rojos, Los Ardillos, Guerreros Unidos, Los Tequileros, Los Sierreños, Los Granados, las Fuerzas Especiales de Acapulco, el Cártel del Sur, La Empresa, Sierra Unida Revolucionaria, el Cártel Independiente de Acapulco, etcétera.

Según autoridades del combate al narcotráfico, algunas células se han fracturado por la persecución oficial, las pugnas de poder y otras rencillas internas. De ese modo siguen surgiendo nuevos grupos: de una ruptura de Los Rojos, sostiene el gobierno federal, se desprendió el grupo conocido como Sierra Unida Revolucionaria.

En los reportes federales, el baño de sangre que se registra en Guerrero habla del declive de dos cárteles, Los Caballeros Templarios y La Familia Michoacana; de la guerra a muerte entre los Beltrán Leyva y el Cártel de Sinaloa, y de la incursión a sangre y fuego en el estado del cártel del que es sin duda el cártel del sexenio: el Cártel Jalisco Nueva Generación.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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