El título de la presente columna dominical hará caer sobre mi humilde osamenta una nueva cascada de epítetos altisonantes, calificativos soeces, amenazas procaces similares a las que recibí con la publicación de mis razones por las cuales yo jamás votaría por López Obrador. Espero con el pecho descubierto los cientos de troles al servicio del clero, disparados desde el anonimato, que recibiré desde diferentes frentes. ¡Viva la libertad de prensa que encabeza EL UNIVERSAL!

Para tratar de explicar las razones históricas que me impulsaron a escoger el título de referencia, me echo la metralleta al hombro y disparo: El clero católico mexicano financió ejércitos, derrocó gobiernos constitucionales, organizó en las sacristías sangrientos golpes de Estado, revueltas, levantamientos, asonadas y cuartelazos en contra de gobiernos liberales cuando éstos apuntaban en dirección a la nacionalización de los bienes clericales. He ahí una de las razones de nuestra inestabilidad política y de nuestro atraso social. La reacción nunca duerme, tan no duerme que hoy mismo rechaza la reforma educativa, el mejor instrumento de progreso nacional. El clero impidió el arribo de las ideas de la Ilustración, del Enciclopedismo y de los principios universales del hombre de la Revolución Francesa. El clero vendía y vende indulgencias y nos convierte en un país de cínicos. El clero convirtió a los púlpitos en tribunas políticas, controló el funcionamiento de los poderes públicos, así como las relaciones sociales y familiares; acaparó la riqueza en detrimento de la prosperidad social; utilizó los confesionarios al entregar a los tiranos los secretos de confesión para cuidar sus intereses políticos y económicos; concentró la educación entre ciertos privilegiados impidiendo la alfabetización y, con ello, retrasando temerariamente la evolución de la nación; organizó fiestas religiosas obligatorias e inventó santos para aumentar la recaudación eclesiástica; se opuso al ingreso de extranjeros no católicos imposibilitando el flujo migratorio para poblar el norte de México, que habría de contener los apetitos expansionistas de Estados Unidos. El clero, que practicaba la usura al cobrar los llamados “intereses piadosos”, luchó con las armas en la mano, al grito de “Religión y Fueros”, en contra de la libertad de expresión; saboteó con todo su poder económico, político y militar, cualquier avance liberal para impedir la separación Iglesia-Estado y aceptar la libertad de cultos, la libertad de conciencia y la de pensamiento… ¿Qué hubiera sido de nosotros como país si hubiera quedado en manos de los confesores el raciocinio de la nación? ¡Horror de horrores! ¡Claro que Juárez es el Padre de la Patria!

El clero se opuso a la independencia de México y excomulgó, torturó, mutiló y fusiló a Hidalgo y a Morelos en contubernio con las autoridades virreinales. Excomulgó a diversos insurgentes y a los compatriotas, defensores de la patria, que atacaran a los soldados norteamericanos o los franceses, invasores de México. El clero derogó la Constitución de 1824, rechazó la de 1857 al financiar la Guerra de Reforma con las limosnas pagadas por el pueblo de México y luchó con las armas en la mano para derogar la de 1917, al hacer estallar la Rebelión Cristera. Tres constituciones liberales tres movimientos clericales armados para derogarlas… El clero apoyó a tiranos, sus eternos aliados, para garantizar sus poderes y privilegios. Ahí está el caso de Iturbide, el del siniestro Santa Anna, el de Paredes y Arrillaga, el de Zuloaga, el de Miramón, el de Maximiliano, el de Porfirio Díaz, el enterrador del liberalismo mexicano del siglo XIX, para rematar con Victoriano Huerta, el chacal asesino de la democracia maderista.

Durante 300 años de Inquisición persiguió y llegó a quemar vivo o torturó hasta la muerte a quien “pensara peligroso”, los mexicanos nos volvimos desconfiados y escépticos, en tanto se envenenaba la sociedad y se atrasaba. ¿Qué tal los países como Canadá y Australia, entre otros, en donde no existieron los criminales inquisidores? El clero cobraba impuestos como el diezmo, contaba con cárceles clandestinas, policía secreta, ejércitos privados, salas de tortura y fueros constitucionales. El clero constituía un Estado dentro de otro Estado con enorme autoridad política, espiritual y militar y contaba hasta con 3 veces más ingresos que el propio gobierno federal y también era propietario del 52% de la propiedad inmobiliaria de México, sin olvidar los bienes de manos muertas, interminables extensiones de tierra que permanecían sin explotar, mientras la población se moría de hambre.

El clero organizó el levantamiento militar de los “Polkos” en medio de la guerra en contra de Estados Unidos, con tal de no ayudar con sus recursos económicos a financiar la defensa de la patria. El clero ejecutó el Plan de la Profesa, el Plan de Iguala, la Conspiración de Tehuacán, el Plan de Cuernavaca, el Plan de Huejotzingo, el Plan del Hospicio, el Plan de San Luis Potosí, el levantamiento de Zacapoaxtla, el de Puebla de marzo 1856 o el de octubre del mismo 1856 o el Plan de Tacubaya diciembre de 1857 y el de enero de 1858 o la Guerra de Reforma de enero de 1858, entre otros tantos más.

¿Y los curas pederastas? ¿Y los votos de castidad y los de pobreza y sus anillos y cruces pectorales, además de su inmenso patrimonio oculto en una siniestra opacidad al gobierno y al Vaticano? ¿Por qué el clero católico no paga impuestos? ¿Los sacerdotes son parásitos sociales? ¿Por qué Jesús correría a los fariseos del templo llamándolos “raza de víboras…”?

El clero debería proponer una revolución espiritual y cancelar aquello de “bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos será el reino de los cielos”. En su lugar, yo propondría el siguiente texto: “toda aquella persona que muera en la miseria pasará la eternidad en el infierno”, solo así estimularemos la dinámica económica en México… El clero se opuso al condón y a la planificación familiar cuando la explosión demográfica nos arrollaba de una población de 20 millones hace 60 años, a 120, en la actualidad, y todavía se opuso y se opone a la maternidad voluntaria y al amor gay, cuando Jesús sentenció: “amaos los unos a los otros”.

El clero, históricamente traidor, debería volver a las sacristías y a divulgar el evangelio, en lugar de oponerse ahora a la reforma educativa, uno de los instrumentos para rescatar a México de manos del México Bronco.

@fmartinmoreno

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