Un gobernador de Morelos se enreda sentimentalmente con la hija del narcotraficante Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, y entrega literalmente el estado a grupos criminales procedentes de Sinaloa. El gobernador utiliza el helicóptero oficial para pasear a la hija del célebre capo. La nave es conocida entonces como “el helicóptero del amor”.

El hijo del gobernador que sucede al anterior roba a su propia familia para pagar, según él, una extorsión: la información que llega a la procuraduría de Morelos dice que el robo fue para saldar, en realidad, deudas derivadas del consumo de drogas. Las pesquisas no prosperan porque la familia del gobernador se desiste de la denuncia.

En 2008, el narcotraficante Arturo Beltrán Leyva logra escapar, en helicóptero, de un operativo de captura diseñado por el Ejército. El helicóptero en el que Beltrán escapa… ha sido enviado, no por sus compañeros de cártel, sino por el propio secretario de Seguridad Pública del estado.

Ese mismo año es asesinado frente a la Plaza Galerías de la ciudad de Cuernavaca el subprocurador de Investigación contra la Delincuencia Organizada de Morelos, Andrés Dimitriadis. Los asesinos son todos miembros de una célula conocida como Los Zafiros, formada, exclusivamente, por policías ministeriales.

Vayamos hacia adelante. Por ejemplo, a 2011. En enero de ese año el Ejército detiene en Zacatepec a dos hombres que además de armas y granadas llevan una libreta en la que se registran diversos pagos a alcaldes de Morelos. En la libreta aparecen los entonces presidentes municipales de Amacuzac, Alfonso Miranda (PT); Jojutla, Enrique Retiguín (PRI); Tlaltizapan, Ennio Pérez (PRI) y Zacatepec, José Carmen Cabrera Santana (PRI).

Ese mismo mes, agentes federales detienen en Zacatepec a seis sicarios que confiesan que iban a entrevistarse con el director de Seguridad Pública de Jojutla, Gualberto Hernández, “quien les daba información”.

El documento del que extraigo estas historias se titula Antecedentes de la dinámica delictiva en el estado de Morelos y fue elaborado por el Consejo Estatal de Seguridad. Registra los vínculos entre los funcionarios y el crimen organizado durante las administraciones de Jorge Carrillo Olea, Sergio Estrada Cajigal y Marco Antonio Adame. Es, de alguna forma, la crónica negra de Morelos. Subrayo algunos momentos culminantes.

1994-1998: Durante la gestión de Carrillo Olea fueron detenidos, por su participación en asesinatos y secuestros, el procurador Carlos Peredo Merlo; el coordinador de la policía judicial, Jesús Miyazawa; el jefe del grupo antisecuestros, Armando Martínez Salgado. Con ellos cayeron el subprocurador Rafael Angulo y los comandantes José Luis Estrada y Rafael Raybal.

Durante esa administración operaron libremente en Morelos Daniel Arizmendi, El Mochaorejas; Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, y Amado Carrillo, El Señor de los Cielos.

2000-2006: El imperio de Arturo Beltrán Leyva se consolidó en Morelos durante la gestión de Estrada Cajigal. Las policías estatal y municipal fueron infiltradas totalmente. Altos funcionarios de gobierno serían acusados de poseer vínculos con narcotraficantes. Entre ellos, el coordinador general de la Policía Ministerial, José Agustín Montiel —condenado a 33 años por proteger a los cárteles de Juárez y Sinaloa.

2006-20012: La violencia le reventó a Marco Antonio Adame como una granada: según el reporte, el caos fue detonado por la aprehensión del secretario de Seguridad Pública, Luis Ángel Cabeza de Vaca, acusado de estar al servicio de Los Beltrán. Sin él, la estructura de protección institucional se fracturó. La muerte de Arturo Beltrán en 2008 provocó que su grupo se escindiera en una explosión de pequeñas células violentas, de las que surgieron Los Rojos y los Guerreros Unidos. Además del niño sicario apodado El Ponchis, de cuerpos colgados en puentes y mensajes difundidos en redes por los criminales para imponer el toque de queda, aparecieron mensajes de la población pidiendo ayuda a los criminales, en vez de pedirla a las autoridades.

Varios analistas coinciden en que lo que ha detenido parcialmente ese horror —y evitado que en Morelos ocurriera otro Iguala—, fue el Mando Único. Ese mando que los políticos del estado están tan empeñados en quitar.

A la luz de este pasado, ¿se vale preguntar por qué?

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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