China. Esa palabra aparece en todas partes. Tanto como esta otra: Cártel Jalisco Nueva Generación.

Hace diez años, la PGR decomisó 19 toneladas de pseudoefedrina en Lázaro, Cárdenas, Michoacán. Pertenecían al chino Zhenli Ye Gon.

Según las investigaciones, ese empresario había logrado introducir al país 80 toneladas de precursores químicos. Las sustancias ingresaban por los puertos de Manzanillo y Lázaro Cárdenas, y de ahí eran trasladadas al parque industrial Lerma, en donde se les sometía a un proceso químico “para separar sus componentes y obtener efedrina y pseudoefedrina”, según el boletín de entonces de la PGR.

Fue precisamente en una planta del parque industrial Lerma en donde se halló, a fines de ese mismo año (2006), un laboratorio en el que se producía fentanilo: la sustancia que meses más tarde provocó varias muertes por sobredosis en Chicago y Detroit —y que hoy tienen tan alarmada a la DEA. Como relaté en una entrega pasada, uno de los detenidos admitió que había enviado un correo electrónico a cierta compañía china, la cual aceptó venderle diez kilos del precursor conocido como PNP.

Ambos casos indicaban que en el negocio de la droga había una suerte de conexión china. Pero así como aparece en todas partes, la palabra China también desaparece de pronto.

En julio de 2010, el narcotraficante Ignacio Coronel fue abatido por el Ejército en Zapopan, Jalisco. Con remanentes del Cártel del Milenio, asentado en Michoacán, y una franja del Cártel de Sinaloa, que controlaba el estado de Jalisco, los herederos de Coronel formaron una organización criminal que en menos de cinco años se habría convertido en la más rica y poderosa del mundo: el Cártel Jalisco Nueva Generación, CJNG.

Los empeños del nuevo cártel se encaminaron a apoderarse del puerto que antes se hallaba bajo el control de La Familia Michoacana —y a continuación del de Los Caballeros Templarios—: Lázaro Cárdenas, el mismo por el que Zhenli metía sus precursores.

En poco tiempo, el CJNG se adueñó del puerto de Manzanillo y se metió a la sierra de Guerrero para iniciar la conquista del puerto de Acapulco. El objetivo era controlar las tres puertas históricas. Las bocas tradicionales de entrada de las mercancías que llegan por barco desde China (en una ofensiva paralela, a través de los llamados Mata Zetas, el CJNG le disputó el puerto de Veracruz a los Zetas: la puerta de salida de la cocaína rumbo a Europa y rumbo a Rusia).

La lectura de notas antiguas (y no tanto) parece cobrar otra perspectiva cuando uno las lee buscando la palabra “China”.

Pongo otro ejemplo: el 22 de abril, en Punta del Este, Uruguay, mientras se relajaba en uno de los balnearios más exclusivos del continente, fue detenido Gerardo González Valencia.

González Valencia es hermano del líder de Los Cuinis, Abigael González Valencia. Las autoridades consideran a este grupo una organización aliada al Cártel Jalisco Nueva Generación, y un poco más que eso: su cerebro financiero.

Los reportes indican que la publicación de los Panamá Papers reveló al gobierno uruguayo que Gerardo González Valencia había adquirido diversas propiedades en aquel país, a través de las compañías Montella Global y Deltodo Enterprises, sociedades anónimas ligadas a la firma panameña Mossack Fonseca.

No sólo eso. Descubrieron que empleando como intermediaria a una firma uruguaya, Asesores y Consultores del Sur Ltda, Gónzález Valencia había adquirido propiedades industriales… en China, el principal productor de precursores para la fabricación de metanfetaminas.

El CJNG es, como se sabe, una derivación del Cártel del Milenio, que hizo de las metanfetaminas la principal droga de exportación en Michoacán: desde hace tiempo, la guerra de los cárteles incluyó en sus luchas la importación, fabricación y distribución de estas drogas.

Los cárteles no matan sólo por la marihuana y la amapola. Desde hace tiempo se asesinan por cosas que vienen de China. Claudio Lomnitz lo dijo hace tiempo en un artículo espléndido: China pone los químicos, Estados Unidos pone los consumidores, y México pone los muertos.

China es una palabra que aparece en todas partes. Pero nunca en las investigaciones de la PGR. No parece existir en la guerra contra las drogas del gobierno mexicano.

En respuesta a la columna El basurero de Tanya Müller, la Sedema me hizo llegar ayer el siguiente comunicado. A través de esta liga, lo someto a la consideración de los lectores.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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