El 4 de febrero de 1985, en una fiesta, Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto, le dijo a Rafael Caro Quintero “que existía un agente de la DEA de nombre Enrique Camarena, quien ya lo tenía fastidiado porque a causa de éste, todos los hechos de sangre y de otra índole que ocurrían en Jalisco, se los atribuían a él, y que por lo tanto le diera un levantón”. Eso se lee en uno de los 65 tomos de la averiguación previa 219/85.

El propio Don Neto recordó que sólo había ido a aquella fiesta “con el fin de establecer las intrigas y los líos que lo señalaban como el cerebro de grupos organizados del narcotráfico mexicano”. Que su compadre Rafael Caro Quintero también estaba interesado en saber “quién le había puesto el dedo en los ranchos de sembradío de marihuana, donde le habían destruido todos sus cultivos y habían perdido grandes sumas”.

Según Don Neto, Caro y él convinieron en que iban a amenazar al agente, como lo habían hecho con otros antes, “a quienes les había balaceado sus carros para que se fueran de Guadalajara”. Pero “las cosas fueron tan mal hechas por Caro Quintero” que Don Neto terminó “haciendo el coraje de su vida”.

Comandantes y agentes de la Policía Judicial de Jalisco declararon que Caro Quintero y Don Neto se acercaron al jefe de grupo de la Judicial Víctor Manuel López Razón, y le pidieron que les prestara al agente Gerardo Torres Lepe para hacer “un jale”. Torres Lepe se presentó en la casa de Caro Quintero, conocida como “el campamento” el 11 de febrero de 1985.

Caro le dijo que le llevara a Camarena “a como diera lugar” (declaración del propio capo). Según el expediente, poco después llegó Don Neto con su pistolero principal, Samuel Ramírez Razo, y más tarde se unieron Jorge Salazar Ortega y José Luis Gallardo Parra. El grupo fue a esperar al agente de la DEA al consulado de Estados Unidos.

Lo presentaron esa misma tarde en “el campamento”. Caro lo recibió descalzo y con el torso desnudo, le cruzó un brazo por la espalda y lo introdujo al interior de una habitación. Don Neto llegó a la residencia poco después: según un testigo, ambos interrogaron a Camarena y al piloto Alfredo Zavala (acusado de pasar al agente información). La tortura fue ejecutada por José Luis Gallardo, Francisco Javier Tejeda y Sergio Espino Verdín, quienes machacaron a los secuestrados toda la tarde y toda la noche (mientras un médico les inyectaba xilocaína para revivirlos).

Don Neto dijo que se sintió mal y se fue a su casa. Regresó al día siguiente y pidió hablar con Camarena. Caro Quintero le respondió que “ya no podía hacerlo”. Camarena estaba moribundo. Fue entonces cuando Don Neto dijo haber sufrido aquel disgusto.

Los sicarios sacaron a los secuestrados aún vivos, envueltos en sábanas, y los metieron en la cajuela de un Valiant. Un hombre apodado El Chino los remató con una llave de cruz.

Caro Quintero sacó a su gente de la ciudad y tomó un avión a Caborca. Don Neto se escondió en diversos domicilios de Jalisco.

Cuando aparecieron los cuerpos estalló un conflicto diplomático que terminó con el gobierno mexicano entregándole a la DEA, de manera vergonzosa, las riendas de la estrategia antidrogas: se desató la Operación Leyenda, que provocó la ruina de Miguel Ángel Félix Gallardo e hizo que la mafia del narcotráfico se dividiera en cárteles dedicados a despedazarse entre sí. Vinieron todos estos años de sangre y muerte que pusieron en ruinas y en llamas al país.

Pero todo eso pasó cuando Rafael Caro Quintero no era bueno.

El segundo de Félix Gallardo fue liberado en 2013 por irregularidades en su proceso: aunque la PGR obtuvo otra orden de aprehensión, se les escapó. Tres años más tarde reaparece en una entrevista en la que afirma que “ni organicé, ni secuestré, ni maté al señor Camarena”, en la que pide perdón al gobierno de EU, a la DEA y a la familia de Camarena “si cometí algún error”, en la que sostiene que su equivocación fue “estar en el lugar equivocado”, y en la que declara no haberse aliado con los Beltrán Leyva ni hallarse en guerra con ningún cártel. En la que dice creer “mucho en Dios”, y en la que filosofa “que sin amor no se vive”, y recomienda a la juventud “que no use la droga”, y aconseja al gobierno que impulse la educación (como él, que abrió una escuelita “ahí en el rancho donde yo nací”).

El mismo fin de semana en que Gobernación gira instrucciones para que Don Neto salga de Puente Grande y termine de purgar su pena en prisión domiciliaria, Rafael Caro Quintero vuelve, arrepentido, inocente, lleno de buenas ideas y de buenos sentimientos.

Como decían los viejos, ver para creerlo.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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