A Joaquín Guzmán Loera sus cómplices nunca lo dejaron de considerar líder máximo del Cártel de Sinaloa. Sin embargo, en las semanas anteriores a su caída, con drones sobrevolando la sierra y fuerzas federales peinando minuciosamente el llamado Triángulo Dorado, algunos de ellos empezaron a preguntarse si no habría llegado la hora de enviar al Chapo a algún lugar “muy lejano”.

Comunicaciones entre los miembros del cártel que fueron detectadas por personal de inteligencia que participó en la investigación abierta en contra del narcotraficante, luego de su fuga del penal del Altiplano, revelan que algunos integrantes del grupo de Sinaloa afirmaban que el Chapo “estaba calentando todo”, y llevaron a cabo reuniones en busca de solucionar el problema.

Si algunos de esos mensajes rezumaban al principio un triunfalismo decidido (“Primeros encuentros derechos, echaron a volar sus drones y se los tiramos, lancen más”), al paso de los días las comunicaciones fueron adquiriendo un tono más grave:

“Junta de consejo: un grupo de la nueva generación lleva la propuesta de exiliar al compadre a un país muy lejano. Se votará”, se leía en uno de esos textos.

Personal de inteligencia federal detectó poco después una segunda comunicación: “La decisión era unánime. El compadre debe exiliarse en un lugar muy lejano. Pero se trabó en llevar o no llevar a su familia. No hay consenso”.

El Chapo se movía, en tanto, en zonas alejadas de las comunidades. Habitaba en ranchos y cabañas rústicas de los cuales, o no existen registros oficiales o fueron adquiridos por prestanombres. En una de esas cabañas apareció, como olvidado sobre una cama, el libro CeroCeroCero, de Roberto Saviano, cuyo subtítulo es: “Cómo la cocaína gobierna el mundo”.

El equipo de seguridad del Chapo estaba conformado por lo regular por unas 30 personas. Según reportes de las autoridades federales, en su fuga delirante hacia ninguna parte, El Chapo se hacía acompañar por un paramédico que se encargaba de atenderlo, al igual que a sus cómplices, en casos de emergencia. A principios de octubre pasado, luego del enfrentamiento sostenido en el municipio de Cosalá, las fuerzas federales descubrieron que el paramédico tenía asignada una cabaña “para él solo”. El instrumental y los medicamentos encontrados en ese sitio confirmaron que El Chapo estaba debilitado. Su rutina diaria, sin embargo, incluía una larga caminata al mediodía, en la que lo acompañaba siempre su grupo de escoltas.

En el operativo de octubre de 2015, el líder del Cártel de Sinaloa resultó herido en el rostro y en una pierna, al arrojarse, al parecer, a una cañada durante su huida. Esa clase de emergencias eran las que acostumbraba atender el paramédico.

El Chapo era acompañado también por una persona que le proporcionaba soporte técnico para que pudiera estar comunicado todo el tiempo, especialmente por internet. Las autoridades afirman que hallarse conectado y en comunicación frecuente fue una de las grandes obsesiones que el narcotraficante tuvo en ese tiempo.

Se detectó también que en tanto atravesaba la región serrana de uno a otro rancho, el prófugo solía hacerse acompañar de una cocinera, siempre la misma, por razones de confianza.

Aunque El Chapo parecía sentirse a gusto en el campo, durante la mayor parte del tiempo de su fuga se vio obligado a llevar una vida dura, apartada de sus propiedades, sus empresas, sus aeronaves y sus autos de lujo.

Las comunicaciones detectadas por los cuerpos de inteligencia indican que “la decisión era unánime”, que los narcos de Sinaloa habían decidido que El Chapo debía exiliarse.

Y que entonces “algo” se trabó.

A unos semanas de esos intercambios, a unos días de la caída del capo de la droga, el comisionado nacional de Seguridad, Renato Sales, ha declarado que El Chapo se encuentra en un pasillo del área de Tratamientos Especiales, sin ningún tipo de privilegios, imposibilitado de recibir “20 abogados cada día”. Sometido a monitoreo físico y electrónico permanente: lo oyen y lo observan en turnos “racionales” de cuatro horas.

Todos estos datos juntos parecen armar una historia. Aunque de momento, es difícil saber cuál será su final.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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