El lunes relaté una historia —la llamaría atroz— que contaba lo que viven miles de mujeres mexicanas que al realizarse una autoexploración, se descubren de pronto “una bolita” en el seno.

Era el caso de una mujer que, atendiendo la recomendación de las campañas de salud oficiales, acudió de inmediato a su Unidad de Medicina Familiar, la No. 64 del IMSS.

Ahí descubrió, contra lo que ofrecen las campañas de salud, que es falso que todos corran a salvar a las mujeres que se han detectado alguna anomalía: lo único que consiguió fue meterse en un laberinto infernal de trámites y papeleos. Le llevó medio año ser atendida. Y cuando la atendieron, todo lo hicieron mal.

El cáncer avanzó mientras ella esperaba una cama, o que arreglaran el tomógrafo, o que el neumólogo volviera de vacaciones. Avanzó mientras médicos y enfermeras —rebasados, agobiados, endurecidos, con ganas de quitarse de encima a familiares y enfermos “latosos”— erraban el diagnóstico, recetaban sin ton ni son, actuaban con criminal negligencia.

Al día siguiente mi correo se saturó de historias negras, que narraban básicamente lo mismo.

Una: “Lo que viven las personas que diagnostican con cáncer es un vía crucis. Mi hermana padeció cáncer de mama en el hospital de La Raza, del IMSS, tardaron ocho meses para operarla y quitarle el tumor, los doctores y las doctoras que la atendieron eran totalmente insensibles… el director de Oncología, un patán. Mi hermana tiene tres años que falleció”.

Dos: “Me realizaron la mastectomía en el IMSS. La semana pasada retiraron los puntos así como el drenaje. La doctora sólo dio un vistazo y me dijo: ‘Se presenta usted a trabajar el lunes, extreme precauciones y la esperamos el día de su consulta para ver qué prosigue’. No me dieron explicaciones, no me hablaron de lo que tengo, ni de lo que puedo esperar, no me dijeron qué sigue. Sólo querían sacar el trabajo como va”.

Y otra: “En el IMSS, a mi madre tardaron ocho meses en diagnosticarla, y mejor ya no hablar, porque continúa doliendo; fue un cáncer con mal diagnóstico. Mucho dolor y sufrimiento. Su liberación sólo vino con la muerte…”.

No se trataba sólo del desahogo colérico de quienes me habían escrito. Un estudio transversal realizado entre 886 pacientes de los cuatro hospitales más grandes de la ciudad de México demuestra que en México pasan en promedio siete meses desde que una paciente detecta los primeros síntomas de cáncer de mama, y el momento en que es diagnosticada.

De esos siete meses, cinco son atribuibles a retrasos en el sistema de salud: 57% de las enfermas que se encontraban en los centros estudiados (el Hospital General, el Instituto Nacional de Cancerología, el Hospital de Oncología y el Hospital de Ginecología y Obstetricia No. 4) fueron diagnosticadas seis meses después de que detectaron los primeros síntomas. Esto provocó que en la mayoría de los casos, 48%, el cáncer de mama fuera diagnosticado en etapas avanzadas (3 y 4), cuando ya no había mucho qué hacer.

Sólo 15% de las pacientes con este tipo de cáncer fueron diagnosticadas en la etapa 0 y 1.

Los resultados del estudio (publicados en julio por la revista científica de la American Cancer Society, en un artículo firmado, entre otros, por el investigador del CIDE Alfonso Miranda) son escandalosos. En países como Canadá, Francia, Alemania y Estados Unidos, el tiempo que transcurre entre la detección y el diagnóstico es de 10 a 42 días. La media para iniciar el tratamiento, es de 34 a 48 días. La rápida respuesta permite, por ejemplo, que en 22% de los casos las mujeres sean diagnosticadas en etapas 1 y 2.

En México eso no sucede casi nunca. La mitad de las veces, el tratamiento inicia cuando es ya demasiado tarde.

De acuerdo con el artículo, el panorama se oscurece aún más por la escasa cobertura del sistema de salud, por el limitadísimo acceso a mastografías y tratamientos, por la escasez de recursos técnicos y humanos, por el pobre control de calidad de los servicios de salud.

Las campañas de detección temprana son fundamentales. Es preciso hacer más. Pero las simples campañas de conciencia no bastan.

Lo que urge, según el estudio, es identificar las barreras específicas que impiden que pare esta mortandad, y eliminarlas.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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