Este viernes, Canadá, Brasil, México, Argentina y Estados Unidos se unirán al resto de países del G20 en la cumbre de líderes en Alemania, donde justamente el cambio climático será uno de los temas centrales. Tras el anuncio del Presidente Trump de retirar a los Estados Unidos del Acuerdo de París, Canadá se encuentra bajo cierta presión para que trabaje más estrechamente con Brasil, México y Argentina, llenando así el vacío de liderazgo en el Hemisferio Occidental.

Tras la retirada de Estados Unidos, Canadá no tiene la capacidad de asumir al 100 por ciento el liderazgo para afrontar el calentamiento global. Sin embargo, puede ayudar a reducir la presión, dada la importancia del tema para el primer ministro Trudeau y para la mayoría de sus homólogos en el hemisferio.

América Latina padecerá aún mas los efectos del cambio climático si la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París debilita la lucha mundial contra el calentamiento global. La región ya ha sido golpeada por eventos climáticos extremos, cuya frecuencia e intensidad son cada vez mayores gracias a este fenómeno.

A principios de este año, el fenómeno climático conocido como El Niño causó fuertes lluvias en Perú y Colombia, resultando en inundaciones y deslizamientos de tierra catastróficos que cobraron la vida de mas de 400 personas, así como una perdida billonaria por daños a la infraestructura y vivienda. Por otro lado, miles de bolivianos se encuentran viviendo en condiciones de refugiados tras la desaparición del lago Poopó en 2016.

¿Qué se puede hacer para encarar el cambio climático? Canadá podría asumir el liderazgo en el hemisferio de varias maneras. En primer lugar, Canadá puede aumentar el financiamiento para apoyar a la región en la construcción de infraestructura resistente al cambio climático y de baja emisión de carbono. América Latina requiere una inversión de billones de dólares al año para satisfacer la demanda de infraestructura, incluyendo sistemas de transporte y saneamiento que sean resistentes al clima y de bajas emisiones de carbono.

La brecha financiera probablemente se ampliará en vista del anuncio del gobierno estadounidense de suspender los pagos al Fondo Verde para el Clima (GCF), que brinda ayuda a los países para reducir emisiones y adaptarse al impacto del cambio climático. Hasta ahora, los Estados Unidos han contribuido con $1 billón de dólares de un total comprometido de $3 billones. Aún no se ha decidido si Estados Unidos aportará el resto de las contribuciones financieras para contrarrestar el cambio climático, pero el pronóstico no es muy alentador.

Canadá no puede compensar la cantidad faltante, pero podría aumentar su apoyo hacia los bancos multilaterales de desarrollo, que cuentan con una gran experiencia en la planificación de proyectos de infraestructura. El Grupo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por ejemplo, actualmente diseña proyectos en América Latina para apoyar la implementación de los planes nacionales de cambio climático en cada país.

En concreto, Canadá podría aumentar su contribución al Fondo Climático Canadiense para el Sector Privado de las Américas (C2F), que pronto necesitará reabastecerse. El fondo, administrado por la Corporación Interamericana de Inversiones (IIC), apoya proyectos de energía renovable y resiliencia climática.

En segundo lugar, Canadá podría brindar asistencia técnica para auxiliar a los países en el diseño de estrategias a largo plazo, enfocadas en proyectos de baja emisión de carbono. En el Hemisferio Occidental, sólo los Estados Unidos, Canadá y México han publicado sus planes, pero Brasil, Colombia, Costa Rica y Chile están dispuestos a seguir la pauta.

Los países antes mencionados preparan estas estrategias como parte del Acuerdo de París. Para ello necesitarán trazar un plan para alcanzar la meta de cero emisiones en 2050, y limitar el aumento de la temperatura global a 1.5 grados centígrados, objetivo establecido en París. Estos planes pueden ayudar a los países a alinear mejor las decisiones que tomen en el corto plazo, tomando en cuenta los beneficios que resulten de reducir las emisiones ahora y en el futuro. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la adopción de medidas apropiadas contra el cambio climático podría aumentar el PIB de los países que conforman el G20 en 2.8 por ciento en promedio en 2050. El diseño de estas estrategias también sirve para enviar una fuerte señal a los inversionistas, por parte de los gobiernos comprometidos con transitar a un esquema de bajas emisiones de carbono.

En tercer lugar, Canadá podría trabajar con los países de América Latina y el Caribe en las negociaciones de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, con el fin de impulsar un marco de referencia transparente y sólido. La finalización de este marco está programada para el próximo año y es esencial para crear una plataforma de confianza que permita a los países observar lo que otras naciones están haciendo para avanzar los compromisos adquiridos en el Acuerdo de París.

El avance en materia de transparencia sería de gran utilidad para que los países aumenten la meta hacia un objetivo mas ambicioso dentro de sus planes nacionales de cambio climático hasta el año 2030. Estas promesas aun se quedan cortas si el objetivo es minimizar el calentamiento global a 1.5 grados centígrados y por lo mismo, deben ampliarse antes del 2020.

En cuarto y último lugar, el gobierno canadiense podría ayudar a promover en la región aquellas actividades que desempeñan las empresas de tecnología limpia en el país del norte, asumiendo un rol fundamental para incrementar los esfuerzos en torno al despliegue de energía renovable y la adopción de medidas para mejorar la eficiencia energética.

Una cooperación más estrecha en la aplicación del Acuerdo de París, tanto para Canadá como para América Latina, significaría alcanzar un objetivo común y vital, a la par de abanderar un esfuerzo multilateral con éxito.


Kenneth N. Frankel es presidente del Consejo Canadiense para las Américas. Guy Edwards es un Investigador en la Universidad de Brown y coautor de ‘A Fragmented Continent: Latin America and the Global Politics of Climate Change’ (MIT Press, 2015)

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