La Madame de Sullivan, Soledad Ramírez, tenía “trabajando” cada noche a su servicio, en esa calle de la delegación Cuauhtémoc de la Ciudad de México, a cerca de 60 mujeres.

Ninguna estaba ahí por su voluntad. Todas habían sido secuestradas en regiones marginales de México, o bien seducidas y engañadas por padrotes que luego de golpizas bestiales las explotaron sexualmente noche a noche.

Sullivan funciona todos los días del año. Las esclavas de esa calle son forzadas a plantarse en las banquetas mientras se les restringe el tiempo para comer o acudir al sanitario. Veinte minutos es el tiempo máximo que pueden concederle a un cliente. Cada segundo que excede es pagado con golpes o con dinero.

“Lo que las autoridades permitieron en Sullivan es una matanza, un matadero de mujeres”, dice Mayra.

La semana pasada dediqué tres entregas de esta columna a contar su historia. La resumo brevemente: fue secuestrada cuando era una adolescente a las puertas del Metro Chapultepec, y pasó los siguientes 16 años de su vida clavada en una banqueta de Sullivan.

Mayra procede de una comunidad mazahua del Estado de México, compuesta por unos 300 habitantes. Nadie la buscó. Y cuando sus padres volvieron a verla, no la reconocieron.

Mayra fue secuestrada, explotada, golpeada, obligada a abortar y a inyectarse sustancias nocivas en los senos y en los glúteos entre 1989 y 2005.

En esos años gobernaron la ciudad de México Manuel Camacho Solís, Manuel Aguilera, Óscar Espinoza Villarreal, Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Robles y Andrés Manuel López Obrador.

Durante todos esos años las autoridades le cobraron una cuota del dinero que obtenía en los hoteles. Esa cuota fue pagada noche a noche, semana a semana, mes tras mes, año tras año, durante 5 mil 840 días.

En ese tiempo pasaron por la jefatura delegacional Ignacio Torres Vázquez (PRI), Guillermo Orozco Loreto (PRI), Jesús Dávila Narro (PRI), Carlos Vega Memije (PRI), Jorge Legorreta (PRD), Dolores Padierna (PRD), José Alfonso Suárez del Real (PRD) y Virginia Jaramillo (PRD).

Nadie hizo nunca nada por ella. Por el contrario:

“Las autoridades, desde su escritorio, nos entregaron vilmente… La señora Soledad estiraba la mano para cobrarnos y obligarnos a estar ahí todos los días del año… Todas esas personas me truncaron lo que alguna vez pude ser y lo que no fui por culpa de ellos”, denuncia Mayra.

Mayra afirma que parte del “arreglo” entre las “representantes” de las mujeres de Sullivan y las autoridades delegacionales consistía en enviar muchachas a las fiestas de los funcionarios de la demarcación. Todo esto, con el argumento de que así las dejarían “trabajar” sin problemas.

“¿Cuáles problemas si ni siquiera nos dejaban hablar, si mi demanda [contra el padrote Héctor González Rogelio] nunca le importó a ninguna autoridad de la delegación Cuauhtémoc?”, se pregunta Mayra.

Y agrega:

“Todos ellos se enriquecieron con mi cuerpo, mi inocencia y mi humildad, y con todas las demás que pasamos lo mismo y que ahora están descansando en paz sin que nadie les hubiera les hecho justicia. Y sí, digo ‘descansando en paz’ de todo lo que les hicieron, de tanta tortura como la que yo viví… personas peleándose a muerte por la mina de oro que es esa avenida o calle llamada Sullivan”.

Hace tres años, Mónica, una joven que acababa de huir de Sullivan, me dibujó en una libreta la geografía sexual del horror. Cada tramo de esa calle se hallaba bajo el control de un “representante”: esos “representantes” negociaban con las autoridades capitalinas “los derechos” de las mujeres que explotaban bajo el supuesto de que éstas se hallaban ahí voluntariamente.

Mónica —y otras mujeres con las que hablé: Matilde y Nancy— saben que no es así. Que en Sullivan no existe el “trabajo voluntario”, sino la explotación a partir del miedo, el chantaje, la amenaza.

La madrota más antigua en ese tiempo se llamaba Tania, tenía 70 años y “administraba” los servicios de unas 40 mujeres. El resto de la calle se lo dividían Germán y Beto Rojas, así como padrotes y madrotas conocidos como El Bombacho, El Negro, El Lucas, Margarita, Lorena, América, Esther, Rosa, Brenda y Alicia.

Para entonces, la ciudad había sido gobernada por Alejandro Encinas y Marcelo Ebrard, y la delegación por los perredistas José Luis Muñoz Soria, María Guadalupe Ramírez, Agustín Torres Pérez, Arturo Pradel y Alejandro Fernández.

Y no. En Sullivan, nada cambió nunca.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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